Emergen en distintos lugares del mundo distintas filosofías que intentan dar cuenta del modo en que el mundo digital-tecnológico ha intervenido de un modo radical en la construcción de las subjetividades contemporáneas. La aparición en la escena de la evidente potencia de la Inteligencia Artificial ha sumado un nuevo capitulo a la idea de la digitalización de la vida y a la subsunción de los sujetos al ordenamiento tecnológico de la existencia.
Lo que se suele señalar es que esta aparición de los nuevos artefactos que nos hablan, que alteran severamente nuestra relación con la memoria, la percepción de los hechos, la capacidad de descifrar los símbolos y que generan una serie de automatismos donde los elementos humanos van perdiendo su especificidad a favor de una digitalización de la vida se diseminan como una fuerza imparable.
Sin embargo, a pesar de la actual explosión del tema, el asunto no es nuevo. Ya Heidegger en los años 30 del siglo pasado, había vaticinado que la Técnica iba a lograr un emplazamiento de los seres hablantes de tal alcance que ni la filosofía ni la política iban ya a poder revertir y modificar. Era su diagnóstico, el Nihilismo, la desaparición de los valores y su instrumentación Técnica constituirían el soporte privilegiado de los nuevos poderes del mundo.
El error que se percibe en muchos de estos filósofos, dedicados a pensar la trama tecnológica que nos aprisiona y atrae con el goce de su utilización, es que para ellos se está produciendo una destrucción del sujeto autónomo de la Ilustración.
Esto en parte es cierto, un efecto logrado de la tecnologización es que la autonomía, en el sentido moderno del término va quedando pulverizada. En las subjetividades actuales la voz de la Razón y el discernimiento público que la debe acompañar se va esfumando mientras se va borrando la frontera entre la vida y el robot. Pero aquí nos encontramos con un razonamiento circular que merece ser comentado.
Fueron las operaciones que dieron lugar al sujeto de la Ciencia, ese trayecto que va de Descartes a Kant, las que prepararon las condiciones para que el sujeto moderno se convirtiera en el suelo del sujeto de la Ciencia y luego su metamorfosis en el mundo de la Técnica. El sujeto de la Ciencia solo retuvo del ser humano aquello que se prestara al cálculo y a la matematización de la realidad y borrando entonces su singularidad real.
En términos de Lacan: la Ciencia es una ideología del rechazo del inconsciente.
La constitución del sujeto de la Ciencia exigió para su propia constitución que todas las experiencias de la palabra: sueños, juegos de palabras, lapsus, relatos traumáticos, etcétera, fueran consideradas amenazas a la propia autonomía. En realidad la famosa autonomía fue un proyecto de homogeneidad de las existencias.
El triunfo absoluto de la tecnología tiene su verdadera base no en la autonomía del sujeto que ahora destruye, sino en su verdad inconsciente primera: el que habla no siempre sabe lo que dice porque además de hablar es hablado por el inconsciente.
En cambio ahora es hablado por las voces tecnológicas y cuando no alcanzan, interviene el verdadero partenaire del mundo tecnológico: los manuales de autoayuda.
Si se quiere revisar el imperialismo tecnológico será necesario hacer una lectura de la construcción de la racionalidad moderna que le dió lugar.