Nada es lo que parece. Nada es creíble. Lo real no importa, es imperfecto. De un tiempo a esta parte la política ha dejado de gravitar sobre la gestión de intereses para hacerlo sobre los sentimientos y las emociones. No se pretende modificar la realidad ni transformarla, sino inventarla, corregirla, y forzar el asentimiento público de esa depuración que encaja en la corrección política con la que se dibuja el nuevo mapa de la “verdad”. Todo lo que no se somete a la hipersensibilidad de lo “suyo”, vestido de exigencia moral, es invisibilizado, perseguido, hecho desaparecer.
Vivimos en una nueva intemperie, donde ya no vemos lo que queremos ver, sino lo que nos dicen que debemos ver. Nada es creíble en este simulacro de realidad donde se desnuda voluntariamente un cinismo exacerbado, inmerso en una niebla de sentimientos de la peor especie.
“Profundo dolor por la partida (...) de César Luis Menotti”, escribió Milei. Un profundo dolor que el presidente siente por el “Flaco” y no lo siente, lamentablemente, por todos nosotros que estamos llenos de dolores. Nada es creíble en Milei. Este fue un tuit que se lo envió a si mismo. A su narcisismo exacerbado, a su yo “hiperinflamado” y a la corrección política de un personaje extraviado al que ya nadie le cree nada. Cuando uno se convierte en catedrático del insulto, de la infamia, de la injuria, de la difamación, del linchamiento, se descalifica por sí mismo en su credibilidad. Y un tuit no es el mejor desodorante para limpiar los olores del pasado. “Yo ya gané... Bilardista hasta la médula como toda persona de bien... Muchas gracias rabanito”, expresaba hace un tiempo el presidente refiriéndose (derechos de autor de Bilardo) a lo rojo por fuera y blanco por dentro del entrenador.
En un mundo dominado por las emociones necesitamos creer en los actos desinteresados, en los altos ideales, en la dignidad política, de expresión. Pero no necesariamente en un tuit que se mastica como vidrio picado, cuando Menotti ya lo había dejado claro: “Estoy viviendo en una Argentina que se va desculturizando de una manera que cualquiera puede ser presidente”.
Nos embarga la sensación de que vivimos en un país que no está disponible para nosotros. En una “fiesta” a la que no estamos invitados, que no sea en su condición de personal de servicio. Servimos las copas, los canapés, y regresamos al sitio que nos fue asignado, al otro lado de la alambrada de la realidad. Colmados de esas libertades liberales que liberan muy poco, ya que están dominadas por la única “libertad de conciencia” de nuestro tiempo: la libertad de mercado. Obligados a producir cada vez más, a consumir cada vez más, a bajar la cabeza cada vez más, a costa de vivir alienados para evitar que el sistema se derrumbe. Lo vemos todo desde lejos, desde la distancia, viendo a los “ricachones” guiando al pueblo, y observando el dolor que Milei siente por el Flaco y no lo siente, lamentablemente, por nosotros.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979