Javier Milei le dedicó palabras elogiosas a Carlos Menem al colocar el busto del dos veces presidente en la Casa Rosada. En el panegírico a quien considera el mejor presidente de la historia argentina, se detuvo unos instantes en una de las medidas más controvertidas de Menem: los indultos. Milei recalcó la idea de "pacificación", ponderó que uno de los indultados fuera Albano Harguidenguy (que le había prohibido a Menem, preso de la dictadura, asistir al funeral de su madre en 1977) y subrayó que se había indultado "a militares como así también a guerrilleros". Repitió dos veces "guerrilleros".
Conviene detenerse en lo que fueron los indultos del 7 de octubre de 1989. Menem recibido la cuestión militar sin resolver por parte de Raúl Alfonsín. Los carapintadas aún eran un factor de desequilibrio: habían forzado la ley de Obediencia Debida en 1987 con el levantamiento de Semana Santa. Su líder, Aldo Rico, se volvió a alzar en enero de 1988 en Monte Caseros. En diciembre de 1988 tuvo lugar el tercer conato, en Villa Martelli, esta vez al mando de Mohamed Alí Seineldín.
Menem, a quien las usinas alfonsinistas señalaban muy próximo a Seineldín durante la campaña de 1989, trató de aislar al ultramontano coronel. De hecho, no avaló la posibilidad de que se convirtiera en nuevo jefe del Ejército, algo muy mal visto por Estados Unidos. A su vez, como candidato, se había acercado a lo que quedaba de la conducción montonera, que lo acompañó en los meses previos a su victoria.
La idea de que podía indultar a la cúpula montonera procesada por el Decreto 157 de Alfonsín implicaba que, en aras de una supuesta reconciliación, hiciera lo propio con los militares. La idea de un indulto empezó a rondar en el ambiente en las semanas previas al 7 de octubre.
El 1º de octubre hubo un indicio desde lo simbólico con la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas, un ícono del nacionalismo argentino y un anatema para los liberales. Menem encabezó el acto en el cementerio de la Recoleta y anticipó que “aún quedan heridas por cerrar”.
Los decretos de 1989
Seis días más tarde firmó cuatro decretos de indulto. Lo hizo dos días después de la condena a los atacantes de La Tablada y de la bomba contra las oficinas de Alfonsín en la calle Ayacucho, que no causó heridos. El Decreto 1002/89 benefició a 38 oficiales que no podían ampararse en el Punto Final y la Obediencia Debida, a excepción de Carlos Guillermo Suárez Mason, el excomandante del Primer Cuerpo, extraditado en 1988 desde Estados Unidos.
Entre otros, quedaban libres, además de Harguindeguy, Reynaldo Bignone, Luciano Benjamín Menéndez, Ramón Genero Díaz Bessone, Cristino Nicolaides y Leopoldo Fortunato Galtieri. Todos estaban bajo proceso, sin condena, con lo que técnicamente Menem indultó a personas amparadas en la presunción de inocencia, dado que no se había probado todavía, en sede judicial, la comisión de delitos.
Por el Decreto 1003/89 se indultó a 59 dirigentes y militantes del ERP y Montoneros, salvo Mario Firmenich en la causa del secuestro de Juan y Jorge Born por la cual cumplía 30 años de condena. Los nombres más destacados del decreto eran Roberto Perdía, Fernando Vaca Narvaja y Rodolfo Galimberti. Todos también amparados en la presunción de inocencia.
En el mismo decreto, Menem indultó a cuatro militares uruguayos del área de Inteligencia, que tenían una causa abierta en un juzgado de la Capital Federal. Entre los cuatro uruguayos beneficiados estaba José Nino Gavazzo, uno de los principales represores de la dictadura iniciada en 1973. Estos represores se habían beneficiado en su país de la Ley de Caducidad (equivalente al Punto Final) y del resultado de un plebiscito realizado en abril, por el cual la sociedad uruguaya convalidó esa norma. El indulto de Menem terminaba con los problemas judiciales de Gavazzo y compañía a este lado del Río de la Plata, y sin haber mediado un fallo condenatorio.
A través del Decreto 1004/89 cesó la persecución judicial contra todos los implicados en los alzamientos de Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli, empezando por Rico y Seineldín. Finalmente, el Decreto 1005/89 dejó en libertad a Galtieri, Anaya y Lami Dozo en relación a la condena impuesta por la justicia militar en 1986 por la conducción durante la guerra de las Malvinas. Galtieri se vio beneficiado así por dos decretos de indulto. Había sido absuelto en el Juicio a las Juntas y el Decreto 1002 le evitó rendir cuentas por los crímenes del Segundo Cuerpo.
La repulsa fue inmediata. Era una decisión calculada por Menem, pero que parecía extemporánea. Desde el punto de vista jurídico, lo más grave era que en los primeros tres indultos se beneficiaba a personas sin condena, a quienes la República no podía considerar culpables de ningún delito al no haber sentencia condenatoria.
El Decreto 1003/89, que ponía en pie de igualdad a Juan Gelman con Nino Gavazzo (el hijo y la nuera del poeta fueron asesinados por la dictadura uruguaya y recién en 2000 se reencontró con su nieta nacida en cautiverio), no se quedaba ahí. Tenía un elemento escalofriante: dieciséis de los militantes indultados estaban desaparecidos, entre ellos, María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew de 1972.
Además, fueron indultados Naum Norman Brisky, Nilda Rappari de Lencinas, Lila Pastoriza, Adriana Marcus, Amalia Larralde y Luz María Larralde, quienes ya había sido considerados inocentes y sobreseídos por la Justicia. El Decreto 1003 alcanzó también a Francisco Antonio Carrizo, José Martín Paz, Rubén Jesús Emperador y Fermín Ángel Núñez, condenados por el crimen del capitán Humberto Viola y su hija María Cristina, ocurrido en Tucumán en 1974; los cuatro estaban en libertad condicional, pendientes de un recurso ante la Corte Suprema de Justicia porque consideraban que el proceso había sido fraguado. Su caso llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Vaca Narvaja y Perdía fueron a la Casa de Gobierno para agradecer a Menem. Al mismo tiempo, Graciela Daleo, una militante beneficiada por el Decreto 1003/89, y que había pasado por el infierno de la ESMA, rechazaba el indulto en la Justicia y se iba a Uruguay. Otros beneficiados tambien rechazaron la medida. La conducción montonera había apostado a Menem tras la interna con Cafiero y colaborado con dinero en la campaña. Los dos líderes montoneros blandieron la idea de la reconciliación y pidieron al Presidente por Firmenich. Menem les dijo que el número uno de la organización obtendría la libertad “dentro de unos meses, junto con la de los ex comandantes”.
Indultos el Día de los Inocentes
El 28 de diciembre de 1990, Día de los Inocentes, Menem firmó seis decretos de indultos. Apenas veinticinco días antes había descabezado al movimiento carapintada con la represión al cuarto y último alzamiento.
El Decreto 2741/90 benefició a los cinco comandantes condenados en 1985: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti (que había recibido cuatro años y medio de prisión y ya estaba libre), Roberto Viola y Armando Lambruschini. El mismo decreto dejó en libertad a dos condenados que no se habían podido amparar en el Punto Final y la Obediencia Debida: Ramón Camps y Ovidio Riccheri.
Por el Decreto 2742/90 se indultó a Mario Eduardo Firmenich. El líder montonero cumplía una pena de treinta años de prisión, efectiva hasta el 13 de febrero de 2014, cuando se cumplían tres décadas de su arresto en Brasil, en relación al secuestro de Jorge y Juan Born.
Los Decretos 2743/90 y 2744/90 indultaron a Norma Kennedy y Duilio Brunello, respectivamente, por causas de la dictadura en relación a su etapa como funcionarios de Isabel Perón. Ella había sido procesada por malversación de fondos públicos. A él lo habían condenado a inhabilitación absoluta y perpetua por el mismo delito.
José Alfredo Martínez de Hoz fue el beneficiario del Decreto 2745/90, que cerró su procesamiento por los secuestros y torturas de Federico y Miguel Gutheim un hecho por el cual había estado detenidos dos meses y medio en 1988.
Finalmente, Carlos Guillermo Suárez Mason, mandamás del Primer Cuerpo en los años de la represión, prófugo y extraditado desde los Estados Unidos, y que no podía ampararse por su grado en las leyes de Alfonsín, recibió la gracia del Decreto 2746/90.
A las veinticuatro horas de promulgados los decretos, todos quedaron en libertad. Una multitud repudió la decisión de Menem en Plaza de Mayo. A Firmenich, sonriente en un auto en la tapa de Clarín, no pareció molestarle que lo indultaran a la par de quienes habían masacrado desde el Estado a muchos que habían sido militantes a sus órdenes. Videla se mostró en una iglesia del barrio de Belgrano, a la que fue a comulgar.
Allí estaban las imágenes de la reconciliación y la pacificación de Menem, conceptos que rodearon su abrazo a Isaac Francisco Rojas. Años más tarde llegó la declaración de inconstitucionalidad de los indultos por parte de la Corte Suprema. La búsqueda de justicia a pesar de los indultos demostró que no se podía clausurar una tragedia por decreto; como señalara Milan Kundera en El libro de la risa y el olvido, "la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido".