Era el año 2000 y Hilary Swank estaba en una posición peculiar. Había ganado su primer Oscar por Los muchachos no lloran, y había tomado la codiciada estatuilla frente a un público que incluía a Jack Nicholson, Diane Keaton y Morgan Freeman. Era lo que se dice una estrella. Una que llegó a tierra desplomándose cuando más tarde fue a buscar una medicación y le dijeron "lo siento, no tenés seguro de salud".
La idea de una ganadora del Oscar sin seguro de salud suena absurda, le digo a Swank a través del Zoom. La actriz, que hoy tiene 49 años, asiente enfáticamente. "Parece muy obvio, ¿verdad? Gano un premio de la Academia, soy súper famosa, todo es glamoroso... Pero gané 3 mil dólares en el año que hice Los muchachos no lloran y tenés que ganar 5 mil para poder calificar para el seguro de salud. Su facialista también asumió que su vida había cambiado de la noche a la mañana. "La siguiente vez que fui a verla... ¡me preguntó si había ido en limusina! Es un gran recordatorio de que no se puede juzgar a un libro por su portada".
Esta frase es un mantra por el que se guía Swank. Ella se hizo su nombre interpretando a personas que desafían las expectativas y verla ahora, décadas después, sin maquillaje y con una camiseta blanca, destellos de esos personajes todavía saltan hacia uno sin aviso. En su sonrisa generosa hay flashes de Brandon Teena, el joven varón transgénero que ella encarnó con devastadora perfección en Los muchachos no lloran, de Kimberly Peirce. Y en sus ojos está Maggie, la camarera de Missouri convertida en boxeadora de Million Dollar Baby, por la cual Swank ganó su segundo Oscar (para ese momento, afortunadamente, ya contaba con seguro de salud).
Su último film no es diferente en ese aspecto. Basado en una historia real, Ordinary Angels muestra a Swank metiéndose en los stilettos de Sharon Stevens, una peluquera de Kentucky que deja todo para ayudar a una chica que espera un transplante de hígado y a una familia que no puede pagarlo (alerta: es una de llorar, tengan pañuelos a mano). De buena labia y decidida, Sharon triunfa inesperadamente sobre las bajísimas posibilidades, liderando a la comunidad para ayudar a estos extraños en apuros. Piense en Erin Brockovich pero con el pelo más batido.
La película destaca la importancia de la amabilidad en una era en el que su presencia en la sociedad está llegando a su punto más bajo. Le resonó particularmente a Swank, cuyo padre fue el receptor de un transplante de pulmón en 2014. Durante tres años, ella puso su carrera en el congelador para poder ser la cuidadora permanente de su padre. No fue una decisión difícil de tomar, me dice, incluso cuando hubo personas que le advertían que no lo hiciera.
"No fue difícil en absoluto", dice con resolución. "De hecho, fue una bendición y un honor poder hacer eso. No cualquiera puede tomarse el tiempo libre para estar en esa posición". Solo se suponía que sería un año, pero uno se convirtió en dos, y dos se convirtieron en tres. "Eso estuvo bien para mí. Quería estar allí mientras mi papá me necesitara", dice. Incluso después de que Swank regresara al trabajo, su papá siguió viviendo con ella. "Mi casa se convirtió en la suya", dice suavemente. "Eran una y la misma". Él murió en 2021.
Swank cree que su regreso a la pantalla se ha facilitado por el simple hecho de su longevidad como actriz. "No tenía solo 10 años de carrera [a mis espaldas], fueron 25 años en el negocio, así que realmente no estaba preocupada por ello", dice. Sin embargo, Swank nunca ha sido el tipo de actriz que trabaje "sin parar". Mientras lo dice, mueve sus manos de un lado a otro, como si fuera un ping pong, para ilustrar la monotonía. "Eso no es algo que haga, ni siquiera antes de tener a mis bebés".
¡Ah sí, sus bebés! El año pasado, por estas fechas, unos meses antes de cumplir 49 años, Swank dio a luz a gemelos: un niño, a quien llamó Ohm, y una niña, Aya, que lleva el nombre de una refugiada siria que conoció en El Líbano. En algunas entrevistas, Swank los ha llamado sus "milagros". Ahora, radiante, describe la maternidad como "absolutamente extraordinaria". Una sonrisa se dibuja en su rostro, amplia y suave como la mermelada en el pan tostado caliente.
Debido a las huelgas de actores, que hicieron que Hollywood se paralizara durante 118 días el año pasado, Swank aún no ha experimentado la vida de "madre trabajadora", pero admite que los dos pequeños durmiendo al lado han elevado el estándar de lo que aceptará. "Es una doble bendición", dice. "Algo tendrá que cumplir todos los requisitos para hacerme querer formar parte de ello".
Conocer la historia de vida de Swank es comprender su debilidad por los desfavorecidos y los marginados. Es hija de una secretaria y un vendedor ambulante (su padre anteriormente sirvió en la Guardia Nacional Aérea, una fuerza de reserva militar de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos). Swank creció en el proverbial lado equivocado en Washington. "Aquí lo llamamos un parque de casas rodantes", dice. Su dormitorio estaba cubierto de paneles de madera, con una alfombra marrón estilo setentas y cortinas color crema. Cuando cumplió 12 años, pegó pósters de Michael Jackson, Debbie Gibson y U2 en las paredes.
"Creo que crecí de una manera que mucha gente despreciaba", dice. "Desafortunadamente, fueron muchos de los adultos a mi alrededor quienes me enseñaron que no estaba bien, y así aprendí sobre el clasismo desde muy joven. Entendí que mis circunstancias no eran lo suficientemente buenas para algunas personas".
Otros niños en la escuela fueron instruidos por sus padres para mantenerse alejados de Swank y su hermano. Ahora, esos mismos padres se detienen para felicitarla en la calle. "Me encuentro con ellos cuando voy a casa y dicen, '¡Oh, siempre creímos en ti!'". Ella pone los ojos en blanco. "Puedo tomar el camino más difícil en muchas cosas, pero en esos casos, digo, 'No, no lo hicieron. Y lamento que lo que sea con lo que estuvieras luchando no te permitiera dejarme cenar con tus hijos y me mandaras a casa cuando todos los demás se unían a la mesa porque yo no era lo suficientemente buena. Espero que eso haya cambiado para vos ahora'".
Ella tenía 15 años cuando sus padres se divorciaron y su madre dio el salto de fe de mudarlos a Hollywood. (Swank había sido parte de un grupo de teatro amateur en Washington y era prometedora como joven actriz). Juntas condujeron a California con 75 dólares en ahorros, viviendo en su automóvil durante semanas, hasta que pudieron pagar el alquiler de un pequeño departamento. El riesgo valió la pena; no pasó mucho tiempo antes de que Swank consiguiera papeles en programas de televisión para adolescentes como Buffy la cazavampiros, Growing Pains y Beverly Hills, 90210.
La vida cambió, sin embargo, cuando ella hizo una audición para el papel principal en la película independiente de bajo presupuesto de Peirce Los muchachos no lloran, la historia real de un joven transgénero asesinado en un horrible crimen de odio, en la que Swank resultó asombrosa. Como el personaje principal, Brandon, Swank transmite las alegrías del nuevo amor y la transformación tan vívidamente como lo hace con el inmenso dolor de no pertenecer. Hoy en día, esa película y la actuación de Swank son en su mayoría aclamadas como un momento crucial para la representación, pero ha habido críticas significativas sobre si fue correcto que Swank interpretara a un hombre transgénero.
A estas alturas, ella tiene su respuesta bien ensayada, una contestación elocuente que es a la vez sensible al día de hoy y comprensiva del pasado. No, no interpretaría a Brandon nuevamente. Sí, cree que sería genial que un actor transgénero interpretara el papel. No, no se arrepiente, porque se siente honrada de haber iniciado una conversación en un tiempo de silencio. Pero también, sí, cree que los actores son actores y le gustaría ver que todos tengan la oportunidad de interpretar a todos, sin importar quiénes sean.
Swank ha dicho algo similar en varias entrevistas a lo largo de los años, siempre de una manera que sugiere que, para ella, reflexionar sobre el tema no es simplemente un ejercicio de relaciones públicas sino una verdadera exploración de su pasado. Por lo tanto, elijo usar mis minutos para hacer una pregunta diferente: ¿qué aprendió en el mes que pasó viviendo como un hombre?
“Aprendí que la gente no es tan amable cuando sos alguien que no pueden definir”, responde Swank sin titubear. En el mes anterior al inicio del rodaje de Los muchachos no lloran, salía al mundo con el cabello corto, los senos comprimidos y un calcetín en su ropa interior y hablando en un tono bajo, y se presentaba a los vecinos como James, el hermano de Hilary. “Eso realmente fue triste. Me abrió los ojos para entender por qué las personas reaccionan de determinadas maneras: es solo miedo. [La amabilidad] proviene de la aceptación de cosas que son diferentes para ellos y de lo que conocen".
"Al haber viajado tanto por el mundo en ese punto, y al haber visto tanta diversidad, me pareció que esa respuesta era impactante, especialmente en personas que eran mucho mayores que yo. Eso tardó un tiempo en salir de abajo".
Ganar ese primer Oscar por Los muchachos no lloran ciertamente abrió puertas, pero la gente no estaba segura hacia dónde, dice Swank. “Creo que todos estaban un poco confundidos sobre para qué contratarme después, porque no conocían mi trabajo anterior y la primera vez que me vieron fue como una mujer muy andrógina”, dice. “Pero luego mi cabello creció y la gente decía, ‘¡Oh, parecés una mujer!’ Y yo decía, ‘Bueno, sí, soy una mujer y me defino como tal.’” Eventualmente, continúa Swank, "alguien me dio otra oportunidad", pero definitivamente hubo un período de adaptación. "Tomó un poco de tiempo dejar que la gente me conociera y me viera a mí."
Y entonces Swank desapareció nuevamente, para el segundo papel definitorio de su carrera hasta ahora: Maggie, la boxeadora. Para su papel como la luchadora valiente con un corazón de oro y coraje en Million Dollar Baby, Swank se entrenó durante cinco horas al día y consumió 210 gramos de proteína diaria, incluyendo 60 claras de huevo. Como debía comer cada 90 minutos, se despertaba en medio de la noche para tomar un batido de proteínas. Swank subió 12 kilos de músculo para el papel, esculpiendo su cuerpo en un vasija de eficiencia letal.
Swank ha dicho que Million Dollar Baby fue lo más difícil que ha hecho. Y aún así, lo haría de nuevo. "Me encanta trabajar duro", dice. "Me encanta. Me apasiona el trabajo duro, y el desafío de transformarse y hacer algo nuevo." Antes ha hablado sobre el atractivo de la transformación al inicio de su carrera, cuando los roles eran más unidimensionales. Hoy, sin embargo, se muestra más reservada. "No, creo que lo que me atrae es poder caminar en los zapatos de otras personas y poder ver a través de los ojos de personas que podrían parecer diferentes a mí", dice. "Puede parecer una gran diferencia, pero luego ves cuán conectados estamos. Todos estamos aquí para dar y recibir amor".
The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.