En una bochornosa historia de espionaje ilegal, fondos buitres y trabajo sucio contra la Argentina, este jueves se vivió un -llamativo- nuevo capítulo. El espía-detective privado israelí, Amit Forlit, fue dejado en libertad en Londres. El individuo tenía orden de captura con alerta roja de Interpol por conspiración y hackeo, incluyendo espionaje ilegal a favor de un poderoso estudio de abogados Dechert LLP, supuestamente contratado por el fondo buitre Elliot Management. Según el expediente, Forlit cobró 20 millones de dólares, por hackear mails y comunicaciones relacionados con la deuda externa argentina. Asombrosamente, la denuncia no la hizo ningún político ni fiscal argentino, sino el Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Según se dice en el mundo de la inteligencia, a personajes como estos -presunto ex agente de la Mossad- los dejan correr los organismos norteamericanos hasta que se meten en algún asunto urticante y les sueltan la mano. En el caso de Forlit, parece que tuvo licencia para espiar la deuda, pero después se metió con un poderoso empresario de la aviación norteamericana, Farhad Azima. Ahí lo cortaron. Sin embargo, la historia tiene idas y vueltas y el episodio en Londres es más que sospechoso: la Agencia Nacional contra el Crimen del Reino Unido explicó que “hubo un malentendido y no se presentó al acusado en tiempo y forma ante el juez”, por lo cual el magistrado de Londres-Westminster lo dejó en libertad. O sea, lo dejaron ir. El rumor es que el preso terminaría declarando cosas inconvenientes. Se supone que Forlit ya viajó a Tel Aviv, aunque sigue pesando la orden de captura, con alertas rojas, en su contra.
Una extraña inacción
La Agencia Federal de Inteligencia (AFI) realizó informes sobre las movidas de los fondos buitres contra el país, pero nunca hubo ningún tipo de causa judicial para denunciar el espionaje ilegal, hackeos de los correos electrónicos, de los mensajes de Whatsapp o Telegram y campañas sucias contra la Argentina. No era difícil conseguir información sobre esas maniobras espurias: el juego sucio estuvo siempre a la vista. Alexander Nix, cabeza de Cambridge Analytica, lo confesó ante la Cámara de los Comunes en 2018. Dijo que trabajaron en la Argentina en una campaña anti-Kirchner, usando datos ilegalmente tomados de Facebook.
El reciente miércoles 8 de mayo, el sitio independiente Eureporter agregó información sobre la detención de Forlit, reiterando que cobró 16 millones de libras (20 millones de dólares) por hackeos ilegales referidos a la deuda argentina. Tácitamente, Eureporter cuenta que Forlit trabajó para un poderoso estudio de abogados de Estados Unidos, Dechert LLP, representando a Elliot Management, “un afiliado a NML Capital”, o sea el fondo buitre que accionaba contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La orden de detención en Londres menciona “campaña de ciberespionaje contratada por una empresa de relaciones públicas no identificada”, aunque de inmediato, un párrafo más abajo, se menciona a Dechert y Elliot Managment.
La acusación por la que se pide la captura con alerta roja es por “conspiración por realizar hackeos de computadoras; conspiración por hackear correos electrónicos y fraude electrónico”. El otro término que utilizan es el de piratería informática y hasta hablan de chantaje. Lo impactante es que la acusación proviene del Departamento de Justicia de los Estados Unidos y, por esa razón, actuó en Londres la abogada Amy Labran, representando a Estados Unidos.
De la Argentina, nada. Ninguna denuncia.
Una historia de espías
Según se cuenta en el mundo del espionaje, a estos detectives-espías “privados”, los dejan actuar en Estados Unidos, pero el FBI y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por las siglas en inglés) los tienen vigilados. En general son ex espías de la Mossad israelí, y los MI-5, MI-6 y GCHQ, los tres ingleses, o de las numerosas agencias de Estados Unidos. Hacen espionaje industrial, bancario, comercial y político y tienen un permiso tácito para funcionar. Es más, no faltan entidades oficiales que los contratan. Esos ex agentes hicieron muchas relaciones cuando trabajaban para los gobiernos y las explotan al pasarse al mundo privado. Eso, hasta que hacen un trabajo que no deben.
En este caso, Forlit habría hecho trabajo sucio contra un poderoso empresario norteamericano-iraní de Kansas City, operador aéreo, pero también inversor en un fondo de Emiratos Arabes Unidos. El ex espía israelí habría hackeado unos 700 mails y se usaron para acusar al empresario de engañar al fondo de inversión. El caso puso en marcha demandas judiciales en Estados Unidos y Gran Bretaña y de esa manera arrancó la ofensiva contra Forlit. En la investigación apareció también el espionaje ilegal contra la Argentina y el pago a Forlit de 20 millones de dólares “por trabajos de inteligencia sobre la deuda externa”.
Un show poco creíble
El Departamento de Justicia de Washington pidió la captura del israelí y se dispusieron alertas rojas de Interpol. Eso llevó a la detención el 2 de mayo en el aeropuerto Heathrow de Londres. Sin embargo, el jueves 9, el juez de Londres-Westminster, Michael Snow, desestimó la extradición a Estados Unidos y puso a Forlit en libertad con el argumento de que “no fue presentado ante el tribunal tan pronto como fue posible”. El viernes, Forlit dejó el lugar de detención y todo indica que se fue a Israel. Según una declaración de la Agencia Nacional del Crimen de Londres, Forlit “no fue presentado ante el juez por un malentendido”. La agencia Reuters pidió explicaciones a la abogada de Washington, Labran, y a los funcionarios, pero nadie quiso responder.
La explicación del mundo de la inteligencia es que muy posiblemente el hombre, encarcelado, tendría un listado de empresarios y poderosos para “entregar”, es decir, personas que lo contrataron. Es lo que ocurrió con otro israelí, Aviram Azari, quien en noviembre pasado se declaró culpable de piratería informática y admitió el hackeo, por ejemplo, de organizaciones ecologistas que accionaban contra Exxon Mobil. Azari recibió una pena de más de seis años de prisión, la mitad en libertad condicional, pactando con los fiscales y suministrando nombres de quienes lo contrataron -por ahora no se revelaron- y de hackers de la India que hicieron el trabajo sucio.
Para la Argentina, la cuestión clave es que se permitió que fondos buitres recurrieran a la piratería informática sin que los organismos de inteligencia y seguridad hicieran nada. Menos aún, la justicia, alineada con el macrismo. Era evidente que el gobierno de Mauricio Macri no iba a mover un dedo, porque aquel espionaje le convino: iba contra el peronismo. De hecho, se les pagó a los fondos buitres todo lo que pedían y más. Pero tampoco hubo ninguna iniciativa después, desde el estado -a través de Cancillería- ni de la política, para que esos espías a sueldo sean condenados y, sobre todo, para que no queden impunes los mandantes: los fondos buitres. Aún así, todo indica que el caso Forlit no está cerrado: sigue con pedido de captura y con mucha información sobre la trastienda de las operaciones ilegales contra la Argentina.