Amor, mentiras y sangre 8 puntos
Loves Lies Bleeding, Estados Unidos, 2024
Dirección: Rose Glass
Guion: Weronika Tofilska y Rose Glass
Duración: 104 minutos
Intérpretes: Kristen Stewart, Katy O’Brien, Ed Harris, Dave Franco, Anna Baryshnikov, Jena Malone.
Estreno: Disponible en salas.
La primera secuencia de Amor, mentiras y sangre arranca con el plano de un cielo estrellado. Ya desde ahí, la presencia rotunda de la música deja claro que acá el sonido será fundamental. Una herramienta para influir de muchas maneras sobre la percepción de los espectadores. La más obvia: ser una brújula temporal con el norte clavado en los años '80. No hace falta esperar a que pase una hora de película para que en la radio se mencione la caída del Muro. Basta con escuchar un solo acorde de los sintetizadores que en el cine popularizó John Carpenter para estar seguros: son los '80.
El aura neonada de la fotografía lo confirma. La cámara desciende sobre un valle árido donde se alza un galpón en el que funciona un gimnasio: las camperas de desiré, los pantalones bien cortitos y apretados, las tipografías estilo Flashdance estampadas en las remeras y los cortes de pelo también datan la época. Ahí trabaja Lou, una joven de look arrolingado que se encarga de todo, desde destapar inodoros hasta vender gaseosas. Pero también de apagar las luces y de rajar a todo el mundo cuando ve que un par de musculosos se empiezan a chamuyar a la chica que le gusta. Vale aclarar, la chica que le gusta a Lou se llama Jackie y es un ropero casi tan enorme como los tipos que la desean.
La música también apela a la memoria emotiva vinculada a lo cinematográfico. Quienes conocen a Carpenter saben que cuando una banda sonora lo cita, también se está invocando a su espíritu. Los espacios cerrados, los climas opresivos y la lucha por la supervivencia de un puñado de personajes enfrentados a lo extraño son elementos clave en la filmografía del director de Noche de Brujas. Y también lo son en Amor, mentiras y sangre. ¿O qué podría resultar más cerrado y opresivo para un par de chicas lesbianas que tratar de sobrevivir en un pueblo rural en el corazón conservador de los Estados Unidos, en los reaganianos '80?
Dirigida por la británica Rose Glass -cuya ópera prima, Saint Maud (2019), es un extraordinario ejercicio de estilo dentro del terror místico-, Amor, mentiras y sangre es a la vez una historia de amor, un policial sórdido y un distorsionado retrato de época. Tal vez por eso de a ratos recuerda a algunos trabajos del danés Nicolas Winding Refn, pero con sus fuerzas trabajando en una dirección más saludable y amorosa a pesar de la violencia, nada nihilista. Y, gran diferencia, con sentido del humor. Se trata además de la puesta en escena de un universo en el que lo fantástico juega un rol fundamental para efectuar una potente declaración de principios. Que no tiene nada que ver con cuestiones identitarias ni de política de género, aunque las lecturas en esos sentidos también puedan resultar válidas y valiosas.
Acá lo fantástico es usado para potenciar eso que ocupa el alma de la película: los deseos y sentimientos de las protagonistas. Una especie de viagra emocional que confirma, en dos momentos cruciales del relato, lo que el cine argentino ya dijo hace 30 años: que el amor es más fuerte. En este caso, de forma violentamente expresa. Ese es el motor que impulsa y transforma a Jackie, incluso en el sentido literal, en un prodigio. Un juego que vuelve a citar a los '80, usando los mismos recursos visuales y sónoros de cierta serie de televisión en la que un científico con algo de Jekyll se convertía en un Mr. Hyde de color verde.
Hay una razón más que vuelve fascinante a la película: la actriz Katy O’Brian, un portento físico al servicio de Jackie y de la película. La forma en que ella ocupa los espacios cada vez que entra en la pantalla y su versatilidad para saltar en un segundo de una candidez enternecedora a la furia más enajenada, resultan cautivantes. Como las grandes estrellas, su presencia es un imán que alimenta el deseo de volver al cine solo para ver a Jackie de nuevo en acción.