"Ha quedado probado el acuerdo de voluntades de los imputados para ejecutar a las víctimas, aprovechando la concurrencia común a una fiesta electrónica", sostuvo el Tribunal de Juicio que el 22 de abril último condenó a Julián Bautista Bruboski, Kalil Ezequiel Chejolán y Ricardo Alberto Galarza por el asesinato de Pablo Tolaba y Romina Zerda. Ahora se conocieron los fundamentos de ese fallo.
El doble crimen se cometió entre las 23 y 23.30 del 10 de octubre de 2021, en inmediaciones de la rotonda de acceso a la localidad de San Luis y la confluencia de la autopista Circunvalación Oeste, cuando la pareja constituida por Tolaba y Zerda iba a una fiesta electrónica que se realizó en el Hotel Cerros de Terciopelo de Rosario de Lerma. Tolaba se dedicaba a la venta de drogas sintéticas, precisamente en este tipo de eventos. El Tribunal integrado por el juez Marcelo Rubio y las juezas Mónica Faber y Gabriela Romero Nayar concluyó que para concretar el crimen los autores se valieron de la relación de amistad y comercio existente entre Tolaba y Nicolás Ramos, el ejecutor de los disparos mortales. "Sin dudas supone un plan pensado con tiempo y ejecutado en el momento oportuno", afirmó el Tribunal.
Tolaba y Zerda viajaban en una camioneta Fiat Strada. Ramos (conocido también como "Nicotina" o "Rasta" y que no fue juzgado porque se suicidó el 1 de noviembre de 2021) iba en el asiento trasero. Desde esa posición usó un revólver calibre 22 largo para gatillar a la cabeza de Zerda primero y después sobre Tolaba. El vehículo, que iba a no menos de 93 kilómetros por hora, se desvío de la autopista y fue a chocar con un árbol. Ramos descendió del vehículo y desde afuera, del lado del conductor, remató de otro disparo a Zerda. Bruboski, que lo seguía en otro automóvil, llegó en ese momento; avisó a Chejolán que ya se había ejecutado el crimen, y este llegó junto a Galarza y además de intentar incendiar la camioneta para ocultar huellas, se llevó los celulares de Tolaba para destruirlos.
En el juicio se estableció que Tolaba y Ramos eran "amigos". Tolaba se dedicaba a la venta de drogas de diseño y había sido prestamista. Ramos tenía una deuda con Tolaba. "Se puede concluir que la actividad principal de Pablo Tolaba era la comercialización de drogas sintéticas, actividad esta que realizaba en compañía de Romina Zerda. De igual forma, todos los entrevistados coincidieron en afirmar que Pablo conocía a toda la gente que frecuentaba las fiestas electrónicas, ámbito elegido por este para ejercer su actividad ilícita, llegando algunos testigos a manifestar que Tolaba era el mayor vendedor de ese tipo de sustancias", afirmó el Tribunal.
A su vez, Ramos vendía marihuana. "Le vendía a Pablo y le compraba pastillas también", en una mezcla de amistad y negocio, dijo un testigo de identidad reservada. Otro testigo contó que en la fiesta de "La Jungla", la de Rosario de Lerma, a la que fueron los asesinos luego del crimen, le llamó la atención que Ramos intentara convidarle pastillas y vio que "eran las mismas, mismo color y forma", que las que el día antes le había comprado a Tolaba.
Cómo se esclareció el crimen
Los investigadores no tenían los dos teléfonos de Tolaba, que fueron destruidos por Chejolán, pero sí tenían los números de línea y pidieron las tarjetas SIM de ambos números e ingresaron a sus contenidos. Así dieron con mensajes que apuntaban al homicidio. Cinco días antes del ataque alguien le había advertido: "Hermano, está noche no salgas a dejar pastis por el lado de La Ciénaga ni yendo para ninguno de esos lados porque te quieren robar y dártela”. Después se supo que el hermano de Chejolán le había enviado este aviso, por pedido suyo.
Otro mensaje, del 6 de octubre de 2021, del usuario "Kiko" le consultaba si tenía pastillas para venderle. Los investigadores establecieron que el chip de esa línea telefónica había sido aquirido el mismo 6 de octubre y había sido activado por el DNI de "una persona mayor que trabajaba en el Mercado San Miguel". Es más, ahí mismo se había comprado ese chip. Chejolán trabajaba en el Mercado San Miguel desde hacía 18 años "realizando tareas administrativas de cobranza a los puestos bajo las órdenes de José Muratore, por lo que se infiere que podía llegar a conocer datos personales de la gente que trabajaba en dicho lugar (y usar una para activar el chip)", razonó el Tribunal.
Los ojos de los investigadores se posaron así sobre Chejolán. Es más, analizando su teléfono, descubrieron que el recorrido del 10 de octubre hasta el 11 a las 7 y minutos, era coincidente con el de unos de los teléfonos de Tolaba.
El Tribunal concluyó en que el mensaje de aviso "fue a los fines de usarlo como coartada" si se descubría que Chejolán había participado del doble crimen, y que el segundo ("enviado al otro día desde un usuario diferente" y siendo la "única actividad que tuvo esa línea") fue "para guiar a la víctima al lugar que
se indicaría a los fines de consumar el plan". Asimismo, para el Tribunal, es claro que "varios días anteriores al hecho Nicolás, Kalil y Julián venían pergeñando el
modo y el lugar en donde se iba a llevar a cabo la consumación del injusto".
Una vez que se determinó la participación de Chejolán, él dio el nombre de los demás participantes. A su vez, Bruboski "brindó datos de relevancia para la investigación", y también él ubicó en la escena del crimen a Ramos y Galarza, y a Chejolán.
Qué hizo cada uno
El Tribunal concluyó que Chejolán "intervino antes, durante, y después del hecho, formando parte activa en todo el andamiaje delictivo que tuvo como resultado la muerte de los ocupantes de la camioneta Fiat Strada". Es más, aseguró que Chejolán "sabía que se estaba urdiendo un plan destinado a terminar con la vida de Tolaba". "Tenía cabal y pleno conocimiento de lo que pasaría, formando parte en la organización y ejecución del hecho, como así también realizando aportes significativos para lograr la consumación". Chejolán rompió los celulares de Tolaba y los arrojó al canal de la calle Coronel Vidt, y ayudó también a esconder el arma y a ocultar rastros en la escena del crimen.
En el juicio un oficial de policía contó que Bruboski dijo que tras el doble asesinato le avisó a Chejolán: “Ya está, y ellos al toque aparecieron”. También contó que las pastillas que tenía Tolaba “se las llevó Kalil y las vendió en La Jungla”, “y que Kalil y Galarza rociaron gasoil y tiraron pasto y tierra” en la Fiat Strada, con el propósito de ocultar huellas del doble crimen.
Sobre Bruboski, el Tribunal afirmó que "conocía el hecho" porque "trabajaba con Nicolás Ramos, le vendía sustancia vegetal, lo llevaba, lo traía, le facilitaba su celular y el rol que cumplió dentro del suceso excede el apoyo que una persona le puede dar a otro que cometió tan horroroso crimen". El Tribunal aseveró que el grupo iba a robarle a Tolaba, pero también tenían la intención de "dársela". "Jamás la intención podía ser solo robarle 'a cara descubierta', sino asesinarlo para ocultar el hecho".
El Tribunal concluyó que el plan consistía en que Ramos "ejecutaría a la víctima y la despojaría de la droga"; Bruboski "lo trasladaría en su auto al encuentro de la víctima, lo seguiría y lo recogería para darse a la fuga"; Chejolán "le ocultaría y haría desaparecer los objetos del ilícito valiéndose del automóvil conducido por Galarza", que haría su aporte subalquilando su vivienda en el barrio Solidaridad, donde se ocultó el arma homicida, y participaría del ocultamiento y destrucción de los celulares de la víctima