La economía no está en recesión, momento que forma parte de tradicionales ciclos económicos, sino en hiperrecesión, que implica caídas interanuales de dos dígitos en diferentes sectores productivos y de servicios, con probabilidad de caer en depresión si no se detiene el derrape con un giro brusco de la política económica.
No se vislumbra una alteración sustancial de dirección, por lo que se incrementa el riesgo de ingresar en una dimensión desconocida para una economía que ha padecido muchas crisis de diversa intensidad en las últimas décadas, pero nunca una con las características de depresión autoprovocada.
Para superar la recesión o salir de la hiperrecesión se utilizan conocidas herramientas de política económica contracíclicas con diferentes niveles de gradualidad.
El escenario de depresión económica exige salir del libreto tradicional y reclama una intervención del Estado aún más potente para revertir un cuadro de destrucción generalizada del entramado productivo, laboral y social.
Están pavimentando el camino hacia el abismo
Para identificar alguna referencia de lo que implica una depresión económica se puede observar el colapso de la actividad en los primeros meses de la pandemia. Pero el derrumbe fue a partir de recibir un shock externo, no como ahora que se gatilla por una deliberada serie de medidas económicas.
En el traumático año 2020, la depresión fue rápidamente amortiguada con excepcionales programas estatales de protección de la demanda y la oferta.
Para lo primero (demanda) hubo entrega directa de dinero a casi 10 millones de personas con tres rondas del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
Para lo segundo (oferta) hubo entrega directa de dinero a las empresas para pagar salarios con el programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) y, de este modo, evitar la destrucción de la estructura productiva y laboral.
Además hubo otras medidas de alivio impositivas y crediticias oficiales con una decidida política de relajamiento del frente monetario y fiscal.
Este plan permitió a la economía dibujar en ese momento la famosa letra V en la variación de la actividad, movimiento que hoy la mayoría de los economistas de diferente orientación ideológica y política no consideran viable.
Ortodoxos y heterodoxos no la evalúan posible porque ahora no existe ni la más mínima señal desde el Gobierno de preocupación sobre los ingresos de la población y la actividad económica general. Por el contrario, están pavimentando el camino hacia el abismo con una convicción disparatada.
Milei la exhibe con una cotidianidad asombrosa y lo es más cuando auditorios ocasionales lo festejan y consultoras de la city minimizan hasta ignorar los peligros que acechan a la economía real, entregada como ofrenda en el altar del superávit fiscal.
El verdadero ministro de Economía
Javier Milei, ya no como presidente de la Nación sino como ministro de Economía, rol que ha asumido públicamente en estas últimas semanas (discursos en el Foro de Llao Llao, en la última cadena nacional y en la Fundación Libertad), ha hundido la economía en una hiperrecesión y, si continúa en el sendero que elogia con desmesura, la arrojará a la depresión.
Sería una tragedia para la sociedad puesto que, en los últimos 50 años, ha habido varias crisis de intensidades diversas, pero ninguna alcanzó el nivel de depresión autoprovocada.
Para Milei sería otro tipo de tragedia porque la historia de la economía mundial muestra que de las depresiones se sale con el manual keynesiano, no con más ajuste regresivo y mucho menos con la obsesión de conseguir el superávit fiscal financiero sin importar cómo.
Hasta Domingo Cavallo, a quien Milei considera el mejor economista de la historia argentina, dice que es una exageración ir tras ese objetivo en el cortísimo plazo, advirtiendo acerca de los costos inmensos que significa semejante ajuste de las cuentas públicas para la actividad económica.
La convención política respecto del manejo del Poder Ejecutivo refiere a que el Presidente se ubica por encima de los ministros, para que éstos sean fusibles ante el fiasco de planes (económico, de seguridad, sanitarios, entre otros) ofrecidos previamente a la sociedad como soluciones.
Cuando Milei se muestra como el verdadero ministro de Economía, como lo ha estado haciendo en estas semanas, además de degradar la tarea de Luis Caputo a un simple secretario tuitero con habilidad para la emisión de deuda pública, está quemando una pieza clave del complejo rompecabezas de control del poder político: cargar las culpas del fracaso al ministro y renovar las expectativas sociales con uno nuevo.
¿Cuál será la letra del movimiento de la economía?
En general, los economistas argentinos desconocen la forma de analizar, abordar un cuadro de depresión económica y, en especial, identificar los factores que lo provocan. Más aún cuando han sido gatillados por el propio gobierno con medidas que elogian y no por shocks externos (guerras, pandemia o crac financiero global) o internos (sequías).
El riesgo de que la evolución de la economía tenga la figura de una letra I y no de una V, U o L se encuentra en la minimización, para este caso, acerca de cómo funcionan leyes básicas de la economía.
La consultora Econviews de Miguel Kiguel fue la más optimista a comienzos de este año cuando adelantaba un fuerte repunte de la economía luego de tocar piso (en V), lo que en su momento entusiasmó al propio Milei que difundió en la red X ese pronóstico. Esta misma firma de comercialización de informes económicos considera ahora que la recuperación tardará un poco más (sería en forma de U).
La evolución de las variables macroeconómicas está acomodando los pronósticos con tendencia a la forma de letra L. La consultora de Orlando Ferreres dice que la actividad económica se desplomó 9,7% en marzo. Para FIEL la actividad industrial cayó 13,7% en marzo en la comparación interanual y acumula un retroceso de 9,4% en el primer trimestre del año.
Son porcentajes que están tocando la puerta de la depresión económica, escenario abonado por Fererres al señalar que "hacia adelante no vemos que la industria alcance un piso, y podríamos ver cifras aún más negativas en los meses venideros". Se vislumbra de este modo un escenario de letra I.
FIEL evalúa que la caída de la actividad en el corto plazo no tiene señales ni motores que apuntalen una reversión de la actual recesión industrial.
Derrumbes al ritmo de dos dígitos
En esta dinámica destructiva no se está incorporando en el análisis la probable ruptura de la cadena de pagos, provocada precisamente por el abrupto derrumbe de la actividad que interrumpe el circuito de cobranzas. Esta instancia acelera las quiebras de empresas y el aumento del desempleo.
Este contexto dramático de desastre en la actividad con marcas de dos dígitos negativos y con salto en el desempleo también a dos dígitos es lo que se conoce como depresión. Algunos datos permiten observar la magnitud del colapso productivo, innecesario e injusto, causado en pocos meses por el experimento libertario.
El reciente monitor de actividad económica de la consultora PxQ informa que en febrero cayó 3,2% y en el primer bimestre del año acumuló una contracción de 3,6%. Sin el efecto del agro por la recuperación de la sequía, la caída acumulada es de 4,3%.
Este panorama crítico se reflejó en el comercio exterior: en marzo pasado las importaciones se redujeron 36,7% interanual especialmente por la contracción de las cantidades, mientras que las exportaciones se expandieron 11,5% por cantidades.
En el mercado laboral, enero pasado registró la tercera caída más pronunciada del empleo registrado en el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), mientras que la pérdida del poder adquisitivo se vio reflejada en los menores niveles de ventas en supermercados: en febrero las ventas se redujeron 9,4%.
Más caídas de dos dígitos
Los indicadores de consumo de marzo muestran que continúa el impacto negativo sobre las ventas. De acuerdo al índice CAME, las ventas minoristas cayeron 12,6% anual, mientras que el consumo de carne bovina per cápita registró el menor nivel para un primer trimestre desde 1990.
Por el lado de la producción, en febrero último la actividad industrial retrocedió 9,9% anual por noveno mes consecutivo y se ubicó en niveles similares a los de septiembre del 2020. Todos los rubros de la industria registraron caídas anuales, excepto el del tabaco, por la menor demanda interna y las dificultades para importar insumos. El uso de la capacidad instalada fue el más bajo para un febrero desde el 2002.
En el mes siguiente la producción continuó con tendencia negativa. La automotriz (-29,4%), el sector de la construcción (índice Construya, -40%) y la siderúrgica (-44,2%) exhibieron las caídas anuales más elevadas desde la pandemia.
El último informe de la UIA incorporó otros datos negativos para marzo: el consumo de energía de grandes usuarios industriales descendió 13,0% y el patentamiento de maquinaria agrícola colapsó 84,1%.
El crac de 1929 en Estados Unidos
Resulta notable cómo el análisis económico convencional naturaliza semejantes caídas mensuales en la comparación interanual, sólo explicado porque se están registrando en un gobierno de (ultra)derecha.
Cuando la economía está tocando la puerta de una depresión es oportuno conocer cómo fue la más estudiada de la literatura económica mundial: la de Estados Unidos de 1930.
Fue un evento tan traumático que derivó en la producción académica que derivó en una revolución en el análisis macroeconómico: La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, libro de John Maynard Keynes, mencionado con desprecio por Milei en su stand up realizado en el evento organizado por la Fundación Libertad.
La Gran Depresión provocó el descenso de la producción industrial y de los precios, la caída del comercio internacional, el aumento del desempleo y el incremento de la pobreza. Algunos países comenzaron a recuperarse en forma lenta recién en 1933, mientras que otros debieron esperar hasta el final de esa década.
La causa inicial fue el crac de la Bolsa de Valores de Nueva York en octubre de 1929 luego de un prolongado período de euforia especulativa, seguida por la quiebra de muchos bancos. Pero la medida que terminó por hundir la economía fue la obcecada ortodoxia del gobierno de Herbert Hoover que subió la tasa de interés para enfrentar la caída de la economía.
Esta medida, como sería la obsesión por el superávit fiscal financiero de Milei, disparó la depresión económica con deflación de precios. Se sabe que el retroceso de la actividad impacta más que proporcionalmente en los ingresos tributarios del fisco, alejando de este modo la posibilidad de alcanzar el equilibrio o superávit fiscal, lo que obligaría a un mayor ajuste del gasto público. El saldo de esta secuencia es el ajuste permanente, que tendría el mismo efecto de la entonces alza de la tasa de interés en los Estados Unidos de Hoover.
Cuál fue la enseñanza de la Gran Depresión que Milei no aprendió
El crac bursátil de 1929, que continuó en 1930, generó una atmósfera de temor y un ambiente de incertidumbre sobre el futuro inmediato de la economía.
Esta incertidumbre hizo que los consumidores revisaran a la baja sus expectativas y aplazaran compras de bienes de consumo durables, los productores, ante el empeoramiento de las condiciones de mercado y de los negocios y también desconcertados por la situación general, demoraran nuevas inversiones en equipos y plantas hasta que se despejasen las incógnitas sobre la evolución de la economía.
Así se fue desarrollando el círculo vicioso de deterioro acelerado. Después, la política monetaria contractiva de la Reserva Federal (banca central estadounidense) y el mantenimiento a toda costa del patrón oro empeoraron la situación.
Del estudio de la Gran Depresión, sus causas, desarrollo y consecuencias, se han obtenido lecciones que ayudan a no cometer los mismos desatinos que en el pasado. La política económica de Milei muestra que no sabe nada de las enseñanzas que dejó esa crisis devastadora.
El desafortunado consejo del banquero y entonces secretario del Tesoro Andrew Mellon a Hoover hundió la economía de Estados Unidos en depresión. Propuso que se debía "liquidar la mano de obra, liquidar las acciones, liquidar a los granjeros, liquidar los bienes raíces, dejemos que se purgue por sí sola la economía". Es lo que terminó convalidando Hoover y así la economía se hundió en depresión.
Milei, como presidente de la Nación y también como ministro de Economía, dice lo mismo resumido en las ideas de la motosierra y la licuadora, con el exclusivo objetivo de obtener el superávit fiscal financiero. No es un secreto que si no aprendió las lecciones de la historia económica mundial puede terminar abriendo las puertas del infierno de la depresión económica.