Hay un contexto de transformación evidente del antiguo orden peronista. Más que nunca se necesita dejar de someter a prueba las categorías políticas peronistas de hasta hace algún tiempo y explorar otras nuevas.
El peronismo es un movimiento esencialmente popular y abarcativo. La proliferación de etiquetas, aspirando constituir conceptos definidores de lo que es ser peronista o de lo que aparentemente no es peronista, parece estar animada por rencores, cuestiones personales y preferencias dentro del amplio arco que constituye el mayor núcleo del espacio nacional y popular. Se hace necesario, pues, un trabajo urgente de depuración del instrumental.
Se trata de contribuir a una labor razonada de unidad en la diversidad, circunscrita a “primero la Patria, después el movimiento, y por último los hombres”. Nada de eso se aplica hace demasiado tiempo. Hay personalismos y se actúa sin medir las consecuencias para el pueblo. No conviene hablar más de “la Patria es el otro”, porque el otro hoy está soportando las consecuencias de las reyertas del liderazgo cuando el peronismo era oficialismo.
Inteligencia y realidad
A veces se parte de la creencia de que el peronismo se puede reducir a una teoría general, un discurso y sus posibilidades de argumentación. Pero una arenga que no asume la realidad perece, porque divide a la doctrina y eyecta los enfoques ideológicos sucedáneos. Así se establece un abismo entre la inteligencia y la realidad.
En materia de política económica internacional, por ejemplo, se dice que “se negoció mal y que se podía haber hecho esto o aquello con el FMI”, prescindiendo o asumiendo conocer el contexto político y económico global o autopercibiéndose algunos mejores que los operadores elegidos y/o convalidados por la jefa del movimiento de aquel momento. Digo “aquel momento”, porque es obvio que ya no hay un militar a cargo, y el verticalismo se ha convertido en un obstáculo para que se cumpla la sentencia “mi heredero es el pueblo”.
Existe desde unos años antes de la partida de Perón un enfoque que intenta pensar al peronismo desde el conflicto. Pareciera que todos los sectores han sido adherentes a la filosofía de la diferencia, un papel muy explorado en los setenta para la construcción de una atmósfera crítica, que se constituyó en su propio límite e impidió pensar más allá de la unilateralidad.
Como los cristianos nominales toman la Biblia y pretenden hacerle decir lo que les conviene, están los peronistas que leyeron a Perón pero manipulan los textos, instalando inexactitudes de todo tipo.
Las corrientes internas del movimiento nacional y popular en los setenta se encerraron en un juego peligroso, no tanto por lo que se mostraba en el debate, sino más bien, por lo que se llegó a ocultar. La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa, lo que sucede es que a veces, como plantea Slavoj Žižek, la farsa puede ser, incluso, más terrorífica que la tragedia original. Cuando el peronismo apela a este recurso se vuelve funcional a la oposición. Lo fue en los setenta y volvió a serlo sin solución de continuidad.
Peronómetro
Últimamente, funciona a pleno el “peronómetro” para identificar al perfecto peronista, como si la búsqueda del ser y el saber de quién es peronista y quién no permitiera eliminar las contradicciones lógicas que tiene un movimiento no "ideológico", sino “metodológico”.
Con los "expertos peronólogos" se corre el riesgo de convertir las mejores frases en eficaces resúmenes para el bullicio y el entretenimiento. La nueva estrategia de relacionamiento con los medios y las redes para reforzar las enunciaciones es muy válida hoy en día y no se puede volver a ignorar, siempre y cuando no se permita que se le otorgue a nadie un aura sacerdotal peronista.
La pandemia de la Covid-19 desordenó la forma de vida, tal y como se la conocía antes. Habría que revisar el marco categorial del pensamiento peronista que regía en los setenta, o aun en los cuarenta, cuando hoy las sociedades en el mundo se están reorganizando.
Alberto Fernández gobernó con infinitos errores propios, con pandemia, guerra y sequía. Asimismo, tuvo oposición y fuego amigo, lo que logró instalar a Javier Milei, para desgracia del pueblo. Por ahí se atajan los obsecuentes, diciendo hubo un presidente elegido para ganar la elección, y las ganó, fue todo un acierto. El argumento tiene poca elaboración, por eso luce patético. Otros baten el parche de que el problema es que Alberto Fernández es socialdemócrata. Con eso y todo fue presidente del PJ. Habrá sido como Aparicio Almeida --primer gobernador nombrado por Perón--, y Marcos Tavarez Castillo. ¿Qué origen tenía el destacado ministro del interior de Perón, Ángel Borlenghi?
Pragmatismo
“La verdadera política es la política internacional”, decía Perón. Es necesario abrir un espacio y muchas cabezas donde los fenómenos políticos internacionales se hagan transparentes a partir de las dinámicas actuales. Caso contrario, se seguirá oscilando entre los enfoques nacionales y populares que fraccionan ideas en compartimentos estancos y la unilateralidad de un peronismo crítico, que se refugia en sí mismo para negar de un modo indirecto aquello que rechaza, porque se siente amenazado por su propia y manifiesta inseguridad.
Algunos líderes toman ciertas poses elitistas y sectarias; otros, un modo vigilante de todo aquello que se escape a su peronismo religioso, emulando a los dogmáticos marxistas o anarco-capitalistas.
Posiblemente no se trate de renunciar a nada, sino más bien de hacer un uso más flexible del razonamiento, asumiendo los nuevos paradigmas, pensamientos y problemas del mundo de la pospandemia. Nos debemos una propuesta para obtener una lectura pragmática peronista del presente, arrojando luz sobre los problemas actuales. Si hubo algo que caracterizó a Juan D. Perón fue su pragmatismo.
Perón exhibió a lo largo de su vida una actitud pragmática, que se centró siempre en la resolución práctica de los inconvenientes y nunca en rumiar dogmáticamente. El predominio de su actitud empirista, el combate hacia todo tipo de dogmatismo, artificialidad y pretensiones de verdades absolutas, fueron la marca de su cometido y vigencia.
Tal vez resulte conveniente abandonar cierta lectura ontológica y unilateral para recuperar el compromiso político de la filosofía peronista con el presente, puesto que un líder de la militancia no debería etiquetar “este es socialdemócrata”, “este es progresista”, “este es facho” o “este es liberal".
Habría que ver en qué medida las formas actuales posibilitan una reapropiación de la tradición filosófica peronista, en términos de renovación. También el discurso de “los impolutos” representa el agotamiento de una forma de hacer política, la mayoría de sus comportamientos elitistas en nada difieren de los típicos trepadores corporativos del sector privado, están impregnados del espíritu neoliberal y son individualistas, lo cual puede apreciarse por las dificultades que exhiben a la hora de hacer amigos o comportarse como “compañeros”, en el sentido peronista de la palabra.
Actualización
Si algo ha caracterizado al peronismo ha sido su capacidad de pensar la filosofía peronista conectada con la realidad. Muchos de los que apelan a la doctrina olvidan el concepto de “actualización doctrinaria”.
“Actualización política y doctrinaria para la toma del poder” es una película documental de 1971 que muchos deberían volver a ver y que otros no vieron por prejuicios. Constituye un extenso testimonio histórico que desarrolla la visión política de Perón y sus concepciones doctrinarias tácticas y estratégicas para aquella época. Sería una falta de responsabilidad deshacerse de este legado y una falta de sentido histórico desatender las realidades argentinas al momento de evaluar los límites de la ontología peronista de los cuarenta, los cincuenta, los sesenta y los setenta, que han tenido atrapado al movimiento hasta hoy día.
Esto no significa renunciar a la tradición de los cuarenta ni de los setenta, sino llevar a cabo un verdadero ejercicio de reordenamiento que permita contar con interlocutores activos para una parte de la sociedad que dijo basta de peronistas y kirchneristas.
No se trata de hacer coincidir tal o cual tradición de pensamiento a la coyuntura, sino de ver cómo la realidad condice con la tradición y la actualiza efectivamente. Sin dejar de asumir la importancia del legado de Perón, Evita, Néstor y Cristina; es necesario reconocer la necesidad de tomar cierta distancia crítica, capaz de resignificar la tradición, la epopeya y de recuperar el legado transformador que ha caracterizado al peronismo.
Es posible lograr una reapropiación de la tradición y la mística, estableciendo puentes entre los conceptos que caracterizaron al peronismo y los términos atenuados por un contexto diferente.
Frente a la unilateralidad del pensamiento de las décadas ganadas (1945-1955) (2003-2015) que confían en la copia pura, la cual funciona como el reverso de una positividad que convierte en dispositivos interfectos aquellos que fueron una garantía, debe considerarse maléfica la obstinación de seguir reedificando las ruinas vivientes. Estas son las huellas de un pasado que ya no es posible reconstruir. La actualidad teje el sentido del pasado, pero debe proyectar una luz diferente. Esta actitud supone tomar distancia de dos presupuestos muy arraigados, los cuales han funcionado como pilares, pero han constituido una simplificación de la nueva realidad social.
Una reconsideración oportuna permitirá encauzar de otro modo los dilemas actuales de la sociedad y también ponerlos a dialogar con los cambios políticos, los lugares de enunciación y aun de protagonistas y actores que han cumplido un ciclo maravilloso. Habiendo jurado 19 veces como funcionario público, un líder político debe de haber formado 30 o 40 cuadros para dejar de seguir jurando.
El sentimiento peronista y las experiencias del pasado ya resultan insuficientes, de ellos emanan unas creencias naturalizadas que fenecieron en un tiempo y espacio excesivamente incierto. Sin duda la historia es importante, pero es difícil convertirla en “la bitácora de hoy día”.
Estas observaciones críticas no debieran interpretarse como una ruptura con la historia, sino, con la concientización del grado de problematicidad que transita un movimiento que permanece presente por alrededor de ocho décadas.
Al pueblo peronista le sigue correspondiendo entender la inexplicada grieta abierta en medio de un gobierno oficialista que mermó entre 4 y 5 puntos del PBI en 2022 y 2023. También se le debe una actualización doctrinaria y el relevo de liderazgos ya insostenibles, más una pista naciente para abordar una dimensión alternativa.
Director de Fundación Esperanza. Máster en Política Económica Internacional y Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @pablotigani