Las pastas de la abuela
Aunque el nombre remita más a España que a Italia, Carmen es un restaurante de pastas armado por cinco amigos, algunos con otros desarrollos gastronómicos (como Growlers, por ejemplo), y la cocina a cargo de Nacho Feibelmann, conocido por su paso por Masterchef. El nombre es un homenaje a la abuela de Nacho, mentora de muchos de los sabores que este joven cocinero plasmó en la carta del restaurante. Una cocina de sabores de infancia, sabrosa y abundante, con detalles que la diferencian del clásico menú hogareño.
Las pastas son protagonistas: en diferentes combinaciones se encuentran los tortelli que vienen rellenos de pesca de río que se prepara en un kamado (lo que aporta un ahumado muy atractivo) y se sirve con manteca de lemongrass. El pescado de río es un legado adolescente del chef, que se juntaba con sus amigos en Rosario para improvisar un pescado a la parrilla cada vez que había tiempo. En carta también hay un plato de girandola, una espiral de pasta rellena de batata asada con parmesano, castañas y menta; o las cintas al huevo con el tradicional caccio e peppe (queso y pimienta) que acompaña una suculenta costilla también asada en el kamado (desde $12000). Más allá de las pastas, entre las entradas hay una contundente tortilla que se sirve bien babé y unas croquetas de hongos (desde $8000).
Para el postre, si aún queda lugar, dos opciones: ananá con crumble especiado y yogur; y una tarteleta de frutillas, queso de cabra y mermelada de tomates (desde $7000). La carta de vinos tiene 26 etiquetas de distintas cepas donde, además de los clásicos tintos y blancos, se suman los pet-nat y los naranjos. De yapa, en la entrada del local, que tiene un salón cómodo y cálido con un patio interior, está la ventana de despacho de pastas para comprar y preparar en casa.
Los amantes de las pastas encontrarán en Carmen un espacio para darse todos los gustos. Pastas recién amasadas, salsas originales y platos bien hechos que regalan un poco de ese amor nostálgico por una época que ya fue.
Carmen queda en Gurruchaga 1426. Horario de atención: lunes a sábados de 20 a 00.30 y viernes a domingos de 12 a 16. Instagram: @carmen.pasta.
Casa de sommeliers
En el corazón de la avenida Caseros, el boulevard más lindo de San Telmo, abrió hace unas semanas el wine bar Turvina. Aquí la dueña y sommelier Sofía Maglione diseñó una carta con etiquetas que recorren todo el país, bajo una idea rectora: en Turvina se aprende bebiendo. Además del clásico funcionamiento de todo bar, donde la gente va, bebe y conversa, aquí también se puede conocer más sobre la bebida emblemática de nuestro país: el vino ya no es un tema de tinto o blanco, sino que las opciones se multiplican y ahora, además de cepas, bodegas u origen, se abren pestañas que incluyen el terroir, la exacta ubicación de la parcela o hasta la hilera de la que provienen las uvas que forman ese vino, su método de elaboración, el enólogo firmante y otros mil detalles que son parte de la botella elegida.
El menú incluye bodegas grandes, consagradas y reconocidas; pero también pequeños productores, partidas limitadas y joyitas a descubrir. Además de Sofía, los camareros son también sommeliers o estudiantes de sommellerie, capaces de ayudar al comensal a encontrar la copa perfecta. Y para los más curiosos, dos martes al mes (las fechas las publican en el Instagram), Sofía lidera una cata a ciegas para seguir compartiendo secretos.
Turvina tiene varios espacios, un salón chiquito y cómodo donde se hacen las catas, algunas mesas arriba y un deck en la vereda a punto de estrenarse. Todos los días hay selección de vinos por copa, las botellas están casi a precio de vinoteca, aptos para todos los bolsillos. Para acompañar, hay tapas (desde $3000) como buñuelos, vitel toné y hojas de repollo rellenas de puré de coliflor, cebolla, zucchini y morrón. Infaltable la picada con quesos y fiambres seleccionados (desde $10000) y dos opciones de sándwich (desde $9000). Para el que no toma vino, hay tragos clásicos y vermut.
Para la copa de after office antes de volver a casa o para salir con amigos que disfruten de compartir un buen vino, Turvina es una gran opción: un lindo espacio que respira juventud, al que dan ganas de volver una y otra vez.
Turvina queda en Av. Caseros 474. Horario de atención: martes a sábados de 17.30 a 24 y domingos de 17 a 23.30. Instagram: @turvina_.
La joyita del barrio
Cuando Julián Galende nació, su papá plantó un alcanfor, hecho que quedó registrado en la historia familiar. Pasó el tiempo y, ya convertido en chef, al abrir su primer restaurante propio, Galende decidió bautizarlo con el nombre del árbol que había marcado su nacimiento. Alcanfor abrió a fin de 2023 en una tranquila calle de Villa Crespo, y hoy está asentado como una joyita del barrio. Es que Galende tiene con qué: dio sus primeros pasos en la cocina de la mano del chef Darío Gualtieri; estuvo luego casi dos años en Mirazur, el multipremiado restaurante francés de Mauro Colagreco. Y al volver, desembarcó en el Palacio Duhau Park Hyatt Buenos Aires, donde abrió Gioia, el primer restaurante plant based de la cadena a nivel global.
La carta de Alcanfor conjuga entradas con gran personalidad y platos principales basados en un buen producto tratado de diferentes formas. Desperdicio cero y aprovechamiento total del producto. Entre las entradas (desde $7000) hay shiitakes con puré de kale y nabo encurtido; pimientos asados, queso de cabra y alcaparras, y calamar, cebolla blanca y uva. Y es delicioso el pan con manteca, que recuerda a sabores de otra época.
Entre los principales, hay corte de cordero en dos preparaciones con una ensalada de caqui y queso feta; pechuga de pollo grillada con hinojos y fondo de pollo infusionado con eneldo; y hongos a la plancha con puré de maíz, algas fritas y morrón (desde $17400). Para el postre, una Panacotta de sauco, ciruelas y helado de cuesco; o un infaltable húmedo de chocolate con helado de Nutella y crema de haba tonka (desde $6550). La carta de vinos fue diseñada por la sommelier Miel Griguoli con una linda selección de etiquetas.
El salón de Alcanfor es pequeño, tranquilo y reservado solo para 24 cubiertos. Todo pasa ahí, frente a la impecable cocina abierta ordenada como si hubiera estado Marie Kondo en persona. Un lugar precioso para bajar mil cambios y entregarse -como decía Sandro- a un mundo de sensaciones.
Alcanfor queda en Aguirre 949. Horario de atención: martes a sábados de 20 a 23.30. Instagram: @alcanfor.bsas.