La fuga de capitales al exterior más que triplicó el valor del déficit fiscal en los últimos veinte años. Los datos surgen de dos informes del Centro Cifra, de la CTA, divulgados esta semana. Los recursos fugados dañan la formación interna de capital (y no al consumo de los sectores de altos ingresos) restringiendo la industrialización como estrategia de crecimiento más equitativa. A su vez, tienen un impacto relevante en materia de evasión fiscal. La dolarización aparece como un extremo que directamente anula la opción de industrializar. Además, la fuga presiona sobre la necesidad de tener superávit en la balanza comercial.
Sin desconocer que la aspiración de dar un salto cualitativo en la industrialización del país no tuvo futuro por las recurrentes crisis de balanza comercial que generó –los ciclos stop and go-, los autores proponen que la acumulación de un superávit comercial es más crucial en estos días “porque permite equilibrar lo que desequilibra la salida capitales al exterior y los pagos de la deuda externa”.
Siguiendo a Eduardo Basualdo, conceptualmente, la fuga de capitales ocurre cuando determinada cantidad de recursos se dolarizan y se remiten al exterior o permanecen en cajas de seguridad, de modo que se retiran del circuito económico local. Básicamente hay dos tipos de fuga, “la que realizan los grupos económicos tanto locales como extranjeros y firmas oligopólicas (…) que representa aproximadamente el 80 por ciento del monto fugado desde 1976, y la que realizan las personas físicas, dentro de las cuales en términos de monto son determinantes los accionistas y funcionarios de los propios grupos económicos, que estimativamente concentran un 10 por ciento. Mientras que el 10 por ciento restante está en manos de sectores medios”.
La desindustrialización que provocan los recursos fugados debe entenderse desde una lógica política, remarca Pablo Manzanelli, “como forma de anular las condiciones estructurales que dan lugar a las alianzas sociales y permiten la emergencia de gobiernos nacionales y populares”.
Aun así advierte que la fuga de capitales no es exclusiva de las experiencias de gobiernos neoliberales, sino que afectó a todos los gobiernos, incluso los populares desde 2003 en adelante. Se distancia, en ese sentido, de la posición observada en el último documento de Cristina Fernández Kirchner cuando señala que las crisis del sector externo se centran en los procesos de toma de deuda, ya que el elemento decisivo, según el enfoque de Cifra, es la fuga al exterior. Su aporte es valioso especialmente por venir del mismo campo político y económico de pertenencia del kirchneriksmo (nacional y popular, y heterodoxia económica).
Si a grosso modo se puede plantear, en línea con los trabajos citados, que la visión ortodoxa sostiene que los problemas de crecimiento del país son consecuencia del déficit fiscal mientras que para la heterodoxia derivan de la restricción externa, “sostener que se trataron de crisis de deuda ‘a secas’, sin incorporar con más énfasis la cuestión de la fuga de divisas, no permite contrarrestar la visión fiscalista que plantea que el endeudamiento deriva del desequilibrio fiscal”.
Lo anterior se afirma al revelar que la fuga de capitales al exterior más que triplicó al déficit fiscal en la historia reciente. “Entre 1976 y 2023 la deuda externa acumuló 286.000 millones de dólares, la fuga de capitales al exterior 351.900 millones de dólares mientras que el déficit fiscal primario -que incluye el consolidado de Nación, provincias y municipios- 99.400 millones de dólares”, aclara Cifra.
El endeudamiento es también un medio para realizar ganancias mediante la fuga de capitales al exterior, el cual acelera la recurrencia de las crisis económicas. Según datos de Manzanelli, “entre 1976 y 2023 se registraron 20 años de caída de la actividad económica sobre un total de 48 años, lo cual arroja 4 recesiones cada 10 años” mientras que “las evidencias indican que entre 1930 y 2023 hubo 30 recesiones en un total de 94 años, es decir que se vivieron 2 recesiones cada 10 años”.
Pero esta no es la única diferencia, sino la escasa vinculación de las crisis con el rojo comercial, “solo en 4 de esos 20 años contractivos se registró déficit de la balanza comercial (1981, 1999, 2018 y 2023)”. La importancia del superávit en materia de comercio exterior radica en nuestros tiempos en remediar los desequilibrios provocados por la fuga de divisas.
Hipótesis sobre la fuga
Mientras que “la visión fiscalista sostiene que la salida de capitales obedece a la pérdida de confianza en la moneda local por efecto de las altas tasas de inflación”, generada en el exceso de emisión monetaria para financiar el rojo público, para la heterodoxia “la razón fundamental reside en la adopción de la valorización financiera como eje de la acumulación ampliada de capital por parte de los sectores dominantes que luego de las recurrentes y profundas crisis a las que da lugar terminan difundiendo la ‘dolarización’ como estrategia de ahorro de los sectores de medios y de altos ingresos”, sostienen desde Cifra.
Por consiguiente, la valorización financiera no surgió del agotamiento de la sustitución de importaciones, más bien se trató de un intento por modificar estructuralmente la distribución del ingreso: interrumpir la industrialización es una forma de anular las condiciones que dan lugar a las alianzas sociales y políticas que provocan el surgimiento de gobiernos populares.
Desde el lado de la autocrítica, Cifra observa que los estímulos macroeconómicos a la inversión productiva-industrial –tales como la rentabilidad o elevación del consumo- no alcanzaron para modificar el patrón de acumulación de los sectores dominantes en Argentina, sus ganancias se fugaron y generan una exigencia sobre el superávit comercial.
Nueva restricción externa
El trabajo de Eduardo Basualdo menciona dos transformaciones que fueron definitorias de la alteración, profunda y regresiva, del problema de la insuficiencia crónica de divisas. “La primera de ellas, es la fuga de capitales locales al exterior, que no solamente es decisiva como integrante de la restricción externa, sino también en la conformación del nuevo patrón de acumulación de la valorización financiera” y “la segunda es la obtención de un saldo positivo y creciente de largo plazo en la balanza comercial, proceso que se interrumpe debido a que el mismo se ve superado por la fuga de capitales locales al exterior, que en nuestros días prácticamente lo duplica en términos del stock acumulado entre 1976 y 2023”.
La trayectoria negativa de la fuga de capitales agrava crecientemente la restricción externa en la economía argentina, y evoluciona tendencialmente en el sentido contrario al sendero positivo seguido por el saldo de la balanza comercial, advierte Basualdo. La sub y sobre facturación de exportaciones e importaciones, respectivamente, también pueden leerse como parte de la estrategia de fuga de divisas.
La restricción externa basada en los problemas del stop and go pudo ser superada a partir de 1963/64, pues a partir de ese momento el saldo comercial fue positivo, salvo en años excepcionales. Pero desde la interrupción de la segunda etapa de sustitución de importaciones por parte de la dictadura cívico militar en 1976, este problema se agrava con la fuga de divisas y no encuentra todavía un contrapeso político definitivo ni un ordenamiento macroeconómico que la disipe.