El silenciamiento es un verbo.
Se ha ejercido y se ejerce de muchísimas maneras: no escuchando, quitando el derecho a hablar, difamando, sembrando vergüenza, tanta vergüenza que no exista el deseo de hablar siquiera, quitando credibilidad, invisibilizando, subestimando.
Quemando, asesinando.
El silenciamiento está presente cuando lo que te ocurre es que te querés esconder, cuando deseas nunca haber hablado. No hablar nunca más.
El silencio amordaza.
Pero a veces el silencio es complicidad.
Se llama negacionismo.
La lista es interminable e insoportable. No tiene fin.
Matar a mujeres por el hecho de serlo y por su orientación sexual se llama feminicidio y lesbicidio. También es genocidio. Lleva siglos. El fascismo en su versión autóctona lo expande y lo agrava.
El odio es un sentimiento humano, tan humano como el amor. El amor y el odio no matan, mata la crueldad patriarcal y fascista con su política de exterminio.
"Crimen de odio" es una redundancia. Todo crimen contiene odio. Y hay odios en cualquier vida, en muchísimas acciones que no son destructivas.
Pienso que tenemos que afinar la pluma e intentar ser más específicas. El odio no mata, mata la decisión de exterminar a semejantes en nombre de diversos motivos. El patriarcado nomina y jerarquiza, establece quién tiene derecho y soberanía sobre la propia vida y quién no. El patriarcado horada las subjetividades, es un modo de subjetivarnos y también es una propuesta de adueñamiento y exterminio en caso de desvío o desobediencia.
El patriarcado tiene hijos sanos y matadas infinitas.
El Estado es responsable. El negacionismo "pequeño, cotidiano y banal" emparentado a la indolencia y la insensibilidad, también.
Si es un crimen de odio también es un crimen de indolencia, y además es el crimen de quienes aman al fascismo.