A poco de cumplirse 5 meses de que el triunvirato Milei-Macri-Caputo y su secta de fanáticos del libre-mercado se hicieran con las riendas del país, los números que arrojan las variables económicas son propios de una zona de guerra.
El único éxito de esta administración ha sido de índole comunicacional. Reviste de cierta eficacia inducir a la sociedad a severos padecimientos económicos evocando la mística del sacrificio en aras de un “próspero” futuro próximo.
El éxito transitorio de esta artimaña discursiva no se debe a otra cosa más que a la perversidad de aprovecharse de la buena fe de los argentinos y argentinas que han hecho de una tradición inquebrantable el sobreponerse con paciencia patriótica y colectiva a los recurrentes escenarios de crisis económicas-sociales.
De cualquier modo, toda la gobernabilidad del oficialismo descansa en lo antes dicho, es decir, en la expectativa infundada de una recuperación en “V”. Este logro comunicacional es de carácter pasajero; la propia inviabilidad intrínseca del modelo económico liberal en curso atenta fatalmente contra su relato de un mejor porvenir.
Los hechos
El esquema económico ultraliberal implementado es tan simple como grotesco. Vale recordar los momentos salientes. El 13 de diciembre se efectuó un salto cambiario sin precedentes del 118,4 por ciento en un día, proseguido de un “crawling peg” (movilidad cambiaria) mensual del 2 por ciento. Ese mismo día, se determinó un incremento del impuesto P.A.I.S. que aplica sobre operaciones de importaciones-exportaciones. La alícuota del impuesto pasó del 7,5 al 17,5 por ciento.
El 20 de diciembre, vía DNU ómnibus (70/2023), se procedió (entre otras cosas) a una desregulación prácticamente total de los precios. Por último, se transitó una política de salvaje ajuste fiscal consistente en pisar el gasto primario en términos nominales mientras los tres puntos anteriores desataban el infierno inflacionario que lo licuaría en términos reales: en el primer trimestre de gobierno, el ajuste real sobre el gasto primario (base devengado) fue de un 36,14 por ciento interanual.
El objetivo de esta política económica hiperortodoxa es concretar un anhelado equilibrio fiscal sostenido en el tiempo (superávit financiero), todo esto basado en la conocida (y errada) hipótesis de que los adelantos transitorios (emisión) que otorga el Banco Central al Tesoro Nacional, para financiar el déficit fiscal, son el causante único de la alta inflación que padece el país.
Las consecuencias de este esquema de ajuste en términos de actividad económica e ingresos fueron tan esperables como funestas. Se registra una fuerte caída de la actividad económica (-4,5 por ciento en diciembre; -4,0 en enero y -3,2 por ciento interanual), con desplomes en la industria manufacturera, construcción y comercio mayorista y minorista.
Cayó estrepitosamente el uso de capacidad instalada industrial hasta los niveles más bajos desde 2002 y los patentamientos de autos bajaron entre diciembre y marzo un 26,53 por ciento. En ventas de las pymes, la baja acumulada en el primer trimestre es del 22,1 por ciento.
En salarios, respecto al bimestre octubre-noviembre de 2023, hay una merma de entre el 15 y el 23 por ciento de los salarios, mientras el recorte real de las jubilaciones es del 24,13 por ciento.
El desplome de los ingresos y la actividad económica posee su correlato en la composición del ajuste real en el gasto: al total del de ajuste real trimestral interanual antes mencionado, las jubilaciones aportan un 35,29 por ciento, la Inversión Real Directa (ítem compuesto fundamentalmente por obra pública) un 4,71 por ciento, las provincias (transferencias corrientes y de capital) un 4,92 por ciento, las universidades un 3,59 por ciento y las Asignaciones (AUH y Asign. Familiar) un 3,28 por ciento.
Errores conceptuales
Al margen de la calamidad en sí misma, resulta necesario aclarar que lo acontecido en lo inmediato pareciera estar dentro de lo esperable desde el punto de vista de quienes integran el oficialismo, ya que dan por descontado un rebote en la actividad económica en el corto-mediano plazo.
Existe un primer gran error conceptual que consiste en la adopción de un dogmatismo monetarista liberal que obliga al sostenimiento a toda costa de un equilibrio fiscal financiero bajo la certeza de que este hará menguar la inflación. La certeza constituye un error y prueba contundente de ello es que la desaceleración inflacionaria no está aconteciendo al ritmo esperado. Esto suscitó que el Ministro de Economía esgrimiera “teorías” de lo más disparatadas respecto a ofertas y promociones en comercios dando a entender que el IPC del INDEC no capta las mismas (lo cual, desde luego, es falso).
El segundo error conceptual se desprende de este dogma monetario y se funda en que la naturaleza inconsistente del modelo y la envergadura de los recortes aplicados en los egresos del sector público atentan contra la posibilidad de una recuperación duradera, ya que derivan en un sobreajuste de la economía.
La dimensión monstruosa del ajuste en la ejecución presupuestaria originará una espiralización del ciclo recesivo, producto de que la contracción monetaria excesiva combinada con una persistente inflación elevada desata un atraso del tipo de cambio, y, por tanto, un encarecimiento de los costos en moneda extranjera, lo que acarrea acuciantes problemas de competitividad.
Esto confluirá tarde o temprano en la necesidad de un nuevo salto devaluatorio, lo que retroalimenta la caída en los niveles de actividad económica interna. Al mismo tiempo, esto último obliga a un mayor ajuste en el gasto primario en función de compensar el incremento del gasto financiero propiciado por la misma devaluación (pagos de deuda en moneda extranjera) en aras de sostener el intransigente dogma del equilibrio fiscal financiero.
El implacable desplome de la actividad económica impacta en los ingresos tributarios dependientes de la economía interna. A mayor hundimiento de la recaudación tributaria real, habrá mayor exigencia en recortes sobre el gasto primario con miras, de nuevo, a que el dogma del equilibrio fiscal perdure.
Esta segunda ronda de recortes impacta nuevamente sobre la actividad económica, y por consiguiente, en la recaudación, causando una espiralización tanto de la política de ajuste fiscal en sí misma como del ciclo recesivo en general. La consecuencia de este círculo tan vicioso como fatídico podría ser una hiperdesocupación. Una traumática catástrofe social está a la vuelta de la esquina.
Disputa
El deber patriótico que tenemos como oposición no es otro que estar a la altura de la responsabilidad histórica, evitar caer en la permisividad demoliberal que ha corrompido a la política nacional desde tiempos inmemorables, dar una batalla frontal a este modelo que empuja al país al abismo económico-social, denunciar sus inconsistencias e incentivar decididamente a las mayorías trabajadoras a luchar evitando la resignación social.
Son tiempos que exigen convicciones y cuantiosa creatividad política en cuanto a la propuesta que tengamos que ofrecer de cara a nuestro pueblo. El liberalismo como sistema económico-cultural, lejos de garantizar libertades, coloca a las personas en la asfixiante presión de la incertidumbre y lo indefinido.
Nada bueno puede salir de una sociedad que sobrevive presa de la amenaza del desalojo, del despido, del desorden de precios motivado por la locura rentística de los poderosos de siempre. Esto fue lo que la experiencia pasada de gobierno no supo doblegar, mientras que se estupidizó la figura del Estado de cara a la sociedad mostrándolo como un ente ingenuo e incapaz. Los resultados electorales fueron un producto de la frustración colectiva que origina la imposibilidad de poder proyectar en el medio del caos, y la bronca con un Estado genuflexo incapaz de ponerle fin.
Ante el hartazgo generalizado en la que seguramente esta crisis devendrá, tarea impostergable será la de promover no solo más y mejor Estado sino un Estado distinto al actual. Se trata de relegitimar el concepto, propugnando un modelo de Estado nacional fuerte, productivo, que planifique con eficiencia y que ejecute con decisión, que castigue férreamente la especulación y que premie la productividad.
Un Estado creativo pero potente, que no ceda ante el libertinaje del establishment corporativo. Un Estado que ante al caos liberal emerja como un símbolo de autoridad capaz de edificar un orden económico industrializado, socialmente justo y perdurable en el tiempo, que brinde a las argentinas y argentinos, y sobre todo a las y los jóvenes de nuestra patria, el refugio seguro de la estabilidad, como marco comunitario para formarse y proyectar.
*Diputada Nacional de Unión por la Patria por la Provincia de Córdoba.