Durante más veinte años, Vélez y Estudiantes se prodigaron un respeto y cariño poco habituales para los estándares de nuestro fútbol. Sucedió especialmente entre las décadas del 80' y 90', cuando se cruzaron en distintos hitos que fueron labrando el vínculo, incluso a pesar de enfrentarse en situaciones decisivas para uno u otro. Todavía faltaba mucho tiempo para que se imaginaran en una final como la que protagonizarán el domingo en Santiago del Estero. Y otro tanto para introducirlos (acaso junto a Huracán) en una discusión reciente, más propia de este milenio: quién es el “sexto grande” del fútbol argentino.
Todo parece haber comenzado en el Nacional 1980, cuando Estudiantes recibió a Vélez en el entonces estadio Jorge Luis Hirschi y las barras (a instancia de la visitante, encabezada entonces por Raúl Gámez) pactaron una tregua para evitar peleas.
En el verano de 1983, el Fortín prácticamente le hizo la segunda al Pincha ante la AFA para que no le descontaran puntos. El partido entre ambos, también en 1 y 57, había sido suspendido en el entretiempo, cuando unos petardos fueron arrojados al vestuario visitante y el DT Carlos Lorenzo aseguró que dos jugadores habían quedado lastimados. Sin embargo, el club de Liniers desestimó todo tipo de denuncia posterior e incluso aceptó jugar los 45 minutos restantes en La Plata, sin perjuicio alguno para su rival. Estudiantes ganó la reanudación con un gol de cabeza de José Luis Brown y tres días más tarde se consagraría campeón del Metropolitano ’82 tras vencer a Talleres en Cordoba, desenlace impensado si Vélez reclamaba los puntos. Era el famoso equipo de Russo, Sabella, Ponce y Trobbiani.
Diez años después se repitió el escenario, aunque con las necesidades invertidas: Vélez iba camino al primer título de la era Carlos Bianchi y debía ganarle a Estudiantes. Ambos equipos entraron al campo de juego con la bandera de su rival y se entregaron a un partidazo que incluyó un gol de penal de José Luis Chilavert y el empate sobre el final del Rulo Paris, muy gritado en 1 y 57. El resultado demoró apenas unas horas la coronación del Fortín, cuando Independiente empató su pleito y ya perdió toda chance de alcanzarlo en aquel Clausura ’93.
Un año más tarde, Estudiantes fue a Liniers en su carrera agonizante contra el descenso y se encontró con el Vélez de la Libertadores 1994, quien lo despachó con un 4-0 inapelable. Sobre la popular local colgaba una bandera blanca con letras rojas que decía: “Fuerza Pincha”. Semanas más tarde, Estudiantes bajaría a la B por segunda vez en su historia.
Cuentan que los hinchas del Fortín acompañaron algunos partidos de aquella campaña récord del Pincha en el Nacional B. Si esto fue cierto, la retribución llegó bastante rápido: Estudiantes le sacó un empate en la última fecha del Clausura ’96 a Gimnasia, resultado que postergó a su clásico rival en beneficio de Vélez, en efecto campeón.
Ya desde los 80’ muchos hinchas recuerdan un cantito compartido: “El Pincha y el Fortín, unidos hasta el fin”. Pero la relación trascendió a los resultados y a las tribunas: en abril de 2002, Vélez accedió a ingresar a 1 y 57 antes de un partido con una bandera que decía: “Sí al estadio Pincha”. Estudiantes comenzaba su pugna política para generar lo que veinte años después se conoce como estadio UNO.
Esta amistad, como vemos, trascendió todo tipo de estadios: desde los partidos mano a mano para definir un campeonato o un descenso hasta los guiños más políticos e institucionales.
Pero llegó a su fin el día que uno hizo algo que el otro juzgó imperdonable: putear a Bilardo. Fue cuando Estudiantes le canceló a Vélez la posibilidad de pelear un torneo.
Y ese día tiene fecha y lugar: domingo 29 de junio de 2003, estadio José Amalfitani. Como en tantas otras veces, debían enfrentarse para definir las chances de uno u otro. Vélez disputaba mano a mano con River el torneo y llegaba a la penúltima fecha con la necesidad de ganarle a Estudiantes, lejos de la pelea pero en alza tras el regreso del Narigón.
Con las acciones divididas y parejas, José Sosa (sobreviviente de aquel Estudiantes en la final de este domingo) abrió el marcador y el Amalfitani se estremeció. “Si esta tarde no ganamos, se termina la amistad”, comenzaron a cantar en algunos rincones. Hasta que los plateistas sobre los bancos de suplentes personalizaron su bronca en Carlos Bilardo, quien transitaba su cuarta y última etapa como DT de Estudiantes.
“Me parece que Vélez no sale campeón, porque el Pincha lo cagó”, respondieron en la tribuna visitante. Y, por si había alguna duda, reivindicaron: “Es el equipo... del Narigón”. La derrota le dejó servido el título en bandeja a River, que dos horas después venció a Olimpo de Bahía Blanca y se adjudicó el Clausura 2003 una fecha antes de su final. Esa misma tarde, Vélez perdía el torneo y el fútbol, una amistad.
Aunque pareciera que el Fortín fue el más afectado por ese partido (cuya derrota le canceló la lucha por el campeonato), es del Pincha donde más se invoca el dolor. Insultar a Bilardo es como insultar a la vieja. Aunque los hinchas de Vélez tenían sus motivos deportivos. Todo debió quedar en la cancha: así lo entendió un hincha de Vélez que interceptó al Narigón y le pidió disculpas en nombre de todos los que lo putearon aquella tarde.
Como sea, aquella pica fue escalando más de lo prudente y hasta empezó a ser considerado como un “clásico” por ambas parcialidades. El brete sólo se desactivó por la proscripción de hinchas visitantes que impera desde 2013. Ese folclore que parecía irse de las manos terminó congelándose. Y ahora los encuentra ante la posibilidad de definir cara a cara, en una cancha y con pelota de por medio, al nuevo campeón del fútbol argentino.