Lo obvio, lo primero que hace histórica a una marcha, es su convocatoria. La cantidad de cuerpos, de almas, de voluntades que salen a caminar, a marchar y a constituir ese gran evento que es una manifestación social. Sin embargo, más allá de ese número, (que también es parte de la disputa histórica, ¿fueron 800 mil? ¿fueron más que en la marcha de la CGT y los gremios? ¿la segunda movilización más grande después del festejo de las 3 estrellas?), también hay otras razones que podrían dar el carácter de histórico a la marcha.
Esas otras razones, se pueden organizar en base a los tres estratos temporales que constituyen el tiempo histórico: el pasado, el presente y el futuro. Quisiera, por lo tanto, plantear no tres lecturas de la marcha, sino tres dimensiones interrelacionadas, pero que conducen a diferentes reflexiones sobre el significado y sentido de la increíble, hermosa y potente marcha que tuvo lugar en todo el país, y en Catamarca especialmente, donde fue la más grande de los últimos 10 años, y que incluso se replicó en pequeñas localidades como Santa María o Andalgalá, donde ni siquiera hay sedes universitarias, es decir, donde las universidades son todavía una deuda, un anhelo, una esperanza.
1. La apropiación de un pasado idealizado.
Todo tiempo pasado fue mejor, dice el tango, y también dicen, los políticos de turno. Ese pasado mejor, siempre es parte de la memoria política de aquel que la evoca y tiende líneas al presente. Los radicales y morados se golpean el pecho, dicen que esta marcha nace en la mejor tradición del radicalismo y la ciudadanía civil: la reforma del 18. Nacida y convocada por las Universidades, o más bien, lo dicen a media voz, por sus autoridades, por las figuras “importantes” del mundo universitario, los rectores y decanos y el CIN, la marcha se proyecta como continuidad de la Reforma del 18 y la conexión genera una transferencia de cualidades: histórica la de 1918, histórica la de este 2024. Pesa más esa conexión histórica, que las reivindicaciones que tuvo aquella, y los sentidos de lucha que tiene esta.
Los peronistas también dicen lo propio, que reforma ni reforma, es el trabajador el que salió a las calles, las clases medias y bajas, el primer universitario de la familia, la movilidad social ascendente está viva, gritan a viva voz. Es “El Pueblo”, la figura histórica que sale a la calle, la que marca la cancha, es el pueblo, su presencia y su modo político, es el pueblo el que da la nota de lo “histórico”. Y por supuesto, para el peronista, solo hay un pueblo, el pueblo-peronista (re-afirmación de una ceguera, que también es histórica).
Y la izquierda, la izquierda impone la canción, “unidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”. No es el pueblo peronista en las calles, no son los tibios reformistas del 18, es la alianza histórica de la lucha de clases, obreros y estudiantes, el Cordobazo y Tosco, los jóvenes revolucionarios y el Che, Myriam y el Manifiesto Comunista. Una marcha histórica como el gran (con mayúsculas) Sujeto Histórico de la revolución. Ese que todos los teóricos e intelectuales de izquierda anticipan en sus teleologías históricas y luego niegan en las luchas sociales coetáneas.
Pero, ¿es solo eso el pasado de la historia? ¿una interpretación a conveniencia? ¿una acumulación de hechos que reafirman una acumulación de sentidos? ¿fue la marcha de los reformistas, los peronistas o de la alianza obrero-estudiantil? ¿o fue la marcha de las voluntades “anónimas”, la marcha de los individuos genuinos, los actores puros, no ideologizados, como sugiere la lectura de derecha que quiere borrar todo sujeto colectivo?
Todos quieren apropiarse de lo histórico, cada uno lleva agua para su molino, reafirma su propia historia de lucha (y victorias). No hay disputa, ni diálogo, ni confrontación entre las interpretaciones, todas conviven, todas se reafirman a sí misma, incluso la de Milei, a quien nada le importa y nada le afecta, “lágrimas de zurdo” tuitea inmutable. Todo ocurre en la pasividad discursiva y la tranquilidad del algoritmo, cada uno reafirmando su versión de la historia en la pantalla de su vida. Sin embargo, los discursos históricos conviven con otra materialidad, justamente, la marcha, la convocatoria, la presencia, es una materialidad histórica. La materialidad, su movimiento, su encuentro, su intercambio, su química impredecible, su repercusión, sus líneas de fuga, su creatividad, no puede ser, lo hemos aprendido hace tiempo, contenida, domesticada como dice Hayden White, por la versión oficial de la historia. Ni izquierda, ni radicales, ni peronistas tienen la potestad (tampoco la potencia) para apropiarse de lo histórico en este momento Eso, es también un problema histórico. O tal vez, siguiendo a Laclau, una oportunidad histórica, un significado flotante, esperando su hegemonía.
2. Capacidad y coyuntura.
Además de los sentidos que “lo histórico” vincula hacia el pasado, hacia las re-interpretaciones y re-apropiaciones de los significados en disputa, también se puede hablar de algo “histórico” en sentido presente. En este caso, lo histórico, refiere más a una capacidad, que a significados del pasado. En relación al presente, lo histórico se define como: la capacidad de modificar el curso de acción de una coyuntura. Un evento es histórico en la medida en que logra esa modificación.
En este caso, la discusión no se centra sobre el sujeto colectivo que marcha, sobre los que habitan la calle, sino sobre algo que los excede, sobre aquellas consecuencias que se pre-sienten, palpitan en el mismo momento en que se está gestando la potencia histórica. Este momento, este episodio tiene dos dimensiones muy distintas y a su vez ambas muy potentes. La primera, el impacto en la subjetividad individual. Nada hay más potente, que “ir sabiendo”, en los murmullos y repeticiones, que uno/a esta siendo parte de algo que quedará en la historia, de algo sobre lo que se hablará en el futuro. Y cuando de eso se hable, uno podrá decir “yo estuve ahí, yo participe”. Eso se dice en un tiempo presente-futuro, y es fundamental cada uno de nuestros cuerpos/as para que suceda. Ahí, cada individuo es trascendental, la sensibilidad, la emocionalidad, el sentir la marcha en los pies, los bombos, los cantos, las palmas, las banderas, las fotos, los abrazos, los encuentros... sin toda esa potencia afectiva, no habría lo histórico-coyuntural. La segunda dimensión a la que lleva el presente-histórico en relación a la coyuntura, es la apertura de esta última. Un evento histórico, abre la coyuntura, la rompe, le da aire, espacio, posibilidad de transformación. En un contexto de opresión, persecución, protocolo represivo, cerramiento ideológico, cooptación de mensajes, ataque a la opinión pública, destrucción del trabajo y todo el largo etc… en un contexto de neoliberalismo fascista, o libertarismo ultraderechista, en el contexto Milei, esta potencia de lo histórico, esta capacidad de una apertura, hace que la Marcha Federal Universitaria, sea brutalmente histórica, enfáticamente histórica, potentemente histórica. Esta apertura a la posibilidad del cambio, nos lleva al tercer sentido de lo histórico, vinculado, a la temporalidad del futuro.
3. El futuro no tiene dueño
La brillante intelectual que es Rita Segato, habla hace tiempo, del concepto de “dueñidad”. Los terratenientes sojeros, los gobernadores todopoderosos, los políticos porteño-céntricos, los de la lista Forbes, los Bulgeroni y los Galperin de la argentina, los de las transnacionales que vacían la patria, los Zijin, los Barrick Gold, los Livent y los Techint, todos comparten la característica de la dueñidad. El gobierno de Milei y Caputo, viene a explotar y llevar al paroxismo ese modo de vida imperial, como lo llama Ulrich Brand, esa forma de acumulación por desposesión como dice Harvey. La dueñidad, viene a imponer, sobre todo en el plano moral, ético y cultural, la idea de que es inmoral tener derechos sociales y colectivos. Solo está permitida la propiedad privada, la única forma de habitar la sociedad es a través de la acumulación individual. Lo dicen siempre, “todo derecho, es un privilegio”. Y ellos, los dueños, vienen a enseñarnos, a nosotros, los vasallos descarrilados, los indios desaprendidos, los negros ignorantes, los sucios trabajadores, los planeros y mantenidos, los ñoquis del estado, vienen a enseñarnos, a látigo y hambre, que merecemos el sufrimiento, que no somos dueños, que estamos, estábamos, estuvimos, equivocados, errados, confundidos: el que no es dueño, no accede, el que no es dueño, paga, el que no es dueño, ¡Afuera! De la universidad, del trabajo, de la salud, de la casa propia. Y desde que asumió Milei, esa idea se proyecta con éxito (mucho o poco, pero con éxito) como modelo sobre la sociedad. Y ninguna de las marchas anteriores, ninguna de las irrupciones o críticas o momentos sociales anteriores, pudo disputar esa concepción social, esa cosmovisión de mundo. La Marcha Federal Universitaria, es histórica también, porque le pone un freno a los dueños, un freno, sobre algo in-valuable, algo fuera del valor: el futuro. Porque, ante todo, la universidad es futuro, es posibilidad. La educación gratuita y pública, es la proyección de mil historias de vida hacia el futuro, es la puerta de acceso de una sociedad entera, al futuro. Por eso, es también, una marcha histórica para el futuro. En este sentido, y para finalizar, permítanme la última paráfrasis. El gran maestro y filósofo argentino Arturo Roig, nos enseñó que un sujeto histórico-político, aparece cuando hay una toma de posición. Una toma de posición que inicia por un carácter axiológico, valorativo, se trata de “saberse valioso”, es un posición ético-política. Un sujeto que se sabe valioso, que considera como fundamental el comprenderse a sí mismo, el conocerse a sí mismo, el defenderse a sí mismo; un sujeto que enraíza su historicidad en un NOSOTROS.
La marcha, fue eso, fue un NOSOTROS, que se tiene a sí mismo como valioso. Un nosotros, que no es ni peronista, ni radical, ni zurdo, un nosotros que es infinitamente mayor y más potente que eso. Un nosotros que, tal vez, sea capaz de poner un límite a los dueños y que, para ello, deberá asumir su tiempo histórico por fuera de las interpretaciones anacrónicas del pasado, y hacerse cargo, apostar, por su “novedad histórica”.
*Docente e investigador.