Desde su fundación, el peronismo ha consolidado dos roles en la democracia argentina: O es gobierno o es oposición. Lo cierto es que siempre está en las discusiones centrales del devenir político nacional. Y eso no sólo responde al trabajo de su dirigencia, sino más bien, a una doctrina que construyó una conciencia social que forma parte del ser nacional con el otorgamiento de derechos populares y la inclusión de los trabajadores al universo de la dignidad.
Hoy el país atraviesa por un momento complicado, no sólo desde lo económico y coyuntural, sino desde lo cultural y político. Porque cuando los paladines del mercado asaltan por vía democrática las instituciones del Estado, no solo para desaparecerlo, sino también para apropiarse de lo poco que pueda quedar de él y en nombre de la libertad dejar a la población a merced la patria financiera, se produce un quiebre de los pactos democráticos que la sociedad argentina construyó con convicción, como la escuela pública o la contención social a los sectores vulnerados, por dar algunos ejemplos.
Pero este escenario no es casual, y requiere de una reflexión profunda y de una madurez genuina de la dirigencia política justicialista, hoy atomizada y un tanto desorientada por los cambios de paradigma que logró imponer este gobierno, basado en la violencia dialéctica y en la destrucción de las bases constitucionales. Hoy están en juego esos derechos fundamentales del pueblo. La invitación de la dirigencia peronista de Jujuy al gobernador Ricardo Quintela no es casual.
La fragmentación política que sufre el justicialismo de esa provincia es un reflejo fiel de lo que pasa en otras partes del país. Pero también, su presencia es el resultado de la visión de organización y unidad que el mandatario viene pregonando hace tiempo, para interponer por encima de los intereses personales, una oposición que logre recuperar el centro de la escena. Un peronismo que gane la calle y le devuelva a la gente, las viejas utopías de ayer y que hoy, parecen estar siendo olvidadas. Para ello es necesario una fuerte autocrítica del sector y un acomodamiento de la doctrina con una mirada mucho más actual de las demandas sociales.
En Jujuy la dirigencia quiso escuchar a Quintela para comenzar a profundizar ese concepto de organización y unidad, pero desde el Norte Grande, es decir, desde la región más antigua y más postergada del país, donde el riojano se consolidó, más allá de las diversidades ideológicas que la conforman, como vocero y referente de un modelo de país, federal, distributivo, inclusivo y con justicia social. Quintela sostiene que no es tiempo de individualidades, sino más bien, de un peronismo horizontal que incluya a todos, incluso a quienes hoy integran otros espacios políticos, convocándolos a la mesa grande de la conversación.
El perfil social, solidario y humanista del gobernador riojano, es una referencia contracíclica en los tiempos que corren, y los dirigentes de las provincias norteñas, lo saben. Por eso, la iniciativa de oposición y resistencia política inmediata y de buenos reflejos que tuvo Quintela con el gobierno nacional, con el tiempo se va consolidando en el argumento peronista más sólido. Del encuentro participaron dirigente peronistas de otras provincias del norte, que encuentran en este liderazgo un sendero a seguir, una guía de conducción que trascienda la región y se convierta en el eje de la acción política nacional. Quintela visitó la legislatura jujeña donde fue recibido por el presidente del bloque justicialista, Rubén Rivarola.
“La Patria se forjó desde el norte” es la denominación del encuentro que fue organizado por el Frente Amplio Jujeño donde el mandatario riojano fue el principal orador. Tal vez la herencia religiosa y política de San Francisco Solano, que unió con su violín a los pueblos opresores y oprimidos, sea la música que el país profundo y soberano necesita para lograr su paz y su felicidad.