De lejos parecen gaviotas en vuelo, pero cuando te vas acercando crees que son banderas y cuando llegaste a su lado descubrís que se trata de camisas, las camisas de Las descamisadas.
Fueron armadas una por una, sobre unos dispositivos rígidos e invisibles, y cuelgan desde un techo bien alto con tanza transparente. El aire las mueve a ritmos diferentes, con una armonía que asombra y contrasta con la violencia que se percibe en las calles del país.
“Eva invirtió el sentido peyorativo, el desprecio clasista que implicaban esos apelativos para convertirlos en formas del afecto y del cuidado. Así también, las mujeres que a lo largo de la historia debieron asumir las labores de aguja como tareas propias, asignadas tradicionalmente al género femenino, lograron subvertir esa construcción social para hacer del bordado un saber transformador”, dice la curadora de la exposición, Viviana Debicki, artista plástica, profesora Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y Licenciada en Artes Visuales, UNA.
El bordado como tarea emancipadora
Los movimientos feministas y las artistas que tomaron (y bordaron) sus banderas, conocen la fuerza vital de la aguja y el hilo. “El bordado, como forma expresiva se convirtió en un área de transición del mundo hogareño al espacio público. Se multiplicó y extendió su esencia de oficio transmitido entre generaciones, para compartirse entre pares, para instalarse como una actividad comunitaria capaz de generar transformaciones profundas, de activar territorios de lucha, de borrar diferencias y diluir fronteras”, señala.
Descamisadas hace suyas esas consignas: “toma el mensaje de Eva y elige bordarlo sobre camisas usadas”, prosigue Debicki, investigadora en recursos y procedimientos del arte textil, quien realizó el mural textil que identifica al Observatorio de Género de la Justicia y su obra forma parte del Museo de las Mujeres de Costa Rica.
”Un texto bordado no se borra, está prendido a la tela, se integra a sus fibras; el tiempo y su desgaste no pueden desdibujarlo, porque bordar es escribir con las mismas puntadas los dos lados del lienzo, es darle profundidad y solidez a la palabra, consagrar a ella tiempo y pensamiento. Y hacerlo sobre camisas, esas piezas que nos remiten a un momento, a un hecho, a las personas que fueran sus portadoras, es abordar la dualidad que presentan las prendas textiles, tan capaces de señalar la presencia humana y de evidenciar al unísono su ausencia”, dice Debicki.
Este acto de intervención representa a un pueblo capaz de despertarse del letargo y transformar, de ejercer la memoria e inspirarse en palabras señeras para salir de la opresión.
El colectivo de hacedoras está integrado por mujeres de diferentes regiones del país, que se fueron sumando desde mediados de 2022 y su propósito está más que cumplido: darle vida, corporeidad, a los discursos, las frases, las palabras de Evita, agujas e hilos mediante, sobre telas blancas, como si fueran cuadernos o cartas.
Las bordadoras son Eugenia Ursi (CABA), Graciela Vanzan (La Plata), Maite Heras (City Bell), Inés Oviedo (CABA), Elena Sánchez (Bolívar), Ana María Rufinelli (La Plata), Lidia Subovsky (Concordia), María Ema Papetti (Concordia), Claudia Fernández (Ensenada), Stella Maris Vallejos (Santa Fe), Andrea Silvina Stochetti (La Plata)-Sidney Mann (Río Grande), Marcela Diaz (Río Grande), María Blanco (Rosario), Marcela Basso (CABA), Marcela Hernández (Rosario), Fernanda Salinas (La Plata), Cristina Catano (Quilmes), Mary Leyes (Quilmes), Edda Rúa (Mar del Plata), Laura Stringhini (Mar del Plata), Graciela Rojas (Rosario) y Liliana Rojas (Junín).
La instalación y todo su proceso de producción fue coordinado por Soledad Echaniz, que nació en Lobería en 1982, vivió en La Plata hasta 2019 y actualmente reside en Mar del Plata. Aunque ellas prefieren descartar las autorías individuales, por su convicción en pos de lo comunitario, hay que decir que la iniciativa fue de Graciela Vanzan.
“¿Hacia quiénes dirigía Eva sus palabras? ¿Cuál era el sujeto político destinatario de su voz encendida?”, se fueron preguntando. “No era un grupo genérico e impreciso, ella hablaba para las mujeres y los hombres del pueblo, para las trabajadoras y los trabajadores, para los humildes, para sus grasitas, para sus descamisados”.
Las descamisadas resignifica la idea de tribu, de federalismo, de intergeneracionalidad y pluralidad de clases. Son mujeres unidas, dispuestas a dignificar su rol de transmisoras del ideario de Eva y decididas a luchar frente a las desigualdades históricas y a las relaciones asimétricas de poder. Ahora han salido del espacio doméstico y han construido un territorio compartido de acción y autonomía para bordar, punto a punto, con la firmeza y la constancia de una labor de agujas e hilos.
“Todas para una y una para todas”, dicen ellas. “Como ella misma lo expresa en el prólogo de La Razón de mi vida, ‘prefiero ser gorrión en la bandada’. En cada camisa está el alma de cada una y en la obra única que las reúne está el alma de todas estas muchachas descamisadas de hoy”.
Centro Cultural Paco Urondo.
25 de mayo 201, CABA. Durante todo el mes de mayo.