Cuatro años y tres meses duró el pacto de unidad de los ocho jóvenes condenados por el crimen de Fernando Báez Sosa. Bastó que el Tribunal de Casación bonaerense ratificara las penas del juicio para que dos de ellos, Máximo Thomsen y Matías Benicelli, ambos con perpetua, decidieran romper la estrategia de defensa, cambiar de abogados y volver a modificar así el tablero de juego de la causa. Con críticas al accionar de su ahora ex defensor, Hugo Tomei, y planteos de nulidad del proceso por supuesta "indefensión", los jóvenes buscan una nueva estrategia que, en el caso de Thomsen, implica incluso señalar a otro de los condenados, Enzo Comelli, por su responsabilidad directa en la golpiza de aquel 18 de enero de 2020 en la noche de Villa Gesell.
Ocho jóvenes de entre 20 y 24 años sentados en dos bancas alargadas. Cuatro adelante, cuatro detrás. Escoltados por el cordón de penitenciarios que los separa de los pocos familiares, los suyos y los de Báez Sosa, y de los periodistas que se aprietan en la pequeña sala de juicio de los Tribunales de Dolores, se mantienen en silencio mientras ven y escuchan a testigos, peritos, videos o audios que los acusan de haber asesinado, en grupo, a un joven de su edad. Sólo hay espacio para declaraciones premeditadas: Thomsen brindará un día su versión, los otros levantarán la mano, pedirán autorización a su abogado para "aclarar" algún aspecto puntual. Es una defensa silenciosa, técnica, granítica y en bloque.
Hasta que se rompe. No allí, cuando los jueces del TOC N°1 condenan a Thomsen, Benicelli, Comelli y Luciano y Ciro Pertossi a prisión perpetua por homicidio agravado por premeditación y alevosía, y a Ayrton Viollaz, Lucas Pertossi y Blas Cinalli a quince años de prisión como partícipes secundarios de ese crimen. Tampoco se rompe durante el período de presentación de recursos en Casación, en los que Tomei vuelve a pedir la nulidad del juicio o la reducción de las penas por la aplicación de la figura del "homicidio en riña", con condenas mucho menores. Ocurre, en cambio, cuando Casación rechaza esos planteos para ratificar las penas tal como están y el espacio para revertir sus destinos se achica cada vez más.
"Impotencia", es la palabra en la que coinciden dos fuentes con acceso a la causa desde el inicio del proceso al ser consultadas por este diario. Así describen el sentimiento que, creen, debe guiar a los dos jóvenes que en las últimas semanas, luego del fallo de Casación, decidieron pegar un volantazo en sus estrategias de defensa. Sostienen que es algo que suele ocurrir en causas con carga probatoria amplia, con exposición mediática y, particularmente, cuando las instancias de apelación empiezan a ratificar el sendero de primera instancia. También coinciden en que lo que se desprende de lo planteado por los dos nuevos abogados no parece tener la fuerza suficiente para revocar lo que se decidió hasta ahora.
Las nuevas estrategias de Thomsen y Benicelli, con abogados diferentes, coinciden en un punto: criticar el trabajo de su letrado anterior, Hugo Tomei, que los habría dejado en un estado de "indefensión" judicial al privilegiar la estrategia unificada por sobre los roles individuales. "Las circunstancias hicieron que la asistencia técnica brindada por la defensa no sea efectiva y sustancial, pues la incompatibilidad de intereses entre los imputados impidió que cada uno cuente con la posibilidad de expresarse de forma tal de preservarse totalmente a sí mismo", escribió en su presentación ante la Justicia el nuevo abogado de Thomsen, Francisco Oneto, ex candidato a vicegobernador bonaerense por La Libertad Avanza. En otras palabras, que cada imputado tuvo un lugar diferente en los hechos, por lo que debieron haberse defendido por separado y de acuerdo a su situación.
En sentido similar se expresó Benicelli en el escrito presentado a través de su ahora abogado, Carlos Attías, donde habló de un "conflicto de intereses personales" provocado por la estrategia unificada, que habría terminado por perjudicar a su "derecho de defensa". En el mismo escrito, el joven indica que Tomei le impidió declarar en el juicio para dar su versión de los hechos, que no lo notificó de que en su pantalón se había hallado sangre y que su familia no buscó al abogado sino que "fuimos persuadidos para designarlo para mi defensa técnica, a fin de no entorpecer la defensa de otros coimputados". Una acusación que se puede interpretar como un señalamiento por lo bajo hacia la familia Pertossi, punto de contacto por el que Tomei ingresó a la causa. El abogado es padrino de Emilia Pertossi, que ofició de co-defensora durante el juicio de Dolores y es hermana de Ciro y Luciano, así como prima de Lucas.
Los planteos de Thomsen y Benicelli también avanzan en poner en duda sus responsabilidades en el homicidio. En este punto las estrategias se bifurcan, algo lógico porque los dos parten de lugares diferentes en la causa. Thomsen fue señalado durante el juicio como quien golpeó con mayor agresividad a Báez Sosa cuando este ya estaba tirado en el piso. Así lo indicaron testigos y peritos de videos, y así lo entendió el TOC N°1. A eso se le suma una de las pruebas más importantes que se valoraron en el proceso: la zapatilla marca Cyclone, propiedad de Thomsen, en la que se encontró sangre compatible con la de la víctima y cuya impronta fue identificada en el rostro de Báez Sosa durante la autopsia.
Ante esa situación no es extraño que la nueva estrategia apunte a poner sobre la mesa las posibles responsabilidades de otro de sus compañeros. Es el caso de Comelli, al que el escrito de Oneto menciona directamente. Durante el juicio, Comelli fue identificado como quien pegó la primera trompada sorpresiva a Báez Sosa, dejándolo en el piso. El planteo del abogado es que debió hacerse un peritaje que determinara con precisión el golpe homicida y que, de ser identificado el de Comelli, "podría haber respondido en solitario como autor de homicidio doloso".
En un tono más leve, el escrito también menciona a Cinalli al apuntar a él como el protagonista de la pelea entre los dos grupos ocurrida al interior del boliche Le Brique y que para la Justicia fue el detonante de la golpiza perpetrada fuera del local. Oneto argumenta que, debido a ese presunto equívoco, a su defendido se le atribuyó la intención de matar a Báez Sosa cuando, asegura, ni siquiera estaba al tanto de esa pelea y se encontraba en estado de confusión por el modo violento en que los patovicas lo habrían retirado del boliche. En todos los puntos, el abogado subraya que durante la causa Thomsen fue impedido de aclarar las respectivas situaciones, de pedir peritajes o testimoniales adicionales, por la estrategia unificada de Tomei.
Por el lado de Benicelli, la defensa se orienta directamente a sacar al joven de la escena del crimen, al menos en su rol de atacante. En ese sentido se entiende la aparición pública de su padre Eduardo durante esta semana. El hombre brindó una entrevista al programa Telenoche en la que, además de cuestionar la estrategia de Tomei, aseguró que, al mirar los videos que registran el ataque, y en los que sí aparece su hijo, "en ningún lado lo veo pegando". Benicelli padre aseveró que está "seguro" de que su hijo no mató a Báez Sosa y que "si tiene que pagar por algo, que pague por lo que hizo, no por lo que no hizo".
Las nuevas estrategias individuales de los dos jóvenes se topan sin embargo con un hecho concreto: hasta ahora, las dos instancias judiciales que emitieron sus fallos sobre la causa calificaron a los cinco condenados a perpetua como coautores del crimen. Es decir que, más allá de la participación puntual de cada uno --quién pegó cuál golpe y quién pegó cuál otro, por ejemplo--, la Justicia sigue entendiendo que todos formaron parte del plan premeditado para matar a Báez Sosa. El fallo de origen, por caso, menciona que los cinco "realizaron una conducta indispensable una vez que la víctima se encontró rendido y en estado de absoluta indefensión". Aunque Casación retiró el agravante por "alevosía", la premeditación y la coautoría se mantienen, y eso dificulta cualquier estrategia para separar responsabilidades.
La otra esperanza, aún más difícil, para los condenados, es que alguno de los tribunales superiores a los que les resta acudir dé por válida la figura alternativa planteada desde los alegatos del juicio por Tomei: el homicidio en riña o agresión, con penas mucho menores a las que actualmente cumplen los ocho jóvenes en la Alcaidía de Melchor Romero. Allí, mientras Thomsen y Benicelli comienzan el camino de sus nuevas estrategias, los tres Pertossi, Cinalli, Comelli y Viollaz todavía continúan bajo la defensa de Tomei.