El PSC se ha impuesto con rotundidad en las elecciones al Parlament de Catalunya de este domingo y Salvador Illa podría acceder a la presidencia de la Generalitat si logra reunir los apoyos de ERC y Comuns Sumar. Siempre y cuando el voto exterior confirme que se lleva el decisivo último escaño en juego en Lleida, que de momento ha logrado tras un recuento de infarto en disputa con Junts.
Con este diputado, el PSC eleva a 42 el número de asientos logrados este 12M, nueve más de los que tenía hasta ahora, lo que le permitíria llegar a la mayoría absoluta de 68 con los 20 de ERC y los seis de Comuns Sumar. Poco después de las 23h, en su comparecencia para valorar los resultados, Illa ha confirmado que optará a la investidura.
Con todo, la suma en ningún caso se puede dar por segura y no se puede descartar el escenario de un posible bloqueo que conllevaría una repetición electoral en octubre. La jornada también ha estado marcada por la baja participación, de apenas el 58%, muy lejos de las cifras que se dieron durante los momentos más intensos del procés.
El independentismo pierde la mayoría que tenía en la cámara desde 2012, cuando arrancó el procés, al sumar apenas 59 diputados; 61 si se añaden los dos de Aliança Catalana, la formación de extrema derecha con la que ERC, Junts y la CUP se han comprometido a no llegar a ningún acuerdo. Solo Junts aguanta y mejora resultados, mientras que Esquerra y la CUP se hunden, en un Parlament que en global hace un marcado giro a la derecha, con un gran crecimiento del PP, un ligero avance de Vox y un retroceso de Comuns Sumar.
La gran decisión de ERC
La gran decisión recaerá en ERC, que en las próximas semanas deberá decidir si acepta investir a Salvador Illa o bloquear la investidura. Lo que parece claro es que no habrá un gobierno tripartito, ya que Pere Aragonès ha anunciado tras conocerse los resultados que su formación pasará a la oposición. En cualquier caso, la decisión -que a buen seguro no se tomará a corto plazo- llegará tras el enorme batacazo que se ha pegado el partido de Pere Aragonès y Oriol Junqueras en las urnas, tras perder 13 diputados y quedarse con apenas 20, sus peores resultados desde el lejano 2010.
Con 42 diputados, el PSC logra su mejor resultado en más de dos décadas en unas elecciones catalanas y añade nueve a los 33 que tenía en la pasada legislatura. Pese a que ya fue la fuerza más votada en los comicios de 1999, 2003 y 2021, es la primera vez que los socialistas catalanes también se imponen en escaños, ya que en 1999 y en 2003 fueron superados por la antigua CiU y en 2021 empataron con ERC.
En el bloque independentista, solo Junts aguanta y aprovecha el tirón electoral de Carles Puigdemont para crecer en 100.000 votos -llega a los 675.000-, subir un punto y medio de apoyo -hasta el 21,6%- y ganar cuatro diputados, para sumar 36. En cambio, ERC se hunde, pierde la presidencia de la Generalitat tras solo tres años al frente, se deja 180.000 sufragios y logra solo 20 escaños, cuando tenía 33.
Tampoco le han ido bien las cosas a la CUP, que pierde más de la mitad de los parlamentarios -de nueve a cuatro- y sigue en retroceso. En cambio, se estrenará la extrema derecha independentista, con la irrupción de Aliança Catalana, que logra dos diputados, uno en Girona -su líder, la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols- y otro en Lleida.
Crece la derecha españolista
El giro a la derecha del Parlament se percibe con el crecimiento del PP y el aguante de Vox, que compensan de sobra la desaparición de Ciudadanos. Pese a que difícilmente jugarán un papel en la conformación de mayorías, los de Alejandro Fernández quintuplican su representación, al saltar de solo tres a 15 diputados, mientras que la extrema derecha de Vox se mantiene en 11, aunque gana cerca de 30.000 votos.
En cambio, la izquierda alternativa sufre un gran batacazo, ya que a la debacle de la CUP se une la bajada de Comuns Sumar, que no llega al 6% de los votos y cae de ocho a seis escaños. Es significativo que ambas formaciones se han quedado sin representación en Tarragona, tras haber liderado la oposición al macrocomplejo Hard Rock, un proyecto que funcionó como detonante del "no" a los presupuestos y del avance electoral.