La Feria 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que cerró sus puertas en el predio de la Rural después de 19 días intensos, quedará en el recuerdo “como una feria de la resistencia y la imaginación para enfrentar uno de los peores escenarios económicos y sociales de nuestro país”, coinciden varias editoras y expositores. Hubo menos público, 1.126.351 asistentes, un 10 % menos que el año pasado. La caída de las ventas osciló entre un 20 y un 40 por ciento.
Por primera vez en la historia, el presidente Javier Milei eligió confrontar como nunca antes con los sectores de la cultura en general, y con la feria en particular, cuando declinó presentar su último libro (Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica) y denunció que había un “boicot” por parte de las autoridades, la Fundación El Libro, a las que "acusó" de “kirchneristas”. A esta tensión política se sumó que por primera vez no estuvo presente el stand de la secretaria de Cultura de la Nación y el secretario, Leonardo Cifelli, no participó del acto de apertura. La “primera vez” para celebrar fue el debate de cierre con los escritores Martín Kohan y Alejandra Laurencich, el diputado del PRO Hernán Lombardi, el economista Lucas Llach y la moderación de la periodista María O’ Donnell.
La batalla por la supervivencia
La novedad de esta edición fue el debate de cierre. Las organizadoras, las escritoras Gabriela Saidón y Natalia Zito, lograron abrir una instancia que se podrá perfeccionar en sucesivas ediciones. El diálogo fue respetuoso y se puso picante hacia el final entre Kohan y Llach. Laurencich objetó el uso de palabras como “batalla” o “combate” en la cultura. “De una guerra nadie sale ganando, salvo que sea fabricante de armas”, dijo la escritora y propuso hablar de “encuentro cultural”. “Un bien no se combate, se apoya y se protege. Pero ¿cómo puede defenderlo alguien que tiene que alimentarse?”, se preguntó la autora Las olas del mundo. “Ustedes hablan de batalla cultural cuando afuera hay una verdadera batalla por la supervivencia cotidiana. La solución no es desfinanciar universidades ni cerrar instituciones culturales o científicas; es allí donde puede seguir apostándose al desarrollo pleno de una nación”.
Kohan, que matizó el planteo de Laurencich (“no toda batalla es a muerte”), elevó la temperatura de la sala con un argumento directo al corazón de los temas urgentes. “Si se abriera una batalla/disputa cultural sobre el cine estaríamos discutiendo sobre cine; hablaríamos de qué cine se quiere promover o qué cine no. Pero reventar el Incaa no es una batalla cultural, es reventar el Incaa, es una arremetida contra la cultura, no una batalla cultural”, aclaró y recibió los primeros aplausos de la tarde de domingo. “La cultura no solo no la tenemos en el centro sino que estamos disputando que no esté en un afuera, ya que 'afuera' es la palabra que preside esta política”, agregó. Lombardi cuestionó el tuit de la Feria del Libro, donde se mostraba una sala semivacía en la presentación de Nicolás Márquez, el biógrafo del presidente Javier Milei. “No se puede sesgar tanto la opinión; tiene que ver con cómo se resuelve la batalla cultural cuando la conducción de la Feria está contra el presidente de la Nación. ¿Como no me gusta lo que decís te critico desde el tuit oficial? Cuidemos las instituciones”, pidió el diputado del PRO.
La trampa de los niños de Jujuy
Llach aseguró que “nadie propuso eliminar el Incaa” y se refirió a un sistema que se llama matching funds “que no es un subsidio pleno y me la gasto toda”. Kohan anotaba en su cuaderno y refutó: “No están revisando curros de ciertas políticas culturales, le llaman ‘curro’ a toda la cultura”. Lombardi, que se definió como un partidario del financiamiento estatal de la cultura, propuso discutir los mecanismos, y exigió que sean reducidos los porcentajes para sueldos en los entes culturales para garantizar que “la plata llegue a los creadores en lugar de a la burocracia”. Para Kohan es “imprescindible” abrir la discusión sobre cómo gestionar. “Si hay aspectos por revisar no veo por qué uno se tendría que oponer. No es esa la escena que estamos enfrentando -precisó-. Enfrentamos una escena en que las actividades culturales está siendo defenestradas por el jefe de Estado”.
Llach apeló a una explicación en la que la economía se nutre de lugares comunes. “Tenés una torta, si hay más para uno hay menos para otro. Cuando la gente dice que esto (la cultura) lo paga el IVA de la polenta de los niños de Jujuy, esa idea está bastante bien”. Kohan le retrucó: “Si les preocupan tanto los niños de Jujuy manden comida a los comedores populares, porque no están mandando, y dejen de usarlos”. El economista se quejó de que le tiraron con los comedores de Jujuy “desde la izquierda progresista” y defendió el modelo de Milei porque es un financiamiento como el de las escuelas parroquiales subsidiadas. “Seamos menos demagógicos”, criticó al escritor, que se preguntó para qué haría él demagogia, si no es político. “¡Repongan el impuesto a los autos de alta gama entonces! Si ponés en el medio a los niños de Jujuy hay una trampa retórica que es poner a la sociedad frente a algo como: ‘¿qué querés, cine o que los niños coman? Hay que dar alimentación a los niños pobres y gastar en cine”, argumentó Kohan. “Claro, todo, todo, así nos fue”, lanzó Llach. “Hay ciertas zonas del poder económico que no han sido tocadas. De ahí podría salir la plata”, concluyó el escritor.
La feria de la resistencia
Los ecos de este primer debate continuarán. Esta edición, que fue inaugurada por la escritora Liliana Heker y contó con la participación de Lisboa como ciudad invitada de honor, fue “muy compleja” tanto para los actores de la edición independiente como para los grandes grupos editoriales, aunque Planeta y Penguin Random House informaron menores caídas que otros expositores. Las visitas internacionales fueron menos en comparación con ediciones pasadas. Este año pasaron por distintas salas del Predio de La Rural el escritor francés David Foenkinos, las chilenas Diamela Eltit y Daniela Catrileo, la lisboeta Lídia Jorge y la ecuatoriana Mónica Ojeda, entre otros.
Como todos los años, el stand del Grupo Octubre se consolidó como un espacio para el encuentro, el debate y la resistencia en tiempos donde arrasa la ultraderecha. Además de un conmovedor homenaje a María Seoane, en el que participaron Ana María Careaga, Vicente Muleiro, Araceli Bellota, Gisella Marziotta, Nora Veiras y Pablo Díaz en la sala Julio Cortázar, la editoral lanzó sus novedades y se presentaron los libros Manual sobre terrorismo de Estado en Argentina, editado por Octubre, del camarista Adrián Grünberg, uno de los jueces con mayor experiencia en procesos por delitos de Lesa Humanidad; y ¡Afuera! El rol de la educación y la ciencia en el anarcocapitalismo, una compilación fundamaental de Daniel Filmus. También pasaron por el stand Alejandro Dolina, Dora Barrancos, Claudio Zeiger, Atilio Borón y Stella Calloni, entre otros.
Leonora Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, editorial que compartió stand en Los siete logos, bosqueja un balance. “Esta feria del libro seguramente va a quedar en el recuerdo como la feria de la resistencia y la imaginación para enfrentar uno de los peores escenarios económico-sociales de nuestro país. Las caídas en las ventas fueron brutales: en general los stands han tenidos caídas entre un 20% y un 40%. Y esto por tres motivos: por un lado, los libreros y distribuidores que vinieron del exterior compraron menos libros que otros años porque los libros en Argentina están caros en dólares. Simultáneamente, los bibliotecarios de Conabip llegaron a la feria con un severo desfinanciamiento en los fondos para compras. Por último, los lectores locales pudieron comprar mucho menos libros por la brutal recesión y empobrecimiento de la sociedad. Esta feria anticipa lo que será el año más complejo de las últimas dos décadas”, evalúa Djament.
Poca gente con más dinero
Desde Ediciones Continente, Jorge Gurbanov confirma que vendieron “menos ejemplares pero de precios mucho más altos respecto de otras ferias”, compara y busca analizar esta situación, que también se dio en otros stands: “El fenómeno socio económico que embarga a nuestro país es la poca gente que cada vez tiene más dinero y la mucha gente que cada vez tiene menos. Esto dio por resultado algo que nos sorprendió, ya que por lo menos no nos fue peor que el año pasado”, confiesa y comenta que en la mayoría de los stands hubo una caída generalizada del 30 %. “A pesar de la crisis en la que se encuentra sometida la mayoría de nuestro pueblo y a pesar del costo de la entrada, el del transporte y de los altos precios de la gastronomía dentro de la feria, la concurrencia de público fue mucho mayor a la esperada y eso es un fenómeno digno de ser destacado, ya que por su masividad sigue siendo un caso único en América Latina y no sé, si no lo es en el resto del mundo. Especialmente también es de destacar la masiva presencia de la juventud que se corresponde con lo acontecido en la marcha en defensa de la Universidad y la Educación Pública”, expresa Gurbanov.
Desde el grupo Planeta, Santiago Satz, gerente de prensa y comunicación, confirma que la caída fue entre un 12 y un 13 % abajo respecto de 2023. “El mayor caudal del público fue el segundo fin de semana; pero fue una feria donde circuló menos gente, pero más de lo esperado, por lo menos es una apreciación personal. La gente se acercó a la feria como un acto de resistencia, pero las ventas no acompañaron. No fue una feria para tirar manteca al techo, pero sí una feria digna, a pesar de la situación económica que estamos viviendo todas y todos los argentinos”. Desde el otro gran grupo editorial, Penguin Random House, informaron un descenso de las ventas de un 20%.
José Juan Fernández Reguera, de la editorial Losada, aporta su perspectiva: “peor que el año pasado, pero mejor de lo que tenía pensado”. El presidente de la editorial tiene ganas de hablar y detalla el panorama. “Para estar igual que el año pasado tenía que facturar tres veces más porque la inflación es de casi un 300%. Yo pensaba que podíamos vender el doble y vendimos más que el doble en dinero, no me interesan los ejemplares -aclara-. Yo estoy en contra de medir las ventas por los ejemplares porque tengo una teoría diferente. Si usted mide los ejemplares y resulta que vende muchos ejemplares de poco precio o vende muchos ejemplares de mucho precio, no sirve para nada la cantidad de ejemplares. Lo que importa es lo que se factura. En esta feria vendí más libros de más precio, y menos de menos menos precios”.
Fernández Reguera tiene una librería sobre la calle Corrientes y revela que en las librerías el desplome de las ventas se sintió mucho más que en la feria. “Esto es peor que en 2001 porque ahora hay una clase media muy golpeada y empobrecida. ¿Por qué no hay vacantes en las escuelas públicas? Porque la gente se va de la privada a la pública porque no puede pagar más. Las cuotas más baratas están entre 250 y 300 mil pesos. No hay salario que aguante”. Dueño también de la editorial Aique, dedicada al libro de texto para las escuelas, añade el hecho de que el Estado no compró libros. “El Estado compró siempre; compró con (Carlos) Menem, compró con (Fernando) De la Rúa, con (Néstor) Kirchner, con Cristina (Fernández)... hasta (Mauricio) Macri compró. Compraron todos, menos (Javier) Milei, y dejaron a 11 millones de chicos sin textos para leer”.
Leila Flores, del stand de Akal, cuenta que fue una feria “bastante complicada en comparación con la del año pasado”, y calcula que la caída estuvo cercana al 50 por ciento. “Creo que apenas llegamos a cubrir los gastos”, agrega. Carolina Ferrari, directora comercial de la editorial La Crujía, declara un 20% menos de ejemplares que el año pasado. “Después del primero de mayo, la gente cobró y apostó a comprar libros. Muchos pasaron venían, miraban y nos decían: ‘no cobré todavía’. Y después volvieron y compraron”, repasa Ferrari.
“Esta edición estuvo precedida por decisiones económicas de público conocimiento que han debilitado el consumo masivo y provocado zozobra en la sociedad”, se lee en el comunicado de la Unión de Escritoras y Escritores a modo de balance de la 48° Feria del Libro. “Los expositores fueron declarando a los medios una baja general, lo que no tiene nada de sorprendente. A ello hay que agregar otro tipo de merma: el de lanzamiento de novedades. Esto afecta especialmente a los autores, primeros e imprescindibles eslabones en la industria del libro, que no pudieron participar de presentaciones ni debates y que seguirán a la espera de la salida de sus libros. Es obvio que muchos planes editoriales para el año están, en un mar de incertidumbre general, en duda o suspenso. Sobre todo cuando la caída de ventas de marzo se estimó en un 40%. Y todavía hay otras víctimas, que no siempre tienen voz ni representación: nuestros lectores”.