La historia son los grandes hechos, los que quedan en los almanaques, los que se sintetizan en los nombres que rubrican acontecimientos. Aunque en un sentido más preciso, la historia son sus márgenes. Las anécdotas de los que pasaron un enfrentamiento, una toma de poder, una rebelión. La gente de a pie es el corazón de lo que pasa: después quedarán los líderes como para ordenar todo a la manera de un cuadro o una línea de tiempo. Pero lo que es vivir la Historia... pasa por debajo, es menos lustroso que el bronce, y de ahí más real. Ian Debiase lleva eso como bandera a la hora de volver sobre uno de los hechos fundantes de la política argentina contemporánea, el Cordobazo. Las jornadas del 29 y 30 de mayo de 1969 quedan en el recuerdo popular como la unión de sindicatos y federaciones estudiantiles, quienes tomaron por asalto las calles de Córdoba capital y animaron la insurrección para provocar la caída de Juan Carlos Onganía, presidente de facto que había tomado el poder con las intenciones de perpetrarse hasta quién sabe cuándo. Como pasa con todos los proyectos de derecha que actúan con mano de hierro: llegan pensando que serán eternos, hasta que la historia les golpea la puerta. O la ventana, como sucede en la segunda de las muchas historias breves que, a la manera de un friso, componen la última historieta de Debiase, La rebelión: historias del Cordobazo. Un ruido en la ventana despierta a Onganía en la madrugada previa al levantamiento. Se levanta, la abre y una urraca, pájaro de mal agüero, a la manera del cuervo de Edgar Allan Poe, lo increpa por lo que está haciendo, por lo que va a hacer. Es el único momento en donde Debiase se permite cierto lirismo en un trabajo fuertemente documentado. Los tiranos también tienen que hacerse cargo de su lugar en la historia: el del más craso patetismo.
“Yo estaba escribiendo otro proyecto, que refería al Cordobazo en una escena, de modo muy tangencial. Pero para escribir esa escena, empecé a investigar sobre el hecho y me encontré con todo ese despliegue de recursos ingeniosos, estrategias y planificación que lo caracterizan”, recuerda Ian. “Me pareció el David y Goliat criollo. Y me dieron ganas de meterme en profundidad. Empecé a conseguir bibliografía, filmografía, crónicas. Poco después, aparece la posibilidad de publicar en la revista Fierro digital y escribo un unitario de ocho páginas basado en la información que había ido recopilando. Desde la revista me pidieron más y empecé a escribir otros capítulos. Luego decido viajar a Córdoba a entrevistarme con sus protagonistas. Terminé hablando con trece personas que participaron, que están vinculadas de algún modo con el Cordobazo”. En los doce episodios que componen el volumen que acaba de ser editado por Hotel de las Ideas, Debiase se encarga de ahondar en hechos concretos fruto del trabajo con entrevistas y materiales que cita al final, abriendo un mapa de lectura que excede los límites del libro.
Los jóvenes rapados por la policía en inmundas comisarías, su organización en los espacios escolares para revisar la manera en la que participarán del levantamiento (practicando cómo disparar una molotov, raptando gatos para soltar cuando los milicos larguen los perros, y ya en el acto, prendiendo fuego bancos y calles para disipar los efectos de los gases lacrimógenos), se convierten en esta sucesión de escenas en los protagonistas más evidentes. Hasta el punto que el episodio 7, “Las figuritas”, muestra a dos niños escapando de su casa para detener el avance policial y militar con las pocas armas que tienen: algunas piedras y unas figuritas con jugadores de Talleres. En la lógica de enfrentamiento que cruza a héroes y villanos, los primeros son representados por estudiantes, por niños, por los vecinos que cuidan a las víctimas de la represión. En el mejor sentido del término, Ian Debiase logra capturar el espíritu contracultural de una pueblada.
La conexión con las manifestaciones populares no es algo raro en el trabajo de un artista que encontró el camino virtuoso de hacer historieta la Historia, y por eso ser ampliamente leído. Hasta el punto que uno de sus libros anteriores, Subcomandante Marcos, una adaptación al noveno arte de diversos escritos del líder zapatista, será reeditado por Sudestada. “Me produce cierta atracción las expresiones llamadas ‘contraculturales’. En definitiva, me pasa lo que les pasa a muchos: cuando sos chico, te acercás a expresiones artísticas (las que puedas, las que tengas a mano) y te terminás educando con toda una cultura que se desarrolla de manera paralela y contraria a las lecturas oficiales. Producir cultura es estar dentro de esa disputa. Desde Oesterheld hasta Animal Urbano, Baudelaire, pasando por Sabato, Sartre o los Redondos. Lo maravilloso del arte es que no necesitás estar hablando de política para participar de esa pelea. Después, está la otra cultura, la cortesana, que puede ser de izquierda o de derecha, pero siempre festeja al triunfador. Esa no me interesa”.
En La rebelión, Debiase repasa dos días claves de finales de los ’60 tratando de abrir el juego: qué pasó en las barricadas improvisadas, con los amigos que trataron de salvarse y acompañarse en la lucha, quiénes eran o qué sentían los propios represores, hasta qué música y lecturas acompañaron, de fondo, el espíritu de protesta (Dylan, Cortázar, hasta Palito Ortega se dan cita en estas viñetas). La política, como la urraca que asustó a Onganía, golpea la ventana todo el tiempo. Debiase no tiene miedo en abrirla y ver qué pasa. “Cuando te ponés a escribir, el mundo se te mete por la ventana”, concluye. “Y a veces toma la forma de un hecho histórico, como fue este caso. Podría haber sido distinto si al investigar sobre el Cordobazo no hubiese encontrado ahí una chispa que me conmoviera y a la vez me permitiera hablar de aquello que necesitaba hablar. Tu historia es tu identidad y la identidad es la clave del hecho creativo: buscamos saber quiénes somos y quiénes son los demás, así se trate de mundos ficticios. En ese sentido, creo que el Cordobazo tiene mucho para mostrarnos y que, a pesar de que pasaron 55 años, la descripción del mundo que allí aparece, lamentablemente, no está tan desactualizada”.