Analía Couceyro y Sofía Gala Castiglione ya habían trabajado juntas en La sabiduría –película de Eduardo Pinto estrenada en 2019– y también en la serie 23 pares creada por Marta Dillon y Albertina Carri, emitida en 2012 por Canal 9. Sin embargo, nunca habían compartido escenario. Hoy las reúne en la sala Cunill Cabanellas ¿Qué de magnífico tiene ser yo? Teoría sobre la cama, una creación colectiva y transdisciplinaria de la directora Julieta Ascar, la artista y performer Zoe Di Rienzo y la escritora Liliana Viola.
Una mujer toma una decisión radical: no salir de su cama. Lo hace como un modo de resistencia en un contexto de urgencia o quizás como un gesto performático para atraer curiosos. Intentan diagnosticarla pero nadie logra dar en el clavo. Zoe Di Rienzo, artista y performer, desarrolla en vivo una teoría sobre la vida en posición horizontal y revisita la historia de su antepasada Zoe Rencini, quien en el siglo XVII (en plena peste bubónica) llevó adelante una revolución sin salir del lecho. Analía Couceyro y Sofía Gala Castiglione encarnan los sueños, pensamientos y contradicciones de la protagonista.
Cuando se les pregunta cómo fue la primera lectura del material, Couceyro recuerda: “Estuvo buenísima. Cuando me convocaron todavía no estaba terminado el texto pero confiaba ciegamente en el equipo, que fue lo que me llevó a querer ser parte. Había trabajado con Juli en una performance y alguna vez había hecho algo con textos de Lili, con quien además somos amigas. Y tenía muchas ganas de trabajar con Sofi en teatro”. La actriz define el material como “nuevo y contemporáneo” y celebra la multiplicidad de lenguajes, algo que le interesa particularmente: “Acá convive lo performático con el mundo de las visuales, el teatro, el video, la música en vivo”.
Gala Castiglione, por su parte, cuenta que la convocó Liliana Viola: “Ella es muy amiga mía, la quiero mucho y tenemos una conexión bastante rara porque cumplimos años el mismo día y siento que tenemos algo muy parecido. En dos oportunidades habíamos trabajado juntas y debo decir que incluso antes de leer el texto, por su idea y su propuesta, yo ya estaba adentro”. La actriz recuerda la primera lectura como un momento bastante peculiar: “Nuestra maga Liliana nos citó a todas para hacer la famosa primera lectura y leyó todo ella. De alguna manera soltó su obra ahí, con nosotras. Me pareció una idea súper original y me conmovió escucharla. El otro día mamá vino a ver un ensayo general y me decía: ‘Se nota que te gusta lo que estás diciendo’. Hay una fuerza cuando una se siente cercana al material, cuando son cosas que vos querés decir o te parece importante que se digan”.
–La cama es el gran símbolo de esta obra. Se dice que es “el mobiliario más metafísico de la casa, donde todo empieza y termina” y hay varias referencias. ¿Cómo se vincularon con ese elemento?
Analía Couceyro: –En la obra hay referencias pictóricas, cinematográficas, fotográficas. La cama es algo que está muy presente a nivel visual en el imaginario colectivo. En mi caso, como leo mucho se me vinieron algunos links literarios: un poema hermoso de Sylvia Plath (El libro de las camas), un libro muy lindo de Annie Ernaux con un fotógrafo (El uso de la foto, junto a Marc Marie) que retrata varias camas y en cada foto hay una descripción de cómo queda todo después de una noche amorosa. Y en el libro que escribí yo (La edad justa, junto a Valeria Sestua) también hay un texto sobre las camas.
Sofía Gala Castiglione: –No hacía falta buscar demasiadas referencias porque la cama es un lugar que habitamos todos y todas. A mí me encanta y en mi casa funciona como una especie de búnker: un refugio adentro del refugio, un lugar donde puedo estar sola y tener mi espacio personal. Si puedo quedarme todo un día en la cama, buenísimo. Es un espacio que me encanta habitar. Lo lindo de la cama es eso: no es nada magnífico ni extraordinario sino algo muy común, todos nos podemos identificar.
–Desde ciertas lecturas capitalistas aparece la culpa por quedarse en la cama, por esa presunta inacción, ¿no?
S.G.C.: –Sí, es interesante lo que se plantea en la obra sobre esa supuesta inacción. Para mí no hay tal cosa. Desde el concepto capitalista se define si somos productivos o no, entonces la cama representa el ocio. El tiempo libre que uno se da es un tiempo súper productivo, importante y necesario porque es un momento en el que no estás respondiendo a ninguna obligación. Mirá lo que significará socialmente el concepto de ocio que si no estás trabajando, criando a tus hijos o haciendo algo en términos productivos parece que no estás haciendo nada.
–Hay otra lectura que vincula esto a lxs artistas y es un momento interesante para pensar eso, ¿no? El tiempo productivo y el tiempo de ocio en la cultura.
A.C.: –Creo que hay algo de la hiperproductividad, esa necesidad de estar produciendo todo el tiempo, que es cada vez peor y tiene que ver con la época más allá de nuestras disciplinas. Y hay algo del escenario político que también cambió: es un momento en el cual los artistas tenemos que explicar que trabajamos. Parecía que la gente quería a sus artistas y les admiraba, pero de repente somos unos vagos y nos robamos toda la plata. En este contexto político también hay algo que se espera de los artistas. El ocio, el arte y la creatividad son temas sobre los cuales se está pensando. Hay momentos en los que uno está buscando sin producir un objeto, por eso los procesos son importantes. Me parece que hay algo político en pensar el arte como un producto, eso es lo que está sucediendo hoy desde la bajada de línea actual.
–Apareció la necesidad de explicar la naturaleza del trabajo artístico para revalorizarlo en virtud de sus procesos y no sólo como un producto. ¿Cómo se llevan con eso?
S.G.C.: –En mi caso, yo no pienso nunca que tengo que revalorizar el arte, para mí es un valor. Al menos desde mi lugar, no siento que tenga que hacerme cargo de nada en ese sentido. Para mí el arte es súper valioso, abre cabezas y llega a un montón de lugares; es una manera de comunicarse, un lenguaje muy zarpado y universal. Lo que está pasando es tan rápido y tan violento que en los tiempos que corren me siento agradecida y afortunada de poder estar haciendo teatro, resistiendo con mis compañeras en una sala, hablando de algo que a mí me genera preguntas. Ese es uno de los grandes valores del arte: hacerse preguntas. No me hago cargo ni ahí de la desvalorización de nadie sobre lo que para mí es tan importante; no sólo es mi vocación y mi trabajo sino algo que amo.
A.C.: –Sí, es un refugio siempre y ahora más. Por otra parte, hay algo de lo productivo y la plata que está siempre en el medio. Hoy la plata ocupa un lugar obsceno: todo el tiempo estamos hablando de plata, hay un discurso súper violento que sostiene que lo que vale es aquello que vale dinero y me parece que el arte se corre de eso, aún cuando después se convierta en un objeto de consumo. Nunca es eso lo que te mueve primero a hacer una obra. En algunos casos debe ser así, por supuesto, pero no es lo más usual. Hoy tenemos que defender los espacios de resistencia más que nunca. Yo sí me hago cargo de este discurso que dice “el arte es cosa de vagos”. Para mí hay un montón de gente que está muy dormida y el arte despierta, entonces hay que estar atentas como dice la obra.
El texto explora algunas cuestiones propias del siglo XVII pero no dejan de ser actuales. Con la peste bubónica murieron muchos hombres y, por primera vez en la historia, se les permitía a las mujeres disponer de sus tierras, dirigir negocios y decidir libremente con quién casarse. “La pregunta sería por qué no se siguió avanzando en esa dirección. Hoy deberíamos estar ya en la luna de la armonía, la paz y la igualdad (...) Creíamos que ya estaba... Que con este avance increíble, las reglas establecidas a fuego se iban a derretir. Pero estos monstruos son sumamente tenaces y se reafirman allí donde no se los desmantela una y otra vez”, escribe Viola. "Este es un momento en el cual no podemos descansar en lo que conseguimos en ninguna rama porque la realidad nos dio un mazazo", dice Couceyro, y su compañera adhiere: "Sí, creo que esta desvalorización se registra en lo que se dice sobre el arte pero también en cierto tipo de arte que se plantea cada vez más desde el mainstream: todo plano, frío, superficial, políticamente correcto. No me parece una casualidad".
En ¿Qué de magnífico…? aparece una reflexión interesante en torno a los feminismos a partir de la representación de las mujeres en el mundo del arte o la propia historia de Zoe Rencini. “La mujer ES en posición horizontal”, escribe Viola. “Creo que hay algo muy interesante en estas mujeres anónimas de la historia y en estas revoluciones que encararon, como las que se rebelaban y decidían no ser madres en el siglo XVII. Zoe toma la decisión de no levantarse más de la cama, no cumple con lo que se esperaba de ella. La historia fue escrita por hombres y las mujeres siempre fuimos castigadas, quemadas, prendidas fuego”, señala Sofía. Y Analía agrega: “El imaginario femenino siempre termina siendo masculino porque está formateado por la mirada de los hombres sobre cómo debe ser una mujer, de qué manera se representa visualmente, qué se espera de ella, qué puede producir y qué no”.
La obra incluye referencias múltiples: cinematográficas (como Sleep de Andy Warhol, aquel largometraje de más de 5 horas donde el artista registra el sueño de su amante John Giorno), pictóricas (varios retratos de mujeres acostadas que se transforman en "naturalezas muertas"), literarias (la cruda versión original del cuento de La Bella Durmiente o las cartas escritas por Zoe) y otras vinculadas al arte contemporáneo (como la polémica instalación de Tracey Emin titulada Mi cama, que se exhibió en la Tate Gallery en 1999 y generó varias controversias).
Las actrices aseguran que los cruces disciplinarios de la obra habilitan un gran espacio de libertad y, lejos de convertirse en un corset formal, invitan a jugar y divertirse desde la actuación. Cuando se les pregunta por la perspectiva médica que emerge en relación a la cama –la obra contempla diagnósticos como la depresión, la bipolaridad o la esquizofrenia– Couceyro la asocia a esa obligación de tener que etiquetar permanentemente: “Eso es muy actual y muy teatral. En las artes escénicas y en la vida sucede todo el tiempo, se necesita etiquetar para definir y siempre es incómodo lo que está en el medio, lo que no se puede definir con certeza. Pero para actuar lo más interesante siempre es eso que está en el medio”.
–Siendo la cama un espacio tan privado, este espectáculo se estrena ahora en una sala del teatro público. ¿Cómo piensan lo público en tiempos en los que también se cuestiona su rol?
A.C.: –Es un momento trágico. No cabe la menor duda de que lo público está absolutamente vaciado y pauperizado, pero también desprestigiado bajo la idea de que se trata de un gasto. Para mí es una obligación del Estado producir arte y estos teatros son espacios de formación para muchas generaciones: de alguna manera, nuestras cabezas están formateadas por todas las obras que vimos acá. En mi caso, por ejemplo, recuerdo Galileo Galilei (la legendaria versión de Bertolt Brecht a cargo de Jaime Kogan y protagonizada por Walter Santa Ana que se estrenó en la sala Martín Coronado en 1984), entre muchas otras. No es algo banal ni decorativo; es alimento. Entonces es súper mentiroso y violento plantear este dilema entre comida y arte.
S.G.C.: –Sí, y es muy clasista creer que sólo se necesita comer. Me parece súper clasista porque en los lugares más recónditos del universo hay arte: un pibe está cantando en un rancho, en África están tocando los tambores aún con hambre, acá a la vuelta pasa lo mismo. Hay un montón de artistas y géneros musicales, por ejemplo, que surgen de los lugares más humildes. La creencia de que todo es entretenimiento es un error. Creo que ese es el peligro de la superficialización del arte. Cuando hablamos de lo público hay que considerar que en espacios como el Teatro San Martín la entrada está súper accesible y quizás alguien puede venir con toda su familia. En otro teatro de esta misma calle tal vez resulta imposible pagar una sola entrada.
*¿Qué de magnífico tiene ser yo? puede verse de miércoles a domingos a las 19.30 en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530).