Se llama “Grandes maricas de la historia”, pero acá hay de todo: actores de los años dorados de Hollywood, putos viejos, dioses griegos, tortas melancólicas (obvio), presidentes, monjas, científicos enclosetados, aristócratas lujuriosos, trolos escurridizos, maricas malas, mascs 4 mascs, Borbones, bisexualas gloriosas y hasta un coronel del ejército zapatista trans. Nunca es tarde para sacar a un marica histórico del armario.

Con traza tan peregrina vivió mi esperanza vana; pues te pudo hacer humana concibiéndote divina // ¡Oh cuán loca llegué a verme en tus dichosos amores, que, aun fingidos, tus favores pudieron enloquecerme!
¡Oh cómo, en tu Sol hermoso mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo lucido, olvidó lo peligroso!

De Sor Juana Inés de la Cruz a su “amiga” la Virreina

Los historiadores dirán que fueron grandes “camaradas” o “amigas muy cercanas”, pero vos, yo y Otto sabemos lo que eso significa realmente. ¿Quién puede negar que los poemas que le escribió Sor Juana Inés de la Cruz a la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gónzaga no son un llanto de amor ardiente? Es que realmente, ¿quién le escribe a una amiga: “Y si es culpable mi intento, será mi afecto precito; porque es amarte un delito de que nunca me arrepiento”? El lesbo drama está servido en bandeja.

Este podcast, que es uno de los más escuchados de España, hace un cruce entre rigor histórico y la mariconería para explorar las biografías de personajes queer históricos, algunos más conocidos que otros, y sacarlos del armario. Herman Melville, Eleanor Roosevelt, Katherine Kepburn, Nicolás Maquiavelo, Abraham Lincoln, Emiliano Zapata, Leonardo Da Vinci, Montaigne, Francis Bacon, Guillermo III de Inglaterra, Hans Christian Andersen, Marlene Dietrich, Isaac Newton, Gabriela Mistral y hasta nuestra amada María Elena Walsh, son algunxs de los protagonistas de sus cuatro temporadas. Que, además, cuenta con capítulos especiales dedicados a la revuelta de Stonewall, a las historias queer de la mitología y un recuento de quiénes fueron los enemigos del colectivo, desde el Levítico hasta nuestros días.

Y aunque a muchxs de ellos ya le conocíamos “las plumas”, como diría Otto, siempre hay algo nuevo para contar, aunque estemos hablando de putos reconocidos, como Oscar Wilde o Chavela Vargas. Porque “Grandes Maricas” trasciende las biografías solemnes y totémicas de Wikipedia, para indagar en su lado más humano, vulnerable, inacabado y pasional. En definitiva: un combo ideal para escuchar mientras una barre la casa un domingo a la noche y fantasea con ser una gran marica histórica, en un palacio renacentista o en un club de Jazz de los años 20’s.

Fue durante la cuarentena que Otto se subió a la oleada de nóveles podcasters que empezaron a hacer contenido para divertirse y conectar con otras personas en medio del ostracismo. Y, en este caso, con la voluntad de hacer un rescate de visibilidad de un colectivo “historiográficamente maltratado”, que siempre fue su tema de interés. Aunque no tenía mucha noción sobre este formato, ya tenía todo lo necesario para arrancar: un micrófono, sus libros e internet. Y aunque ahora escucha esos primeros episodios y siente que quiere “arrancarse los oídos con un punzón” por lo acartonado, pudo superar ese cringe y seguir adelante hasta encontrar su propio flow.

“Hay muchísimo trabajo que hacer, el primero es ser visibles. Hay una parte de nuestro colectivo que está en el pasado, pero necesitamos conocerlo. Entonces pensaba en eso: cómo podemos recuperarlo. Y que otra gente pueda decir: ¡hostias!, siempre hemos estado ahí, porque tenemos referentes”, comenta Otto sobre este impulso inicial pandémico, donde se puso a emitir a las profundidades de Internet, como quien tira una botella al mar.

Tener que hablar de grandes maricas de la historia es un hecho político

¿En qué momento te diste cuenta que efectivamente había gente del otro lado?

--El primer año pasó completamente desapercibido. Pero por alguna cosa mágica que nunca entenderé cómo sucedió, en agosto empezaron a multiplicarse las visitas de manera exponencial. De repente estaba en la lista de los más escuchados de Spotify y empecé a recibir feedback, sobre todo en IG, de gente que estaba sola como colectivo. Gente que estaba sola a lo mejor en un pueblo perdido de España o de los Andes, por ejemplo. Hay una chica que me escribió de Argentina que flipé, me dieron ganas de llorar. Me comentó: “Estoy internada porque tengo tendencias suicidas y depresión, pero cuando escucho tu programa las paredes se caen y es el único momento que me siento acompañada, que me siento libre y estoy bien”. Hay gente que le entretiene, pero también hay gente que lo necesita. Hay gente que está esperando una o dos semanas para que le cuentes su propia historia, porque al final es la historia de todos nosotros. Y ese es mi mayor aliciente.

Muchos de los personajes que analizás tienen una mirada sobre el mundo muy particular y perceptiva; hablamos de artistas, filósofxs, celebridades de todo tipo sumamente influyentes en la cultura de occidente. ¿Existe esa “sensibilidad común” queer de la que a veces se habla?, ¿qué pensás de eso?

--Creo que la resiliencia que desarrollamos puede generar dos cosas. Haberla pasado tan mal nos forja el carácter. Para bien y para mal. Porque tengo amigos gays cuya inteligencia emocional es muy negativa -por no decir otra cosa- y lo demuestran porque son incapaces de sentir empatía por el colectivo, porque son privilegiados y son de derechas. Y esa es la otra cara. El ser un colectivo que fue tan perseguido puede hacer que te pasen dos cosas: que sobrevivas y esa resiliencia la hagas tuya, con todos los beneficios que eso te puede dar, o todo lo contrario, ocultarte y tratar de encajar en la masa y ser invisible. Y hacer invisible al colectivo también. Y eso es lo que pasa cuando gente del colectivo vota a la derecha, porque se creen que votando a la derecha se van a homogeneizar y no los van a discriminar. Se homogeneizan y se sienten a salvo. Y no estás a salvo. Podés estar a salvo porque ellos te admiten porque no vas a hablar de tu sexo, (que es lo que a la gente le molesta), o te van a admitir porque estás en su ambiente socioeconomico. No te van a admitir por lo que piensas por ser, justamente, parte del colectivo.

Desde la segunda temporada empezás todos tus episodios entablando un diálogo con tus fans, pero también haciendo un comentario sobre los mensajes de hate que te llegan, y una lectura sobre las noticias de España y del mundo que tienen que ver con el colectivo LGBTQ+. Sobre todo, aquellas que implican el avance de la ultraderecha de la mano de personajes como los referentes de Vox. ¿Cómo gestionás eso? ¿Te preocupó, en algún momento, perder seguidorxs por tu posicionamiento político claro? ¿Crees que se puede hablar del colectivo por fuera de la condición política?

--No, no me preocupa absolutamente nada, todo lo contrario. Creo que hay que hablar desde el punto de vista político y me la suda completamente que pierda seguidores, porque esos seguidores son los que no se dan cuenta de que los derechos humanos no son ni de derechas ni de izquierdas. Y eso es lo que me preocupa. Y, desgraciadamente, la derecha es incapaz de defender los derechos humanos del colectivo LGTBI y lo hace la izquierda. No es que la izquierda los esté apropiando, sino que la derecha lo rechaza automáticamente. Y sí, el hecho de tener que hablar de grandes maricas de la historia es un hecho político, puramente político, pero no porque sea un hecho político en trínseco en sí, sino porque al ser la derecha quienes están en contra... en contra de que se hable de ello, son ellos los que lo convierten en un hecho político. Porque tiene que ser apolítico realmente. Es como la ecología, por ejemplo; no es de derechas o de izquierdas, tiene que ver con sobrevivir en este planeta, pues con los derechos humanos igual. Entonces, ¿quién lo convierte en político? La derecha, convirtiéndolo en un arma, no defendiéndonos, sino atacándonos. Son ellos quienes toman esa perspectiva política que hace que la izquierda tenga que reaccionar convirtiéndolo en un acto político.

Tu lado queer

“Tu corazón latía dentro de mis costillas, y el mío en las tuyas y ambos en dios. ¿De dónde vienes, Hawthorne, con qué derecho bebes de mi jarra de vida? Y cuando la pongo en mis labios, son tuyos y no míos. Siento que la debilidad se descompone como el pan en la cena y que nosotros somos los pedazos”. “No puedo ser más que tu mas devoto y mejor amigo pero te lo he dicho lo suficiente me siento triste por ello. Mi querido Hawthorne los escepticismos atmosfericos se filtran en mi ahora y me hacen dudar de mi cordura al escribirte así. Pero creéme no estoy loco, oh noble hefesto, pero la verdad es que siempre incoherente y cuando los corazones grandes chocan juntos, la conmoción aturde ligeramente. Establecería una fábrica de papel a un extremo de la casa y así tendría una cinta interminable de papel continuo llegando a mi escritorio, y sobre esa cinta escribiría mil, un millón, mil millones de pensamientos para ti”.

Eso le escribió Herman Melville al novelista Nathaniel Hawthorne, con quién se juntaba, como decía él, en intensas veladas a “discutir el universo con un botella de brandy y cigarros”, “cosas de la eternidad y del próximo, y libros, y editores, y todas las materias posibles e imposibles”.

Herman Melville es, justamente, uno de los protagonistas de su última temporada. Un escritor recio, que todxs conocemos como “el gran narrador de Moby Dick”. Sin embargo, GMDLH lo saca del closet para mostrar no solo su lado queer, sino también otras facetas de su vida: un tipo afligido, que fracasó en el mundo literario y fue plenamente reconocido tras su muerte, que tuvo durante décadas trabajos aburridísimos, que se casó y tuvo hijos porque no le quedó otra, que tuvo un par de aventuras como marinero que marcaron su vida. Que estuvo enamorado durante años de un escritor mayor que él, al que le escribía cartas frenéticas de pasión y con quien vivió un romance muy profundo, que finalmente le partió el corazón y que lo recordó hasta sus últimos días.

No se trata solo de hacer un research académico, sino de encontrar los puntos de contacto más frágiles y sensibles de estas biografías enquistadas en el tiempo. Porque al fin y al cabo, todxs fuimos una lesbiana enclosetada que vivía historias de amor imaginarias. O un Herman Melville queriendo tener una fábrica de papel para escribir cartas infinitas a nuestro objeto de deseo inconfesable.

¿Qué valor le das a esa búsqueda de trascender la biografía enciclopédica? ¿Cómo trabajás eso?

Si no nos humanizamos, hacemos justamente lo que hacen los historiadores con nosotros: nos transforman en figuras totémicas. Las lesbianas comen coño, las maricas comen rabo y los bisexuales son viciosos. Y pueden no comer coño ni comer rabo ni ser viciosos, pero si lo hacen eso no cambia nada, porque lo que los hace interesantes es cómo es esa persona por dentro y todo lo que puede hacer.

Una de las cosas que observo, a lo largo de tu recorrido de cuatro temporadas, es que casi no hay personajes que no sean blancos y occidentales. ¿Pensás abordar eso próximamente?

--Es una cosa que me han reprochado mucho al principio, y con toda la razón del mundo. Da cuenta que la historiogrfía occidental es blanca, es masculina y es privilegiada y es cis. Y muchos de los personajes del pasado no hay trascendido las barreras de la historia por ser racializados, por ser mujeres o incluso por ser gays. Y por eso empecé a hacer personajes de latinoamerica, porque muchos han sido racializados. Y necesitamos que la visibilidad sea transversal. No solo del colectivo. De hecho, cuando empecé a grabar GMDLH, en la primera temporada solo hay hombres. Y luego dije: ¿¡cómo tengo tan poca verguenza?! Y las mujeres y las personas trans también son parte del colectivo. Y hay que meter a todo el mundo. Entonces ya no son solo grandes maricas, hay de todo tipo: lesbianas, trans héteros, trans no héteros, de todo. Tienes toda la razón; es cierto que es un poco complicado buscar en Oriente en general, de Turquía a Japón, porque están más ocultos, pero hay muchas cosas, sobre todo en el siglo XX. El próximo que quiero hacer es Yukio Mishima que lo tengo puesto para hacer un capítulo. Aunque me da un poco de rabia, porque era un poco fascista. Pero bueno, no toda la gente del colectivo va a ser guay, cool y agradable, también hay hijos de puta. La gente del colectivo necesita visibilidad, pero también hay hijos de puta, ¿qué se le va a hacer?

Ahora que Grandes Maricas tomó notoriedad pública, tu nombre aparece vinculado de forma directa con el colectivo LGBTIQ. ¿Alguna vez sentiste que eso te podía “jugar en contra” a la hora de conseguir otros trabajos, por ejemplo? ¿O que pese sobre vos una mirada homófoba, que antes no estaba?

--La verdad que no, siempre me he dado cuenta que traté de estar en las sombras. Como nos pasa a todos en esta sociedad, ¿no? Que es pasar desapercibidos. Porque ser invisible te evita muchos problemas.Yo a los 14, 15 años tenía una PLUMA enorme que me quité para sobrevivir, porque sino se te atacaba por afeminado. Me he ocultado tanto tiempo que cuando veía a alguien con pluma, le decía: “¡Ay, no tengas tanta pluma…”. Y después me di cuenta que cada uno es como es, la pluma no es algo forzado, sale porque sale. Y estuve oculto tanto tiempo que es un arma de doble filo, tú crees que estás protegiéndote a tí mismo, pero le estás quitando visibilidad a los demás. Y ahora me pasa lo contrario: me siento orgulloso cuando me dicen: “ahí viene el marica”, y tal…

¿Cómo influyó en tu vida salir de ese lugar de querer encajar en la norma heterosexual?

--Me hizo ser más comprensivo, porque cuando tuve alguna pequeña agresión (y digo “pequeña” porque me doy cuenta que soy de un grupo privilegiado), me hizo ver al resto de colectivos que están sometidos. Yo agradezco haber nacido homosexual porque me ha ayudado a darme cuenta de lo que es ser diferente. Incluso habiéndome criado con todos los estereotipos del mundo occidental, porque yo mismo he sido homófobo, gordofóbico miles de veces, misógino miles de veces… Darme cuenta de eso es muy revulsivo, y me hizo aceptarme a mí como soy yo y cómo son los demás. Y eso es el orgullo LGBTIQ: la capacidad de sentir que traspasamos las paredes que nos construyeron de prejuicios y sentirnos orgullosos. Sí, como pollas y estoy orgulloso de ello, pero el orgullo es romper con lo que nos han impuesto, aceptarnos como somos y liberarnos para ver más allá de cómo nos educaron.