No es la primera vez que Brenda Howlin, dramaturga, actriz y directora, aborda el tema de la maternidad. Lo hizo en el documental Años cortos, días eternos, premiado en los festivales de La Habana y en La Mujer y el Cine, en la serie No sé cómo volver proyectada en Cine.ar y por cable, y en el cortometraje AMA seleccionado para el BAFICI. Tres proyectos que escribió con la directora Silvana Estévez. Como si la maternidad fuera una experiencia -y vaya si lo es- que la modificó para siempre, decidió llevarla a la escena, lugar habitual de esta joven mujer orquesta que suele encarar desde la idea inicial hasta la producción de sus creaciones.

A fines del año pasado hizo unas pocas funciones de Entre tus siestas, una comedia que se sumerge en el puerperio de una madre primeriza y en el disloque que produce la llegada del bebé en la vida en pareja. El texto ganó, en España, el Primer Premio del Certamen Iberoamericano de Dramaturgia Carlos Schwaderer -”un premio en euros que nos ayudó a montar la obra acá”, cuenta Howlin- y el Primer Premio del Concurso Serpiente Amarilla del conurbano bonaerense. 

La obra se está presentando en La Carpintería (Jean Jaures 858) los domingos a las 19 horas, con las actuaciones de Débora Zanolli y Martín Tecchi. La propuesta logra un efecto intenso por la potencia del texto, la puesta en escena muy fluida y sintética en la que bastan pocos elementos de escenografía y un fuerte trabajo corporal de los intérpretes para hilvanar los distintos momentos y espacios que transita la pareja, casi siempre al borde del colapso. Escenas de alta comicidad que se encadenan como un vendaval y exponen el lado b de la maternidad.

“La maternidad es un tema que me convoca, que me genera crisis, cosas hermosas y horribles a la vez. Estoy día a día atravesada por este tema y el teatro es la manera de convertirlo en poesía, en humor”, afirma la autora a Página/12. Howlin comparte la dirección con Santiago Swi (ya trabajaron en Wake Up Susan y Jessi, Jenny & John) y con Flor Micha, egresada de Artes Circenses de la USAM con una mirada muy anclada en lo corporal, como lo demostró en el exitoso espectáculo Consagrada

“El texto es tan potente, tiene tanto humor que el desafío fue que esa intensidad no se perdiera en la puesta y que fuera una suerte de danza en el sentido del movimiento, de la fluidez”, explica Micha. 

Este es uno de los aspectos más sorprendentes del trabajo. Bastan un sofá que será bañadera donde alivianar las contracciones, también camilla de parto; una tela enrollada que forma la enorme panza de la protagonista y luego adquiere otros significados; un tapete azul que cubre el piso, unos paneles verticales que serán cama cuando la pareja intenta descansar, un baño devenido oficina para la madre que quiere continuar con algo de su vida laboral.

-¿Cómo fue dirigir de a tres?
Brenda Howlin: -Quería que fuera una obra de teatro físico. Cuando veo una obra de este tipo me pasa algo que no me pasa al ver una obra de texto. Por eso llamé a Flor (Micha) y con Santiago (Swi) nos conocemos desde las clases en lo de Nora Moseinco.
Flor Micha: -Fue una aventura, hacer crecer algo de manera colectiva cuando en realidad la dirección tiende a ser un rol con una mirada que unifica, que organiza. Que sean tres miradas supuso mucha articulación. A mi me interesa mucho todo lo que tiene que ver con el espacio y los objetos de la escena. El cuerpo es siempre en relación con un espacio determinado. Empezamos a pensar en dispositivos escenográficos, en usar ciertos objetos para contar, por ejemplo, el parto en forma más física que verbal.
B.H.: -Charlamos mucho con el escenógrafo y en un momento surgió que la casa tuviera algo acuático. Usamos un tapete azul de goma: los actores pueden tirarse, caerse y no golpearse. Y también como si estuvieran en una especie de isla, tal vez porque el puerperio tiene mucho de aislamiento. La maternidad tiene algo de sumergirse en profundidades de una misma, en zonas desconocidas.

Mucho trabajo físico (las caídas al suelo del padre, los desplomes cada vez que llega de trabajar son un gran hallazgo) pero también un texto que no da tregua. Ella es una ametralladora de principio a fin, llena de temores, obsesiones e inseguridades propias de una madre primeriza que la autora lleva a un extremo y que por acumulación exacerban el humor. 

Ciertas escenas -como la de los celos- se alargan  innecesariamente y restan contundencia. La actriz Débora Zanolli se luce con un gran despliegue: una fuerte presencia escénica, una ductilidad corporal, vocal y un manejo de los elementos para ir mutando según avanzan los meses de vida de "Chuchu", el bebé. Tan bella como tiernamente patética en un zoom laboral desde el baño de la casa, mientras hace malabares con la teta, el bebé y la cámara. 

Marín Tecchi compone un personaje que acompaña como puede a esta mujer cuya vida se dio vuelta, y la suya también. En una sociedad donde la licencia por paternidad es de apenas unos pocos días, vuelve al trabajo y hace lo que puede. Intenta compartir con su pareja momentos de distracción pero, para ella, seguir la trama de una serie es una misión imposible. “¿Cómo encuentra el hombre su lugar frente al protagonismo de la mujer que pone el cuerpo de una manera total? Ella expresa todo y le expresa todo a él, que está ahí sosteniendo, acompañando pero también le pasan un montón de cosas. A la noche, cuando le habla al bebé, cuando sueña, encuentra espacio para expresarse”, advierte Swi. 

Lxs tres directores son madres y padres con hijxs chicxs y conocen en carne propia esa etapa de la vida. “Nos interesó sacar los filtros e ir al hueso de ese primer año de vida del bebé y lo que implica para los padres. Exponer ese mundo emocional. Cuando uno materna se tiende a no exponer lo difícil que es. Da culpa, da vergüenza”, opina Howlin. 

Un ejemplo: la obra muestra cómo el parto está teñido de ideas y sensaciones vinculadas a la muerte. La protagonista, además de padecer contracciones muy intensas porque el anestesista no llega a tiempo, salta de una idea amenazante a la otra: si el bebé saldrá entero, es más si saldrá o no, si le faltará alguna parte del cuerpo. “Hay muchos pensamientos de muerte en ese momento. Creo que porque más allá de los dolores, hay algo que no va a ser igual nunca más”, sostiene Micha. 

“Como tampoco siguen siendo los mismos los lugares de la casa. Todo cambia, el baño puede ser un refugio, un lugar de descanso. La vida se transforma en ir resolviendo situaciones una detrás de la otra, en gestionar”, comenta Swi. Sobre el final, las cosas se acomodan un poco y la pareja se reencuentra. “La tormenta en algún momento merma”, coinciden.