El patrimonio está comenzando a ser visto entre nosotros con algunos criterios nuevos, más modernos y flexibles. Hasta en esta Argentina tan conservadora en ciertas áreas, se impone salir de la casa del prócer, la iglesia notable y la obra maestra de la arquitectura, para conservar y preservar conjuntos, apreciar modestias y tratar de que las poblaciones se ganen la vida sin caer en falsas modernidades. Patrimonio no es museo ni atraso, como dicen algunos interesados, sino también una forma de ganarse la vida y, en el caso de los pueblos históricos, de seguir literalmente con vida deteniendo la pérdida de población.

Con lo que es una alegría que el mes pasado la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos que preside Teresa de Anchorena haya declarado monumentos a varios pueblos de todo el país, y que haya creado la categoría de Area Urbana Histórica para atender cascos históricos como el de Goya. Es una salida conceptual de la pieza individual, un centrarse en el entorno vivo.

La alegría se multiplicó este lunes con la presentación del programa Pueblos Auténticos por parte de sus principales motores, los ministerios nacionales de Turismo y Cultura. El programa busca motorizar la preservación, el conocimiento y la vida económica de una serie de localidades con altos valores culturales e históricos.

La primera etapa ya abarca los pueblos de Concepción del Yaguareté Corá, Purmamarca, San Francisco de Alfarcito, Moisés Ville, La Carolina, Gaiman, Camarones, La Angelita e Isla Martín García. Una segunda etapa va a tomar Tolhuin, Villa Traful, Villa Tulumba, Jagüé, Las Cuevas, Antofalla, Sierra Grande (Playas Doradas) y Cachi. La tercera etapa va a llegar a pueblos de Entre Ríos, Tucumán, Santa Cruz, San Juan, Formosa, Chaco, Misiones. Las localidades fueron seleccionadas para el programa por que conservan su identidad local en sus patrimonios tangibles e intangibles. El foco está en lograr que se preserven las historias, fiestas, gastronomía, tradiciones y artesanías del lugar, y se entienda que todo esto se debe reflejar en el cuidado del patrimonio construido por medio de obras estratégicas. Con inteligencia, se busca crear normativas locales de preservación, ayudar a ordenar y restaurar cascos urbanos, señalizar los atractivos destacados y capacitar a los pobladores, dándoles también una mano para potenciar económicamente esta movida. El primer concepto es, naturalmente, el turístico, pero también hay que pensar que a largo plazo un lugar atractivo, interesante y con personalidad atrae pobladores y otros tipos de inversiones. Como explicó Anchorena, “la cultura crea trabajo”. 

Este tipo de programas fueron experimentados en otros países del continente con singular éxito. Basta darse una vuelta por el estado de Minas Geraes, en Brasil, para ver el efecto económico de códigos urbanos muy rigurosos, que trasciende por mucho el turismo. Una serie de pueblos olvidados rescataron su patrimonio arquitectónico y cultural colonial, y se ganaron periferias modernas muy activas, ganando población, empleo e inversiones. Resultó que las empresas también eligen lugares interesantes para radicarse.