“Lo que pasa es que nosotros no pensamos que seamos tan buenos como muchos de nuestros fans nos hacen sentir”, se divierte Bob Nastanovich, en una difusa videollamada que llega desde Paris, Tennessee, pequeño pueblo perdido en el sur de Estados Unidos donde vive rodeado de caballos. “Si conocés París, Francia, bueno, este es el exacto opuesto”, aclara Bob, más conocido como el animador, percusionista adjunto o el guía espiritual de Pavement, la banda pequeña y experimental, pero adorada y adorable, que llegó a recibir piedrazos del público en Lollapalooza en los noventas y que tan profundamente influenció la música independiente de principios de este siglo por estos lados.

“No es que quiera endulzarte, pero Buenos Aires es una de las mejores experiencias que hemos tenido en vivo y de hecho creo que es una de mis ciudades favoritas de las que hemos visitado: mejor que París, Francia, y mucho más cercana. En nuestra última reunión no veníamos de un buen concierto en Las Vegas, y no teníamos idea de qué esperar en Argentina, pero fue perfecto, excitante, la audiencia no solo estaba increíblemente comprometida y cantando absolutamente todas las canciones, sino que nos esperaban afuera del lugar. Fue un cierre de gira triunfal que recordamos todo el tiempo”, agrega el músico sobre aquella gira en 2010, la primera vez que su banda intentó una reunión para retomar todo donde lo había dejado a fines de los noventas, cuando se separaron aparatosamente y con una relación desgastada. Fue muy poco después de que su líder Stephen Malkmus saliera al escenario en uno de sus últimos conciertos atado al micrófono con un par de esposas y dijera frente al público: ¡Así es como se siente estar en una banda!

En el 2010 en Buenos Aires, sobre el escenario de la Trastienda, con un show eufórico y conmovedor para los fans duros –aquí hay muchos, el Río de la Plata es uno de los territorios Pavement del mundo por excelencia y sus bandas indies les deben mucho de su imaginario–, pero con ellos evidentemente peleados en el mismísimo concierto, la banda se presentó en su primera reunión después de una década de receso. Para ese momento, pueden reconocer hoy, seguían un poco fastidiados entre sí, o apenas limando asperezas. El principio de los dos mil, además, era aún un espacio liminal respecto a casi todo lo que conocemos hoy. Internet aún era salvaje y vital, las formas de creación y distribución y comunicación no estaban del todo claras, las redes sociales recién se cargaban de toda su posibilidad y su veneno: era todo un territorio de prueba entre el optimismo y la conmoción. Ahora, tiempos más grises para casi todos, pero con la inventiva y el sentido del humor cínico y tierno que los caracterizó en los noventas y que llega justo a tiempo para la era del meme y del desafío Tik Tok –ambas cosas de las que han logrado sacar un improbable provecho, sin desearlo realmente–, la banda está mucho más entusiasta sobre su nueva reunión, y a punto de tomar un avión que los traerá por segunda vez a Buenos Aires como parte de las actividades que empezaron con un segundo retorno en 2022 como festejo por sus 30 años de carrera. “Bueno si me hubieses preguntado en 1999, cuando seguramente vos eras una bebé, si Pavement seguiría siendo un algo en 2024 te hubiese dicho: absolutamente no. Fue muy sorprendente en 2010 y lo es ahora también”, celebra Nastanovich.

Nacida en Stockton, California, liderada por Stephen Malkmus, que era guardia de seguridad en un museo, y su amigo de infancia, el guitarrista Scott Kanberg, alias Spiral Stairs, Pavement fue una banda pequeña que celebraba serlo. Constantemente llamada a algo así como el éxito, aunque para bien o para mal, parecía hacer todo para no lograrlo. Cuando la industria musical, muy motivada por el éxito de Nirvana –un éxito que jamás pudo reproducir-–, entró a escarbar al underground en busca de cualquier cosa que pudiera igualar ese suceso comercial –y hasta a Daniel Johnston, que era esquizofrénico y grababa hermosas canciones en cintas de cassettes intentó convertir en estrella pop–, Pavement parecía ser uno de los número fuertes en la fila de la posibilidad. Pero eso nunca sucedió realmente.

En su época, fueron una banda de mediano impacto, fanáticos de la experimentación, de la colisión entre ruido y melodía, de la intuición y de otros fenómenos de culto como los ingleses de The Fall, de quienes practicaron covers, acaso un emprendimiento tan absurdo como hacer un cover del interior de una fábrica o de un gallinero. Siempre al borde de algo, pero siempre defendiendo lo suyo. Lo suyo: la autenticidad. Cuánta belleza y cuánto daño ha engendrado ese concepto. Se podría decir que la relevancia final de Pavement ha sido la intensidad de sus esquirlas en una siguiente generación de músicos con una sensibilidad afín que los venera –su filosofía, su libertad–, incluso en lugares muy lejos de casa: de Argentina a Islandia, extremos del mundo. “Sabés, yo creo que hicimos discos que nos gustaban mucho en los ‘90 y la gente finalmente ha empezado a escucharlos y a gustar de ellos. Creo que la gran razón por la que seguimos aquí es que la banda se ha hecho muy popular desde que nos separamos. En los ‘90 no éramos lo suficientemente grandes como para ir a Buenos Aires, menos por segunda vez”, calcula Nastanovich.

Pavement en 2024 (Foto: Tarina Westlund)

VARIAS COSAS A LA VEZ

La banda empezó en el dormitorio de un drogota llamado Gary Young, su primer baterista, grabando demos, y en principio sin ningún afán de tocar en vivo o de sacar discos de verdad. Incluso, rechazando acercamientos y entrevistas que se amontonaban mediante crecía su notoriedad –un momento donde se podía tener notoriedad con cintas que se difundían entre entusiastas y curiosos–, y que los obligó a convertirse en una banda “en serio”. Su forma de tomar decisiones, incluso arriesgándose a no pertenecer, a no pegarla, pero protegiendo su identidad –lo que sea que eso signifique–, es algo que muchas de las bandas posteriores tomaron como consigna filosófica, ya sea como ética o simple declamación. Bueno, decisión uno: el mismo Nastanovich –una persona muy cálida que en este momento se entusiasma hablando sobre el hipódromo de Buenos Aires–, estandarte de la banda, ni siquiera es músico, o sí, pero no de una forma ortodoxa. Su misión en el escenario es la de un animador desquiciado que salta y baila y grita y explora distintas formas de percusión, tales como cencerro, la pandereta, o un tacho de batería o cualquier cosa que pueda ser golpeada. Tema aparte: hay una teoría muy extendida entre los músicos que indica que su forma festiva de gritar en el escenario inspiró la célebre “Song 2” de Blur. Imposible saberlo realmente. Amigo de la universidad del líder mercurial Stephen Malkmus –uno de los compositores más inspirados de su época–, y del extraordinario y atormentado líder de Silver Jews –muerto por mano propia en 2019– David Berman, Nastanovich estuvo al costado del rock mientras sus amigos hacían canciones y formó parte lateral de todos sus proyectos. Entró a Pavement principalmente para intentar controlar a Young –ese primer baterista carismático, alcoholizado, adorado y recientemente fallecido, justo para el estreno de un documental sobre su vida–, y además se convirtió en el encargado de recolectar el dinero y mantenerlo a salvo en una bolsita lo que fuera que duraran las giras: hubo una época en que así eran las cosas. Para los fans él es “el gurú” de la banda. “Yo creo que Pavement tenía un límite respecto al éxito que podía lograr. En los ‘90 nosotros solo tratábamos lo mejor posible de hacer canciones que nos encantaban y la esperanza de que la gente le gustaran también, creo que es lo que quiere toda banda”, dice Nastanovich, quien, accesible y verborrágico –a diferencia de Malkmus, nobleza obliga–, es el principal encargado de dar entrevistas, aunque a menudo tenga que repetir a los periodistas: “Qué se yo, yo no escribí la canción, yo no escribo las canciones, pero están buenas”. Otra decisión Pavement.

Con decenas de singles y cinco discos de larga duración, partiendo por Slanted and Enchanted (1992), el disco fundacional que los convirtió decididamente en banda y que los define hoy como un estandarte de lo que se conoce como “indie rock”, Pavement fue realmente varias cosas a la vez. Una banda de rock distorsionado, excitante, casi inaudible; una banda de canciones tan somnolientas y conmovedoras que a uno lo arrastraban a la contemplación de las cosas más triviales; una banda que en algún momento decretó, a contramano de sus colegas –y después de dedicarse a dar conciertos donde se ufanaban de no ensayar sino hacer jams o lo que les diera la gana– que ser realmente vanguardista no era el ruido y el descontrol sino volver al rock cancionero más clásico y accesible. En ese momento, de hecho, estuvieron cerca del éxito en el sentido más tradicional de la palabra: sonaron en MTV, musicalizaron Beavis & Butthead, se aprontaron a grabar un nuevo disco en un estudio de lujo con Nigel Godrich –el todopoderoso productor de Radiohead y Beck–, y Jay Leno los invitó a su Late Show, gran cosa por el momento, aunque es bien recordada su reacción al irse a comerciales: “Bueno, ya volvemos... ¡con lo que sea que sea esto!”.

También lograron transformar en tópico la idea misma de tener una banda de rock, de salir de gira y todos sus entresijos, y ahí se llevaron puesto al negocio de la música y a sus contemporáneos. Ironizaron, con una gran autoconciencia de su momento y con un sentido del humor irresistible que solo podía hacer quedar como bobos a quienes les respondían con fastidio, acerca de la afectación y las ínfulas de algunos de sus pares. De hecho, la historia dice que Billy Corgan, el líder de los Smashing Pumpkins, uno de los fastidiados, furioso amenazó con no tocar en Lollapalooza si Pavement era invitado, allá por los noventas. Y no contento con aquello, en 2010, para la primera reunión de la banda, los llamó “la muerte del sueño alternativo” y además “¡unos vendidos!”. No se puede decir que finalmente la banda pequeña haya pasado desapercibida en el mainstream.

Foto de prensa del grupo en sus años de gloria (Foto: K. Westenberg)

LO QUE DIJO LA HISTORIA

En 2019, los fans se preguntaban si habría una reunión por los 30 años de Pavement, que lanzó sus primeras canciones en 1989. Y, de hecho ese era el plan. Sería en un par de conciertos únicos en el Primavera Sound de Barcelona y Porto. Para ser una banda autoproclamada del género slacker-rock –que ellos se inventaron–, o sea, una banda de rock “vago”, o rock “desempleado”, o de rock hecho por gente que no se plega a la vida modelo, los integrantes de Pavement resultaron insólitamente laborales, nada de tocar la guitarra hasta el amanecer, nada de vida rockera. El baterista Steve West es albañil, el bajista Mark Ibold es barman y el guitarrista Scott Kannberg estaba estudiando para ser chofer de buses. Bob Nastanovich por su parte, se dedica al negocio de las apuestas y las carreras de caballos: es manager de jockeys, escribe sobre carreras, analiza datos, cría potrillos. “Y un montón de trabajos vinculados o no para mantener esta locura”, dice él, que ama la hípica desde la adolescencia. A todos ellos hubo que ir a sacarlos de sus labores para pensar en una nueva reunión de la banda.

Pero la historia dijo otra cosa, y la pandemia, que arrasó con todo y que convirtió en población de riesgo a los punks y los indies de sus épocas originales, precipitó la suspensión del evento de reunión, no una sino dos veces seguidas, colaborando a engrosar el mito y la ansiedad. Mientras tanto, como todo a veces encaja en el momento adecuado, en medio de la vorágine pasó algo absurdo y aleatorio, pero irresistiblemente afín al espíritu de Pavement. Esto le pasó también a Dua Lipa, ya más previsiblemente. E incluso le pasó a Beach House, una banda de dreampop tímido que odia las redes sociales. Obra y gracia del gran cerebro de internet que todo lo fagocita y donde lo azaroso puede convertirse en norma.

Lo que sucede es que “Harness your hopes”, una canción de los lados B de Pavement, que no pertenecía a ningún disco editado, y sin ninguna importancia particular para la banda, por razones desconocidas se hizo viral en un reto de Tik Tok, una plataforma usada básicamente por niños y adolescentes cuyo 80% de contenido es gente bailando frente a la cámara. La anécdota dice que Stephen Malkmus se enteró del asunto únicamente porque muy asombrado escuchó la canción sonando en una panadería y sus hijos le informaron que esa canción desconocida, 30 años después había devenido hit.

“Supongo que los jóvenes saben más que nosotros”, se ríe Nastanovich. “Es increíble que toda la gente de 20 años del público cante ‘Harness your hopes’ como si se le fuese la vida en eso. Es una canción que nosotros ni siquiera tocábamos en vivo, no era una canción importante de Pavement, pero obviamente estamos contentos de tocarla ahora si tanta gente la pide”, agrega. La canción tiene 140 millones de escuchas y contando, eso es mucho, mucho más que las escuchas que tiene la discografía de Pavement en su conjunto. Y a la vez, como viene pasando con distintas bandas de la época, los introdujo a un público nuevo que los descubrió por las redes y que de alguna manera los hizo propios a pesar de habitar una contemporaneidad tan radicalmente diferente a su sensibilidad original.

CLÁSICOS DE ROCKOLA

Con esos antecedentes finalmente se produjo la segunda reunión de Pavement por los 30 años de vida, en 2022, con un éxito que desde entonces los ha tenido girando por todo el mundo. “He visto la diferencia desde que tocamos por última vez porque mi rol en la banda es importante de otra manera, o sea estoy ahí para entretener a la audiencia. La combinación de no haber tocado en tanto tiempo y a la vez de tocar para toda esta gente que no había podido ver música en vivo en tanto tiempo era tremenda. Podías ver en todos lados un nivel de excitación total, gente muy feliz de hacer algo que no sabía si iba a poder hacer de nuevo”, dice Nastanovich, que en su momento tuvo que atajar también la siguiente pregunta para ellos: si la banda –una verdadera maquinaria de lados B y material inédito– iba a lanzar un nuevo disco o enfocarse en componer canciones nuevas.

Pero muy pronto Stephen Malkmus –que tiene una decena de discos por su lado, el único que realmente ha hecho de la música una carrera– anunció literalmente que le daba “cringe” componer para Pavement hoy. “Entiendo el ímpetu por sacar un nuevo disco, hace que parezca que el grupo sea más legítimo o algo así, y no sólo que la reunión sea un negocio para ganar dinero. Pero no tiene por qué ser así. Si uno es dueño de sus canciones, la gente puede comprobar por sí misma si somos unos vejestorios en una gira de reunión para hacer caja o si lo hacemos porque lo estamos pasando genial”, aseguró en medio de los shows.

Desde entonces la banda se ha ocupado en complacer a sus fans más pesados en el escenario y a los coleccionistas en el área de los objetos exclusivos. En 2022 lanzaron Terror Twilight: Farewell Horizon, un disco de 45 canciones que recupera el álbum original publicado en 1999 y que, a contramano de Pavement mismo, fue grabado en un estudio caro y producido por Nigel Godrich. Esta edición remasterizada viene con el orden cancionero que Godrich –una maquinaria de éxito de los noventas– sugirió para mayor trascendencia, y que la banda por supuesto rechazó. “Sigue siendo un disco de Pavement. Y un gran disco. Como todos los álbumes de Pavement que le precedieron, Terror Twilight emociona y confunde”, dijo su sello sobre la reedición, que además tiene lados B, maquetas y pistas de la sesión desechada que grabaron en Echo Canyon, el estudio de Sonic Youth.

En 2024, hace apenas unas semanas se anunció la preventa de una pequeña tirada de Cautionary Tales: Jukebox Classiques, una caja de edición limitada,que solo llega por correo, y que recopila sus singles en 7’’ reunidos en la monumental cifra de 18 discos discos y un libro. Acaso un paseo por su historia: en lugar de intentar llegar a la mina de oro de un sello gigante, laboriosamente publicaron material en muchos sellos independientes, siendo el sello Matador –hogar de Cat Power, Sonic Youth, Yo la Tengo o Belle & Sebastian– su casa principal. Bueno, también hubo remasterizaciones de “Harness your hopes”, la canción que aman los adolescentes y un video acorde protagonizado por Sophie Thatcher, la joven actriz de Yellowjackets, que aparece como una fan tan devota que es teletransportada a los ‘90.

A la vez, el instagram de la banda se fue convirtiendo básicamente en una página de memes que condensa su sentido del humor; con ternura, con malicia, seguramente lo que hubiesen hecho en los ‘90 de existir las redes sociales. “Cuando estás en el prime de tu vida es muy excitante estar en una banda que crece y el hecho de que todavía se celebre y que la gente sea tan apasionada al respecto es un testimonio del poder de Stephen Malkmus como compositor, y de la banda y sus personajes”, se entusiasma Nastanovich. “A veces me siento viejo, sí, pero también me topo con gente realmente mayor que sigue haciendo esto. O sea, yo vi a Billy Joel en quinto grado y ahora veo que está haciendo el mismo show en el Madison Square Garden, igual de bueno. Bruce Springsteen... ese tipo está tan en forma como un veinteañero ¡Quizás me hubiera gustado cuidarme más! Pero lo importante es que algo como venir a Argentina es un bonus, no tantas bandas pueden hacer esto, no tantas pueden continuar existiendo así, de esta forma, con este entusiasmo”.