Mirta Busnelli y Anita Pauls son madre e hija en la vida real, pero a partir de este jueves los espectadores podrán jugar a notar coincidencias y diferencias entre la ficción que protagonizan y la realidad. Es que en la película La estrella que perdí, el personaje de Pauls decide irse de la casa porque necesita salir de la dependencia con su madre. En la vida real, en cambio, Pauls se fue de la Argentina para buscar nuevas oportunidades en Los Angeles –donde construyó una familia- y la distancia terminó acercándola mucho más a su madre. Este es solo uno de los paralelismos que podrán hacer los espectadores sobre la ópera prima de Luz Orlando Brennan, egresada de la Enerc.
En La estrella que perdí, Busnelli compone nada menos que a una reconocida y gran actriz, como lo es ella también. Pero en la ficción, Norma Reyes (Busnelli) ensaya una obra mediocre donde debe interpretar a una anciana, mientras su hija Celeste (Anita Pauls) decide abandonar la casa familiar. Sin embargo, el día del estreno sucede un evento fortuito que le permitirá a Celeste aprovechar esa oportunidad para moldear desde cero a la madre que siempre soñó tener.
Pauls señala que trabajar con su madre lo vivió “muy bien" y que "fue muy lindo el rodaje”, según cuenta. “Yo también estaba con mi hija. Estábamos siempre las tres en rodaje, pero más allá de eso, trabajar con mi mamá fue una experiencia muy hermosa, sobre todo por los papeles que nos tocaba interpretar y que teníamos que hacer de madre e hija. Y había cosas en la ficción que se asemejaban con la realidad. Fue muy lindo tenerla de madre y compañera al mismo tiempo”, reconoce.
Mirta Busnelli es aun más contundente desde el discurso: “Para mí fue un festín”, señala, sin impedir que afloren sus emociones. “No sabía cómo iba a resultar porque uno cuando está trabajando tiene un grado de exposición grande y también inseguridades. Es salir al ruedo, pero la directora nos la hizo pasar muy bien y Anita estuvo bárbara. Entonces, el pequeño miedo que tenía se me transformó en disfrutar mucho tanto el rodaje y la relación con Ana. Y como ella vive afuera, tenía la posibilidad de ver a mi nieta, que es muy chiquitita, también en el rodaje y sin molestar a nadie”, dice la abuela orgullosa.
-¿Qué les resultó atractivo de la historia para aceptar sus participaciones?
Mirta Busnelli: -Casi todo me resultó atractivo porque la historia es varias cosas. Esta mujer que ha sido actriz y ha vivido metida en ese mundo desde muy joven. Ha tenido logros, ha tenido una hija. El paso del tiempo determina muchas cosas en su vida. Y está en un punto donde va a pasar a otro estadio. Es una mujer grande, su hija vive con ella. Está ahí el vínculo con su hija, que es delicado. Y también está la confrontación con el trabajo y con lo que ella ha sido como madre. Yo estoy viviendo una situación parecida como actriz. Como madre menos, porque Ana hizo su vida desde muy temprano. Pero nada de lo que pasaba nos era ajeno. Eso es bueno y es malo. También es maravilloso hacer algo que no tiene nada que ver con uno y uno tiene que buscar los puntos de contacto porque finalmente siempre algo tiene que ver con uno, aunque uno se meta en la mente de un personaje y en cómo ve el mundo ese personaje. Desde ese punto de vista, no es mi historia ni es mi hija, pero hay puntos en común.
Anita Pauls:-Hay muchos puntos de semejanza como en cualquier vínculo de madre e hija. La película arranca con una madre y termina con otra, muy diferente y casi opuesta. Entonces, sentí una identificación del vínculo madre e hija.
-Mirta, ¿cómo es encarnar una actriz siendo una actriz? ¿Es algo así como un doble juego de máscaras?
M. B.: -Es una actriz, pero no es como yo, aunque tenga muchos puntos en común, como decíamos antes. En una medida estaba facilitado y en otra no, porque no era exactamente igual.
-Anita, ¿qué apreciás de tu madre real que se trasluce en la madre de la ficción?
A. P.: -Una mujer fuerte, trabajadora, independiente, que toma su trabajo muy en serio, capaz que demasiado en serio. Hay diferentes madres en la película, pero esa sería como la madre principal.
-¿Creen que la película le permitirá al público entretenerse, pero a la vez reflexionar sobre un vínculo tan fuerte como es el de madre e hija?
A. P.: -Sí, cuando proyectamos la película, yo tenía a una de mis mejores amigas al lado. En un momento, la vi y tenía toda la cara roja porque se emocionó durante toda la proyección. Para bien, para mal, para trabajar cosas internas porque se sentía identificada. Y creo que eso le pasa no solo a las mujeres, sino a los hombres también. Y no solo hijos, sino también padres. Todos tuvimos una madre finalmente. Al final no somos tan distintos y, por más que nuestras madres sean diferentes, el tema vínculo madre-hijo es universal y nos asemejamos muchísimo: no sé si a otro le pasa exactamente lo mismo, pero debe ser muy similar. Y eso alivia el peso de cargar con que uno pasó por esa experiencia. Todo pasamos por la experiencia de ser hijos y algunos también padres. Así que me parece que a todos les va a venir bien verla.
-Mirta, cuando se estrenó El buen retiro en 2022 dijiste que faltan historias que hablen de lo que les pasa a las mujeres grandes. ¿Crees que La estrella que perdí salda en parte esa deuda?
M. B.: -Sí, totalmente. Con los años, el mercado no hace lugar a algunas cosas, una de las cuales es la vejez en este mundo occidental y capitalista. Entiendo que hay menos gente grande, pero en general ponen a las mujeres grandes como abuelas que cuidan a los chicos, que no están activas en otro sentido, pero están muy activas en un sentido que ayuda, incluso a la producción de bienes. Pero eso se supone que está cambiando gracias al movimiento feminista. Yo vengo de una familia donde mi madre era ama de casa, pero como le había sido prohibido estudiar, trató de estudiar un montón de cosas de grande. Pero el fallo ya había ocurrido. Ella había estado totalmente frustrada. Las posibilidades de estudiar cosas le fueron negadas. La estrella que perdí habla de una mujer grande. Ahora se ha reflexionado bastante sobre una mujer grande que no tiene sexo, que solo es un familiar. No está vista como una persona más integral y no es así. Hay cosas en la vejez que son hermosas, pero es cierto que uno va perdiendo todas las potencialidades de su cuerpo.
-¿Qué lugar ocupó la familia en el medio de tu carrera tan extensa?
M. B.: -Tenía el problema de que mi profesión me requería mucho tiempo y yo tuve una hija que deseé mucho tener y, a veces, tenía que congeniar las dos cosas. Tuve períodos que lo pude congeniar muy bien y otros períodos mucho más difíciles.
-Anita, ¿sentiste la ausencia de tu madre por la vocación que eligió?
A. P.: -Sí, claro. Si bien estaba presente en un montón de aspectos en mi vida, lógicamente trabajaba todo el día y no siempre estaba. Entonces, si bien compartíamos un montón de cosas, tal vez no me podía ir a buscar al colegio porque estaba trabajando. Los sets de rodaje son larguísimos y más aun ella, que con la carrera que tiene, no solo hacía tele sino también muchas veces teatro. Entonces, a la noche no estaba. Hubo momentos de mi vida en los que me hubiese encantado tener una madre que fuera ama de casa y que estuviera conmigo. Pero, por suerte, tuve esta madre que me dio un montón de cosas y también un modelo de mujer que trabaja, que gana su guita y que tiene su casa. Puede estar conmigo en un montón de otros aspectos. Podemos irnos de viaje y compartir cosas juntas. Así que yo viví la ausencia en algunos aspectos, pero en el aspecto amoroso no viví una ausencia.
-Y en 2021 fuiste mamá. ¿Esta película te activó recuerdos de ese día o te hizo pensar los caminos que hay que andar, pero también desandar en la crianza de los hijos?
A. P.: -Sí, claro. Al haber extrañado muchas veces de chica a mi madre porque tenía que trabajar, yo quise tenerla a mi hija, llevarla al espacio de trabajo para no perder tiempo con mi hija. Y también esas experiencias me ayudaron a entender por qué mi mamá se iba sola a trabajar, porque es muy difícil maternar y trabajar al mismo tiempo. Así que desde ya que me ayudó a rever un montón de cosas y a entender por qué las cosas fueron como fueron y por qué mi mamá tomaba la decisión de no llevarme todo un día de rodaje porque para un chico puede ser un embole tener que estar callado, sin poder hacer mucho ruido porque hay que hacer silencio. Empezás a comprender y a sanar un montón de cosas.
-Mirta, quizás no de la misma manera que tu personaje en la película, pero ¿cómo viviste la partida de Anita con el nido vacío cuando se fue a vivir a Los Angeles?
M. B.: -Me asusté y también cuando me dijo que existía la posibilidad de que quedara embarazada. Pero, por otro lado, uno tiene claro -o no tan claro- que su vida la va construyendo con un montón de situaciones y procesos. Y ella estaba eligiendo eso y tenía que hacer su camino. Tenía que hacer el camino que ella considerara que era el adecuado. Entonces, uno piensa "Si mi hija va a estar bien y va a ser feliz, por lo menos en la medida en que se puede ser feliz, y va a tener una buena vida, eso es lo primero". Lo que yo me pregunto es si realmente ella quiere eso porque, a veces, uno quiere algo y después se da cuenta de que no. Si ella realmente quiere eso y si lo quiere lo tiene que vivir y yo tengo que estar contenta, aunque la extrañe, de que ella tenga esa vida, construya esa vida.
-Hace unos años viviste una experiencia dolorosa con el diagnóstico y afrontaste un duro tratamiento que te alejó unos años de la actividad. ¿Vivir esa experiencia te hizo ver la vida de otra manera?
M. B.: -Sí, pero no sé explicar cómo. Fue desde el 2015 y duró hasta el 2017. Creo que es la edad también. Mirás otras cosas, además de las que venías mirando de la gente: la forma de vivir, la forma de pensar... La mirada se amplía en un sentido, no porque la mirada de la gente más joven sea más chica, sino porque aparecen otras cosas que no pensabas que te iban a pasar. Yo pensé siempre la vejez como una pérdida de las facultades y de las potencias de las personas. Y, en parte, lo es, sobre todo en el aspecto físico. Pero no es solo pérdida. Hay experiencias vitales, desde todo punto de vista. Claro que no voy a poder correr una carrera de una cuadra, pero aparecen otras cosas.
-¿Y los artistas se jubilan o, en realidad, son los medios los que apagan a las estrellas que van envejeciendo?
M. B.: -Bueno, a veces, no te da el cuerpo. Hay muchos motivos, pero yo personalmente mientras pueda quiero seguir trabajando. No pienso en un retiro.
-Baglietto canta “Actuar para vivir”. ¿Cómo les resuena eso a cada una?
M. B.: -Yo digo algo que no es mío: "Navegar es necesario, vivir no es necesario". Entonces, yo digo "Actuar es necesario, vivir no lo es".
A. P.: -Cada uno hace lo que quiere y lo que puede. No sé si actuar es para mí lo único. Hay un montón de cosas que me hacen vivir y para mí vivir está antes que actuar. Actuar es divertido, como es divertido bailar, como ser mamá es divertido. Y depende de la etapa y del momento de la vida, hay momentos que necesito actuar porque me da mucho placer, y hay momentos en los que no lo necesito para nada. Y puedo estar en mi cada tranquila tomándome unos mates y disfruto de la vida. Así que depende del momento de la vida, pero me parece que el arte es una herramienta hermosa para vivir.
El valor de la educación
En estos momentos en que no hay ficción en la TV y se produjo un desguace del Incaa, Mirta Busnelli y Anita Pauls opinan al respecto. "Quiero pensar que esto se va a revertir porque es como una muerte si se van a hacer muy pocas películas el año que viene. Y la ayuda del Incaa era una ayuda en muchos sentidos, pero no como si tuvieras una superproducción. Sin embargo, produjo muchas cosas. La gente podía empezar a hacer sus películas gracias al Incaa. Se pudieron hacer salas en todo el país y estuvo la posibilidad de que los jóvenes pudieran desarrollar y practicar su arte", expresa Busnelli.
Anita Pauls acota: “Esta película fue hecha gracias al Incaa, la directora fue alumna de la Enerc. La educación pública es importantísima, el Incaa es importantísimo”. Pauls entiende a la educación pública “como posibilidad de una movilidad social, una esperanza de poder estudiar”. Para la actriz de 36 años, la educación pública es como “la herramienta más importante que tiene una persona para poder profesionalizarse". "Si no existe la educación pública, esa persona directamente no tiene la posibilidad de estudiar. Y son tan importantes el cine, la cultura, el arte para cambiar paradigmas, para hacernos pensar, para unirnos”, expresa. “Unidos es la única manera de que nos salgan las cosas bien. Cuando estamos todos peleados, nos sentimos individuos aislados del mundo y no nos importa nada lo que le pasa al otro. Y somos todos uno”, comenta.
Su madre se queda pensando en el valor de la educación pública que expresó Pauls. “Anita hablaba de la educación y en mi caso entrar en la UBA me cambió 180 grados. Fui otra persona a partir de que entré en la universidad. Si yo no hubiera estado en la universidad, mi camino iba a estar absolutamente reducido en la vida. Yo me crié en un mundo donde no sabía de las distintas maneras de vivir y pensar, estaban los prejuicios, el tema de la sexualidad. Entonces, fue como que me corrieron una cortina y yo vi un mundo distinto y muy hermoso. Por lo menos, con muchas ganas de vivir”, completa Busnelli que, con 78 años, nadie duda que es una de las grandes actrices del cine, el teatro y la televisión argentinos.