Como ocurre durante todos los abriles desde aquel lejano 1999 –con la única excepción de 2020, en plena etapa férrea del aislamiento obligatorio–, la nueva edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici) se desarrolló a lo largo de diez intensos días. Este año más intensos que nunca: no hubo prácticamente ninguna presentación de un largometraje o corto nacional, e incluso alguno de origen extranjero, en el cual sus responsables no mencionasen la difícil situación que vive el cine argentino. Algunas de esas menciones se alistaron en la categoría de las pesimistas, otras fueron más esperanzadas y, en un tercer grupo, las consignas recorrieron un sendero más combativo.
De manera equivalente, la agresiva reestructuración del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) se transformó en el tema recurrente de conversación en pasillos, salas y charlas públicas, un lógico e inevitable monotema que sobrevoló el 25° Bafici, empapando de ansiedad y angustia lo que, de todas formas, no dejó de ser una fiesta del cine. La buena noticia, al cierre de esta edición del festival, que tendrá sus últimas proyecciones este domingo, es el anuncio de la programación de estrenos argentinos del Gaumont para la próxima semana, confirmación de algo que se viene rumoreando desde hace un par de días: por el momento y hasta nuevo aviso, el cine del barrio de Congreso no cierra.
Como toda fiesta cinematográfica, no hay festejo sin premios, y el jurado compuesto por el italiano Giacomo Abbruzzese, la austriaca Angela Christlieb, el portugués Jorge de Carvalho, y los argentinos Néstor Frenkel y María Negroni terminó eligiendo, luego de la correspondiente deliberación, los largometrajes y cortos ganadores de la Competencia Internacional. Es posible imaginar una intensa discusión antes de arribar a la decisión de otorgar el Gran Premio del Jurado a dos largometrajes que no podrían ser más disímiles, tanto en forma como en contenido, optando por la figura del ex aequo, que suele generar algún que otro resquemor por su condición salomónica, pero muchas veces es el único recurso para llegar a un término medio entre los extremos.
Así, el segundo largometraje del brasileño Luiz Fernando Carvalho y la ópera prima de su compatriota Sacha Amaral comparten el podio con sendos premios principales. En el caso de este último film, El placer es mío, se trata de una producción mayoritariamente argentina (Amaral vive en nuestro país desde hace muchos años), y es el retrato de un joven en eterno conflicto con sus amigos, familiares, múltiples amantes y consigo mismo con una precisa estructura dramática, notables actuaciones y un estilo realista no exento de poesía.
A paixão segundo GH, adaptación muy personal de la novela homónima de Clarice Lispector, marca el regreso al cine de Carvalho luego de dos décadas de intenso trabajo en la televisión de su país. Con una extraordinaria performance de Maria Fernanda Cândido, que se llevó merecidamente el premio a la Mejor Actuación (desde hace unos años el galardón no distingue entre sexos), el film describe el viaje interior de una mujer de la alta sociedad luego de tener una epifanía en las circunstancias más insospechadas. A diferencia de El placer es mío, A paixão… es una película casi experimental, un collage de recuerdos y deseos rodado en el bello soporte analógico de 35mm.
El premio al Mejor Largometraje fue otorgado a Riddle of Fire, del estadounidense Weston Razooli, un particular relato juvenil con un trío de amigos de entre seis y doce años inmersos en la aventura de sus vidas, al tiempo que el correspondiente a la Mejor Dirección terminó en las manos de la documentalista ucraniano-canadiense Oksana Karpovych por su magnífico retrato de los primeros meses de la invasión de Rusia a Ucrania, Intercepted. El Premio Especial del Jurado, en tanto, fue para L'Homme d'argile, de la francesa Anaïs Tellene, otro debut en el largometraje en el cual Emmanuelle Devos interpreta a una artista que entabla una particular relación con un hombre que parece salido de un cuento de hadas medieval.
En el terreno del cortometraje, el título ganador, The Ghosts You Draw on My Back, del joven realizador serbio Nikola Stojanović, es un relato de crecimiento elíptico de gran sensibilidad, protagonizado por una adolescente en pleno descubrimiento de su sexualidad, la vida adulta y también la muerte.
La Competencia Argentina también hizo público el listado de sus ganadores. Del mismo se desprende que el jurado, integrado este año por la sueca Annie Karlsson, el suizo Serge Michel y la uruguaya Valentina Otormin Dall’Oglio, junto a las argentinas María Fernanda Mugica y Laura Nevole, tuvo como gran favorito al largometraje Vrutos. Es que la película dirigida y escrita por el cineasta porteño Miguel Bou, la cuarta que realiza en solitario, se hizo merecedora tanto del Gran Premio de la sección, como del de Mejor Dirección, los dos de mayor importancia que otorgaba esta competencia. Un trabajo con no pocos méritos que justifican la decisión tomada por los miembros del jurado.
A medio camino entre el cine de género y la ficción de denuncia social, Vrutos retrata la vida en los “barrios bajos” porteños, tomando como escenario los reconocibles paisajes urbanos de Lugano I y II, uno de los territorios más pobres dentro de la ciudad de Buenos Aires. Ahí viven un padre con su hijo, quienes mantienen una relación tensa que no le escapa a las generales de la ley, pero con notorias marcas de clase. El primero es un hombre que vivió su juventud entre el delito y la marginalidad, senderos que busca dejar atrás a través del estudio y tomando distancia de sus viejas yuntas. Por el contrario, el hijo comienza a repetir los pasos de su padre, entusiasmado por encontrar en el crimen una salida rápida para esa realidad repleta de privaciones.
Ese deseo de superación paterna choca contra la esperable rebeldía adolescente, alimentada por el deseo universal de encontrar un camino propio. Bou retrata todo a puro nervio, reflejando no solo la tensión del vínculo, sino también la del contexto social en el que la acción transcurre, bajo las marcas de la carencia y la sordidez. La cámara en mano que transmite la constante inestabilidad de la situaciones que tienen lugar frente a ella. La saturada fotografía en blanco y negro, que le proporciona a la película un aire de familia tanto con los viejos westerns de John Ford o Howard Hawks como con el film noir. Un naturalismo sucio a rajatabla que remite al neorrealismo, la nouvelle vague o la épica independiente de John Cassavettes. Con modestia, todas esas referencias confluyen en Vrutos, que también encuentra un linaje dentro del cine argentino, heredando estéticas e intereses que ya tuvieron un lugar en las obras de cineastas como Adrián Caetano, José Campusano, Bruno Stagnaro o Raúl Perrone, por mencionar solo a los más cercanos.
El jurado también destacó al documental El cambio de guardia, de Martín Farina, al que distinguieron con el premio al Mejor Largometraje. Un reconocimiento merecido, que celebra el gran trabajo de Farina en el retrato de un grupo de hombres que forjó una amistad sólida a partir de su paso por el servicio militar, en la trágica década de 1970, pero hoy tensionada por la coyuntura política del presente. Este premio también puede leerse como una forma de reconocer a un formato como el documental, que suele ser menospreciado incluso dentro del mundo del cine, otorgándole un rango menor frente a la potencia comercial de la ficción. Sin embargo, históricamente la producción documental le ha aportado al cine argentino y a sus grandes festivales algunos de sus mejores trabajos cada año. Hecho que en esta 25° edición del Bafici se confirma con las menciones otorgadas a la realización fotográfica de otros dos exponentes: Dejar Romero, de Alejandro Fernández Mouján y Hernán Khourian, e Imprenteros, de Lorena Vega y Gonzalo Javier Zapico. Una mención que además fue compartida con Barcos y catedrales, de Nicolás Aráoz, película con cuerpo de ficción, pero un espíritu que abreva abiertamente en lo documental.
La lista de ganadores de la Competencia Argentina del Bafici se completa con el premio a Mejor Actuación, que compartieron el español Javier Orán y el argentino Lautaro Bettoni, entrañables protagonistas de Los amantes astronautas, la luminosa y guarra comedia romántica dirigida por Marco Berger. Mientras que en el terreno de los cortometrajes resultaron distinguidos Cuando todo arde, de María Belén Poncio, ganadora del premio a Mejor Cortometraje de la sección, mientras que La bolsita de agua caliente, de Yuliana Brutti, recibió el Premio Especial del Jurado. Dos perlas para rematar esta corona de ganadores del Bafici, que este domingo cerrará sus actividades. Será hasta el año que viene.