El modelo económico del gobierno de Milei tiene dos talones de Aquiles que lo consumen a fuego lento. La dependencia extrema de los controles cambiarios y la necesidad de mantener una recesión permanente. Se trata de puntos que no se plantean en charlas de café de economistas heterodoxos de la New School de Nueva York sino en informes de los grandes fondos de inversión del mundo con llegada al corazón del poder financiero internacional.
El equipo económico, por ahora, parece hacer oídos sordos a todas las tensiones que se acumularon en los últimos meses. No consiguió dólares frescos para levantar las restricciones sobre el mercado de cambios y los anuncios sobre que se avanzaría a mitad de año se volaron con el viento del otoño.
“La inflación se mantiene en los tres dígitos, la actividad disminuirá por segundo año consecutivo en 2024, la liquidez externa es baja y la estabilidad del mercado de divisas depende de los controles de capital”, advierte el último informe del Instituto Internacional de Finanzas, uno de los principales centros de estudios del establishment financiero global.
El punto es que el gobierno no tiene margen para levantar los controles cambiarios porque no resolvió desequilibrios macroeconómicos sino que hizo contabilidad creativa. Se puede ver con dos variables. Las reservas internacionales netas subieron al mismo tiempo y casi en la misma proporción en la que se acumularon nuevas deudas en moneda extranjera con importadores. Los pasivos monetarios comenzaron a bajar mientras el Tesoro continuó acumulando nueva deuda indexada y con pagos garantizados a través del esquema de derivados put del Banco Central.
La encrucijada del gobierno es que si no puede levantar los controles al dólar para cuidad la estabilidad cambiaria y evitar un salto en la inflación tampoco puede pretender abrir los mercados internacionales para volver a tomar deuda de inversores globales. Hasta ahora viene sorteando la situación pero el año que viene con vencimientos de bonos soberanos de casi 10 mil millones de dólares el panorama empieza a tomar otro color.
En un informe especial de la consultora 1816 se mencionó que de aquí al final del mandato de Milei los vencimientos de Globales y Bonares (es decir, de los títulos soberanos en moneda extranjera) suman casi 31 mil millones de dólares. Una cifra que supera al nivel de reservas brutas. Esto posiblemente da una pista de por qué las empresas energéticas no aceptaron la propuesta del Ministerio de Economía de cancelar deuda con bonos.
La dependencia de los controles cambiarios no es el único punto que taladra poco a poco los cimientos del modelo económico del gobierno. La necesidad de una recesión permanente es otro de los puntos importantes de presión. Se necesita la crisis del mercado interno para evitar que las importantes tensionen las cuentas externas, que la demanda de dólares vuelva a ser un problema y que el consumo mueva hacia arriba la inflación.
“Las frágiles condiciones económicas podrían desencadenar malestar social”, dice el informe del Instituto Internacional de Finanzas. Las autoridades del Fondo Monetario Internacional lo ponen en palabras parecidas y aseguran que le preocupa la reacción del ciudadano común.
El problema principal para el gobierno es que la crisis no puede ser eterna porque la población tiene un umbral de hartazgo. La movilización histórica de los estudiantes en abril y el segundo paro general de las centrales de trabajadores de mayo son una muestra de la reacción social que empieza a generar un modelo de ajuste indefinido. Una reacción que se potenciará en la medida que empiecen a impactar de lleno la suba por 3 de las tarifas, el incremento de los transportes y la incertidumbre que provoca un mercado laboral que expulsa mano de obra.
La sociedad cambia rápidamente aprecio por rechazo (lo muestran las series históricas de imagen positiva de los presidentes en los últimos mandatos) y el mercado no defiende causas gratis.
El gobierno comienza a tener cruces con el campo por las retenciones y la apreciación cambiaria, con las energéticas porque no desembolsa pagos (una forma de maquillar las cuentas fiscales), con las firmas de alimentos que no bajan nominalmente los precios y con varias de las prepagas de salud más importantes. Es cierto que le quedan los multimillonarios extranjeros como Elon Musk, que hasta el momento le parece divertido sacarse fotos pero que en la práctica no desembolsó ni un solo centavo.