Era un jueves de 1986 cuando fui a Cemento a ver Uorc. Yo no salía los jueves a la noche, era chica, recién había terminado el secundario, pero se había corrido de boca en boca que había que ir a ver a La Organización Negra. No me acuerdo con quiénes fui en ese momento, pero todos los que estábamos ahí sabíamos que era un espectáculo fuerte. Que interactuaba con el público, que no había que tener miedo, pero que quizás ibas a tener que correr en algún momento. Ahora pasaron tantos años que tengo que pasarle un trapito al lente de la memoria, ya perdí unos cuantos detalles, pero sin dudas fue un antes y un después: ese espectáculo impactó fuerte en mí.
Me acuerdo que empezaba muy tarde, como a las doce de la noche. Cemento estaba lleno de un público diverso, hippies, punks, jóvenes, mayores, artistas, intelectuales, estudiantes, comerciantes... Tenías que estar parada, la música se te metía en los poros, imágenes potentes desgarradoras, también bellas y poéticas se sucedían por todo el espacio.
De una especie de tractor aplanadora bajaban unos hombres enmascarados, a paso firme cargaban unas bolsas grandes negras y las depositaban en el suelo. Lentamente unas garras desde adentro las iban abriendo, y aparecían otros hombres pintados de negro que deambulaban por el espacio con movimientos cortantes y espasmódicos. Se caía una muralla de cajas blancas encima del público, ahora otros pintados de blanco con movimientos suaves bajaban unas escaleras y caía un polvo blanco del techo, otros aparecían volando, la persecución y la violencia. La historia de lo recientemente ocurrido en nuestro país estaba ahí, contada sin la necesidad de la palabra, mostrando las heridas y todo un mundo nuevo para mi. Lo sonoro, la potencia de las luces, el aire el fuego y la belleza de los cuerpos. Todo eso junto. Y eran un grupo. Lo que yo quería tener. Eso que aparentemente pasaba sólo con bandas de rock.
Yo iba a la escuela de danzas de Margarita Bali y Susana Tambutti, y ya había comenzado a mostrar y montar mis primeros trabajos en espacios alternativos. Luego empezamos a juntarnos entre varios coreógrafos, cada uno con su obra, así podíamos armar algo mas largo y presentarlo como un espectáculo y esto lo hacíamos en Cemento. Años más tarde, hacia finales de los noventa, fundamos El Descueve con Carlos Casella, Ana Frenkel, Mayra Bonard y Gabriela Barberio. A ese primer show que hacemos le ponemos El descueve. A partir de ahí nos reconocemos como una compañía de danza teatro, de creación colectiva. Creamos nuestras propias obras, y empezamos a viajar y a ser invitados a festivales internacionales.
Luego La Organización Negra se separa, creo que 1992. A esa altura ya habíamos compartido algunos viajes a festivales de teatro en Europa, y éramos todos amigos. En 1994, De la Guarda –un desprendimiento de La Organización Negra– invita a El Descueve a participar en la creación de Villa-Villa. Estrenamos en el ‘95 y fue un suceso, un espectáculo mágico, con la potencia de lo que había sido Uorc, pero festivo y alegre. Villa-Villa fue un espectáculo maravilloso, que nunca me aburrí de hacer: viajamos a infinitos festivales, salíamos en las tapas de las revistas, se vendió la licencia del show y lo montamos en New York y Londres.
Estando en Nueva York, luego de unos meses de haber hecho funciones sin parar y transmitido el show a los nuevos integrantes, tengo por primera vez la oportunidad de ser espectadora. Esa noche estaba con Jenny, que era la vestuarista en New York. Estaba ansiosa y emocionada por ver el show por primera vez, y mientras esperábamos paradas –porque en Villa Villa el público estaba parado y un gran techo de papel cubría la cabeza de los espectadores, acompañado de un sonido como de calderas del mismo músico que Uorc, Gaby Kerpel–, en esa situación de espera, Jenny me dice: “Mirá quién esta adelante tuyo”. Y yo miro y no reconozco a nadie. “!Fijate bien!”, dice. “¡Justo adelante!” Era Lou Reed con Laurie Anderson. Quería abrazarlos a los dos, pero enseguida se apagaron las luces y comenzó la magia de Villa Villa, just a Perfect Day.
María Ucedo es actriz, bailarina, performer, coreógrafa y docente. Es fundadora de El Descueve, grupo icónico de la escena de la danza y teatro independiente de Buenos Aires, con el que creó e interpretó obras como Todos contentos, Hermosura y Patito feo. Ha trabajado en numerosas películas, como El otro, Rodney, Música en espera, Juan y Eva,Deshora, La utilidad de un revistero, El hijo buscado, Como funcionan casi todas las cosas, Fin de semana, Tigre, y The Two Popes, bajo la dirección de Fernando Meirelles. Participó de Mordisquito, ficción basada en la vida de Armando Discépolo, en la TV Pública. En cine acaba de estrenar Alemania, de María Zanetti. En teatro se la puede ver en su obra El rayo, los viernes a las 20.30, en El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034.