Nápoles será la sede de la voz y la poesía por un día. La voz del fútbol y del más magnífico relato deportivo de la historia. Víctor Hugo disfrutará este martes 7 de lo que él llama “un mimo, una caricia bien recibida a esta altura de mi vida”. A orillas del Mar Tirreno, en ese santuario maradoniano a cielo abierto, donde Diego es el más terrenal de todos los dioses, el periodista sumará otro reconocimiento a su extensa trayectoria de 58 años como narrador de esa pasión tan compartida por argentinos e italianos. Il poeta del calcio es el título que eligieron los organizadores, un grupo de napolitanos inquietos y Diego Lemmi Moreno, el músico marplatense que hizo de enlace, para que se concretase el encuentro que homenajeará al "poeta del fútbol".
La distinción se entregará en el Ágora Baiano, un espacio dedicado al arte, la cultura y los eventos cuya inauguración coincidirá con la llegada del periodista uruguayo-argentino. Ubicado en las afueras de la ciudad, en la zona de los Campos Flegreos – dominada por un paisaje volcánico donde todavía emergen fumarolas -, dos hermanos empresarios de la construcción, Franco y Antonio Baiano, levantaron el centro artístico que nace en el marco de los festejos oficiales por el 40° aniversario del arribo de Maradona a Nápoles. El 5 de julio de 1984 el máximo ídolo en la historia del club que buscaba con afán su primer Scudetto en la Liga de Italia, fue presentado en el estadio San Paolo ante 80 mil almas que se harían devotas de su figura.
La idea del premio a Víctor Hugo es una iniciativa del periodista, escritor y docente universitario napolitano, Michelangelo Iossa, amigo de Lemmi desde hace quince años. Los dos participarán del evento. El primero como presentador y el músico con alguno de sus temas. Es el creador de un género que combina el tango con la canción italiana. En 1990 llegó desde la Argentina a Sicilia con 20 años y se quedó a vivir en Pozzuoli -donde nació Sofía Loren-, otras dos décadas. Había estudiado arquitectura antes de partir, pero dejó esa profesión por las partituras.
“Estoy seguro de que cuando esté ahí, va a ser una gran emoción porque es un reconocimiento a distancia de gente que no tiene el mínimo contacto conmigo, que toma esa decisión en función de algunos goles que han escuchado, goles de Italia en el ‘82, goles de Maradona, especialmente de Diego, seguramente el relato que hice en el último Mundial y salió bastante decoroso. Aquel cierre, toda la parte final que, cuando lo escuché dije: esto está bien”, cuenta Morales que percibe el homenaje exagerado y lo sintetiza en una frase que le gusta: “el pudor es la máscara del orgullo”.
Lemmi conoció a Maradona en un programa de TV y a Víctor Hugo casi treinta años después, cuando cantó "Dieguito tango" en la ciudad donde conviven en armonía las imágenes del pibe de Villa Fiorito con las de su patrono San Genaro. Nápoles ya le profesaba su amor incondicional a Diego en 1990, cuando el músico llegó a la ciudad. El club de los terroni –como los llaman con desprecio a sus hinchas en el favorecido norte italiano- ya había ganado los campeonatos de las temporadas 1986/1987 y 1989/1990, la Copa de Italia en el ’87, la Supercopa en el ’90 y la Copa UEFA de 1988/1989. Superó todas las expectativas de un pueblo que se emocionaba y rezaba por el ídolo de rizos oscuros.
“Es evidente que el relato deportivo exalta emociones y si esas emociones tienen un costadito donde se busca con la imaginación elevarse un poco, eso te hace acercarte a la idea exagerada de atribuirle poesía a lo que decís. Yo creo que hay poesía en el tono, en la emoción, en alguna frase y ahí se termina todo”, le cuenta Víctor Hugo a Página/12.
El relator cerró su narración del célebre gol a los ingleses en México ‘86 con aquellas estrofas que hoy son una obra de arte del lenguaje futbolero, una referencia ineludible de la oralidad deportiva, un canto a la vida desde las entrañas: “Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2, Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias, Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 Inglaterra 0”.
Para Víctor Hugo la poesía procede de la belleza del juego y sus relatos solo la describen: “A mí me parece que el fútbol para nosotros y los italianos es una forma de cultura y que el fútbol tiene muchísima poesía en sí mismo. La tiene en el amor de la gente en las tribunas, en el desinterés y el valor colectivista que le da la hinchada. Tiene pertenencia, tiene historias humanas maravillosas de padres e hijos, noviazgos y matrimonios que han recorrido toda la historia de sus días y tiene la poesía misma del juego, en la habilidad, el ingenio y la pasión de los actores”.
Esa estética guionada en la pasión inenarrable del relato, en el que Morales marcó un antes y un después, es su insumo básico, o como dice Il poeta del calcio, una pieza cultural en la medida que existe una búsqueda. “Creo que lo de Diego, Messi, Antognoni, Gianni Rivera, lo de Sívori para hablar de otro argentino triunfador en Nápoles, es una forma cultural en la medida que hay una búsqueda de la belleza”. Algo que es mucho más que ornamental.
“El fútbol es profundamente estético, un pase de Bochini, uno de Riquelme, una jugada de Francescoli, tienen en sí mismas la búsqueda de una geometría que cuando sale perfecta te provoca un placer espiritual al que te puede generar una obra de teatro o un libro”, comenta.
Nápoles será otra vez una fiesta. Con Maradona tapizando la ciudad. Porque él está presente en cada callecita o balcón de esta urbe sureña que supera los 3 millones de habitantes. Tendrá la mejor voz acompañándolo. Como lo acompañan otras voces en cada casa y rincón donde se lo venera. Es una especie de deidad en pantalones cortos. Vestido con la camiseta celeste del club donde fue inmensamente feliz y donde pervive arropado por los recuerdos de un amor inolvidable.