Si el fútbol argentino, y sobre todo el fútbol de ascenso, está colmado de mitos, leyendas e historias que son dignas de un libro de cuentos, la de Pablo Vicó ocupa un lugar preponderante. Este viernes, el ciclo más largo de un entrenador en la historia del fútbol argentino llegó a su fin, ya que después de 15 años dirigió su último partido como director técnico de Brown de Adrogué, equipo de la segunda categoría, en la derrota por 2 a 1 frente a Estudiantes de Río Cuarto. En total fueron 5475 días y 564 partidos, en los que consiguió 203 victorias, 183 empates y 178 derrotas.
Reconocido por muchos como "el Ferguson del conurbano", Vicó culminó su etapa como entrenador del equipo tricolor del municipio de Almirante Brown, y resulta imposible no repasar la historia del "bigotón", que se convirtió en uno de los personajes más icónicos del deporte más popular del país. ¿Su particularidad más resonante? Vive en la cancha, a 74 pasos del campo de juego.
Grupos de Facebook llevan su nombre, y páginas de Instagram tienen su cara como foto de perfil. Su parecido con Don Ramón, la catarata de memes, su cara dibujada en cientos de billetes de dos pesos son anécdotas que engordan la historia. Allí están los triunfos históricos contra Independiente, uno como visitante en el debut del "rojo" en la B Nacional y otro en Copa Argentina; el buffet del club que lleva su nombre, al igual que una parte de la tribuna, que fue bautizada cuando Vicó cumplió 500 partidos como DT. Un hincha que se tatuó medio rostro de Don Ramón y medio suyo, y una calle de San Clemente del Tuyú lleva su nombre.
Cuesta reconstruir quince años de historia en algunas líneas, porque Vicó mantuvo el ciclo más extenso a nivel nacional, y hasta el viernes ostentó el quinto en vigencia a nivel mundial. Pero para tomar dimensión de su obra en el ámbito local, alcanza con recordar que durante la última Copa de la Liga de primera división echaron a ocho técnicos en once fechas. Y en la segunda división, en la que él dirigió hasta hace un par de horas, 18 entrenadores abandonaron su cargo en sólo trece fechas. En el fútbol argentino completar un torneo como DT es una proeza, pero Vicó y su querido "Bron" fueron la excepción.
El dólar valía poco más de tres pesos cuando inició su ciclo el 21 de marzo de 2009, en el empate 1 a 1 como visitante frente a Italiano por la Primera B Metropolitana, la tercera categoría del fútbol argentino. Lionel Messi todavía no había ganado ningún balón de oro, Diego Maradona era DT del seleccionado nacional y sólo cinco campeones del mundo en Qatar 2022 habían debutado como futbolistas profesionales. Pero su historia con el tricolor de Adrogué data de tiempo atrás.
No es una frase hecha: Brown es su casa
A fines de los setenta Brown de Adrogué descendió a la última categoría, y para rearmarse acudió a los potreros. Vicó, que nació el 5 de noviembre de 1955 en en Parque Patricios, jugaba en un equipo de barrio que se hacía llamar Bichos Verdes. Era delantero, flaco y alto, como se mantiene en la actualidad. En ese momento tenía apenas veinte años, y según contó, sus padres habían rechazado ofertas para que vaya a probarse a Independiente y Racing. Los Bichos Verdes fueron hasta Adrogué para probar suerte, pero sólo quedó Vicó.
En el tricolor jugó dos temporadas. Durante la primera hizo 14 goles, y en la segunda convirtió 28 tantos en 30 partidos. Su resonante aparición en las canchas del ascenso valieron un paso a Temperley, también del sur bonaerense. Luego jugó en San Miguel y Tristan Suárez, todos equipos de la provincia de Buenos Aires, pero su carrera se vio truncada por un encadenamiento de lesiones que derivaron en seis operaciones, que para su lamento lo marginaron de las canchas.
"Siempre hay quilombito en un cielo de dos", escribió una vez el Indio Solari. Y Vicó lo vivió en carne propia. En 1998 una separación lo vapuleó emocionalmente, a tal punto que quedó en la calle. Recaló en una pensión que detestaba, pero su "Bron" apareció una vez más. Él dirigía una categoría infantil cuando Juan Vairo, en ese momento presidente del club de Adrogué, lo invitó a vivir en la concentración recién inaugurada dentro del complejo del estadio Lorenzo Arandilla, ubicado en Illia y Bartolomé Cerletti.
Al vivir en el club incrementó sus funciones. Estuvo en la escuelita de fútbol, en el baby fútbol, cortó el pasto, manejó el tenis, cobró el alquiler de las canchas, y demás. Cuando tuvo a su mando algunas categorías inferiores del tricolor, Vicó sumó sus primeros partidos como DT de la primera, pero en aquellas ocasiones como interino. Algunos en la temporada 2004/2005, y otros en la 2005/2006. Sin embargo, en 2009 y tras la partida de Juan Carlos Kopriva, Vicó dijo que no quería ser interino por dos partidos, y que pretendía que lo dejaran al mando del plantel por el resto del torneo. Los dirigentes aceptaron, exigieron resultados, y él cumplió.
El club mantuvo su proyecto con el correr de los años, pero él nunca quiso irse de su casa. El entrenador, en un ambiente, montó su habitación, el comedor, y la cocina, y allí también trabajó durante todo su ciclo, analizando videos, preparando los partidos e ideando estrategias.
El primer ascenso
El 22 de junio de 2013 Vicó condujo a su querido tricolor a un hito sin precedentes hasta ese entonces y lo ascendió a la B Nacional. La final del reducido fue frente a Almagro, a ida y vuelta, y el arquero Pablo Burtovoy se convirtió en figura en la definición por penales para que el tricolor alcanzara la hazaña.
Meses más tarde, su estreno en la B Nacional fue soñado, porque el sorteo hizo que Brown debutara como visitante frente a Independiente de Avellaneda, que por primera vez en su historia había descendido de categoría. El 3 de agosto de 2013 se enfrentaron dos equipos nuevos para la segunda división, y el triunfo fue para el más chico. Con goles de Fabro y Sproat, los de Vicó escribieron la historia grande y derrotaron al máximo ganador de la Copa Libertadores en su casa.
A pesar del comienzo prometedor, y de otros triunfos históricos como el 1 a 0 a Huracán como visitante, donde tras derrotar a Mohamed Vicó, hincha quemero, le rogó que continuara en el cargo, el equipo bonaerense no hizo pie en la categoría y descendió al año siguiente.
En más de una ocasión Vicó contó que, tras descender, le comunicó al presidente que no continuaría en el cargo. Bajar de nuevo a tercera división había sido un mazazo, pero Vairo y el DT se fundieron entre el llanto y el abrazo, y el "bigotón" se convenció de seguir.
La tragedia
En pleno centro de Adrogué, en el cruce de las calles Retiro y Soler, Cristian Gabriel Vicó, el hijo de Pablo, manejaba su camioneta cuando un auto lo embistió. Era 5 de febrero de 2015 y en el otro vehículo viajaban seis ladrones pertenecientes a “La banda de Curly”, que eran conocidos en la zona por realizar asaltos y entraderas. De hecho, se trasladaban a altísima velocidad porque venían de asaltar una casa. Cuatro días más tarde, y con apenas 40 años, Cristian falleció.
A raíz de la noticia, Pablo sufrió un infarto en su casa, la cancha de Brown. Estuvo doce horas así, y declaró que "sabía que estaba infartado, pero decía 'ya está, quiero estar con mi hijo". Un integrante de su cuerpo técnico lo encontró y lo llevó de urgencia al hospital El Cruce de Florencio Varela, donde estuvo cinco días en terapia intensiva. Salió adelante con tratamientos psicológicos y medicación.
Otro ascenso
La vida es como el fútbol. El fútbol es como la vida. Y ambos dan revancha. Durante ese mismo año, el 2015, Brown de Adrogué hilvanó un muy buen rendimiento en la tercera categoría, y llegó a la última fecha como escolta, pero con chances concretas de ser campeón. Debía ganarle a Morón en Castelar y esperar que Defensores de Belgrano y Estudiantes de Caseros empataran. El partido estaba 1 a 1, Vicó y los suyos sabían que Defensores y Estudiantes ya habían igualado en 0 en el Bajo Nuñez, pero el empate ante el "gallo" no alcanzaba. En la última jugada del partido, el delantero Juan García estampó el 2 a 1 y los de Adrogué explotaron de emoción y celebraron un nuevo y heroico ascenso a la B Nacional.
Mientras los jugadores festejaban atrás del arco junto a los dirigentes, la transmisión del encuentro apuntó todas sus cámaras hacia Vicó, que se quedó sólo, parado en la mitad de cancha e inundado por la emoción. "Esto es para mi hijo", dijo entre lágrimas, besando su rosario y apuntando al cielo. Los minutos siguientes regalaron otra imagen que quedó en la historia. El gallo, la mascota de Morón, lo invitó a acercarse a la tribuna local y los hinchas le regalaron una ovación poco común en el fútbol argentino, donde los rivales, por esa simple condición, pasan a ser enemigos. Pero Vicó demostró, una vez más, que todo lo puede.
Tras su regreso a la segunda categoría, Brown de Adrogué pudo afianzarse y mantuvo la regularidad. Participó en cuatro ocasiones del reducido que otorga un lugar en la máxima categoría del fútbol profesional, y llegó a disputar dos semi finales. El año pasado no ingresó al octogonal por sólo dos puntos, pero durante 2024 la cosa arrancó torcida. En 14 partidos disputados el tricolor sólo obtuvo una victoria, lo que lo deposita actualmente en la última posición de la zona B. Vicó nunca le agarró la mano al equipo, y entendió que si no daba un paso al costado a tiempo podía hipotecar la permanencia de su amado "Bron".
En un mundo y en un fútbol que incrementan la tecnología, y con ella "el verso", Vicó se caracterizó por la claridad y la simpleza. Así lo definen aquellos jugadores que fueron dirigidos por él. Un entrenador cercano al jugador, con ideas concretas, planteos concisos y pedidos puntuales. Sincero, humilde y de barrio. Características que lo llevaron a calar hondo en los corazones de todos los futboleros, y que hoy, tras su ida del "Bron", lo colmaron de mensajes cariñosos y buenas vibras. Y las necesitará, porque después de 26 años, y como él ya declaró, deberá "buscarse un departamentito", y los alquileres no están para nada accesibles.