Todo evento contracultural es siempre absorbido por el capitalismo, este guacho es imbatible. Cualquier expresión de otro modelo de vida será reformulada para que le dé dinero a alguien que nada tiene que ver con este orden de cosas. Cualquier ruptura será representada en la proxima publicidad de Nesspreso o de Chanel. No estoy diciendo ninguna novedad: el punk, el skate, el gangsta rap, o más cerca nuestro, la cumbia, género popular por excelencia, es ahora patrimonio de unos chetos insípidos. Todas las causas nobles mueren en una remera de H&M y el feminismo no es la excepción, no solo no es la excepción es el negocio perfecto.
No, no hablo de las remeras pintadas por una artesana activista, ni de los parches de stencils, ni de las agrupaciones que hacen pins y pañuelos para recaudar fondos para su militancia. Hablo de los productos en serie fácilmente reconocibles en cualquier marcha, como las medias de “NiUnaMenos” con una mafalda triste. ¡¿Medias?! ¿Qué? Te juro. El negocio perfecto no son estas pichinchas, claro, sino la reapropación del mensaje: “¿Querés empoderarte como dicen las feministas? Necesitás este lapiz de labios”. Todas las tapas de revistas se llenaron de los slogans feministas, casi como nefastos mantras de autoayuda, el contenido te lo debo, diría el presi. Por eso no soy amiga de los slogans, sé que en cualquier momento se lo cuelga Alejandro Fantino del cuello y con eso se lava todas las culpas del mundo.
Hablando de negocios perfectos, se me acaba de ocurrir un gran curro, un taller: “Lava Culpa de Famoso”. No es un seminario, porque no veo a la gente de la tele estudiando, básicamente les cobro por hacerles unos spots en los que se muestren comprometidos y afligidos, les enseño a ponerse “feministas” en la bio de sus redes y después siguen haciendo en los medios toda la mierda machista que hacen todos los días: sus ficciones siniestras y sus debates de verga en los paneles, pero todo sin culpas y ya con el carnet de “a mí me importa esto ¿eh? mirá que lo dije una vez!”.
El domingo pasado en Perú se realizó el concurso de belleza “Miss Perú 2018”. Estos eventos me parecen lo más parecido a un matadero de vacas, a un ritual medieval de sacrificio de vírgenes y no tengo ningún respeto ni por los organizadores, ni por las concursantes, ni por el público, ni por nada. En otra vuelta siniestra del patriarcado, que es lo mismo que el capitalismo, los organizadores se dieron cuenta de que se aggiornaban a la nueva ola feminista o este curro de vender cuerpos de mujeres se les acababa, y entonces en el comienzo en el que cada concursante se presenta, en vez de decir sus medidas físicas como siempre lo hacían, las participantes enunciaron las cifras de los casos de violencia machista en su país: “Mis medidas son: 2.202 casos de feminicidios reportados en los últimos nueve años en mi país”. El contraste de la imagen de estas mujeres vestidas para venderse y el contenido de lo que decían es muy fuerte y recomiendo que lo vean. Hasta acá la idea me parece fenomenal, si es que van a ser coherentes y terminar el evento ahí y cada una a su casa. Pero no, al rato desfilaron en malla mientras en la pantalla de atrás de ellas proyectaban distintos titulares de femicidios. ¿Qué? Sí, te juro ¿Ya les explotó la cabeza? Sí, a mi también. Muchas personas ahora están diciendo “es una buena forma de visibilizar lo que está pasando”. Yo no lo creo. Yo creo que es la manera de lavar culpas, creo que es la siniestra idea de los patrocinadores y dueños de su evento para no tener problemas. Visibilizar es usar los grandes espacios para denunciar, pero si luego no sos coherente con esa denuncia el rebote es peor, se tuerce ese mensaje y desaparece, habilitando a todos los alienados que están mirando a decir “ah bueno, ¿no ves que esto es joda?”, por esto mi taller “Lava Culpa de Famoso” solo sirve para que el famoso duerma tranquilo pero no mucho más, aunque los pelotudos siempre duermen tranquilos, no soy buena con los negocios.