La serie de fotos muestran algo de ese mundo secreto, jerárquico, sectáreo, de estructura piramidal y paranoica –prepararse, organizarse y obedecer para fines abstractos y futuros– que sólo a veces y mientras se espera ese momento de gloria, se abre a la curiosidad civil: en los desfiles, durante las dictaduras, en la guerra perdida. La tradición moderna indica que ese mundo paranoico sirvió en la Argentina para acosar a la población civil.
Debido a esa tradición temible, para poder apreciar estas fotos inofensivas sin preconceptos es necesario trasponer la mirada local y transformarla en una mirada de extranjero. Con el mismo gesto que el escritor argentino Arturo Cancela utilizó en su novela La historia funambulesca del profesor Landormy (1944), el espectador de estas fotos debe sostener una actitud de distante ironía. En aquella novela, un académico francés de ficción evalúa –y padece– todas las supersticiones argentinas y saca conclusiones que se mueven entre el chiste y la certeza. Con esa mirada extrañada, todo se puede ver desde otra perspectiva. Así, los simbolismos, atributos y expresiones lucen de una ingenuidad risible, y los vestuarios, con sus aditamentos, se ven irremediablemente como disfraces ridículos.
Los uniformes, oficiales o de fajina, impecables o con desopilantes camouflages, con gorras e insignia, están situados en medio de paisajes argentinos –entre cielos, carpas, aguas, globos, parques– que son los que les otorgan sentido a sus tareas: el territorio a defender. Pero todo ese mundo secreto y glorioso se ve como parte de una estructura vacía, carente de sentido, de trabajo para nada.
Lo que se observa desde este lado –desde la mirada extranjera del profesor Landormy– es un mundo extraño y loco. Pero allí no termina: en algunas de las fotos, como parte del paisaje, aparece escrita la palabra “peligro” en paredes y puertas, detrás del fotografiado. Sobre esa ingenuidad expresiva de los retratados, a la que se adhieren la extrañeza, la locura, la broma siniestra, se suma también, como hipótesis de conflicto, la peligrosidad incivil. La locura que parece alimentar estos modos de vida es el remedo de una tragedia pasada o de un melodrama presente. (La exposición se presentó en el Instituto de Cooperación Iberoamericana, Florida 943, a mediados de 1999).