Si no vió, no lea, o “alert spoiler”

De las múltiples e íntimas cuerdas que esta compleja serie toca en nosotros, nos interesa pensar dos: no las realidades a las que remite sino las ficciones que de hecho inventa, y el encuentro simpático de las fragilidades de Martha y Donny, aún cuando deriven en acoso.

Simpathy for the Devil

Lo primero que siente Donny al ver entrar a Martha con su semblante compungido, es lástima y luego curiosidad. Trata de ser amable y le regala atención y un té. Ella nunca tendrá con qué pagar el amor. Desde el primer momento Donny sabe que algo no anda bien pero aún así desea seguir. La risa era el alimento de este proyecto de comediante que deseaba ser reconocido amorosamente a través de la fama. Ella era la risa del público, la fama y el reconocimiento que deseaba.

Pronto comprende que hay una especie de bestia oculta en Martha pero aún así continúa. Donny no puede decir que no. Inventa excusas, mentiras para otros y para sí mismo, pone parche sobre parche, invento sobre invento, hasta quedar sofocado, preso de una situación de acoso indetenible.

Y sin embargo, hay un punto de encuentro que anuda un enlace de sufrimientos: él ve a una mujer herida entrar al bar, ella ve a una persona herida que no puede decirle quién lo dañó; él ve el reconocimiento amoroso que buscaba y ella ve el tierno peluche de su infancia donde intentó refugiarse desesperadamente ante la violencia que sufría. La sympátheia tiene que ver con la con-pasión, el encuentro o unión de afectos compartidos y, más específicamente, de sufrimientos vivenciados.

¿Por qué no denuncia?

Una pregunta que tan frecuentemente se hacen las personas que no tienen empatía por las personas que sufrieron abuso; Donny entre esas personas. Comparte la pregunta que le hace el policía acerca de por qué esperó tanto tiempo. Y la respuesta es que si él reconocía que estaba sufriendo un abuso de parte de Martha, debía reconocer que había sufrido un abuso previo, el de Darrien (este presunto productor televisivo). Donny construye una ilusión protectora ante un sufrimiento descarnado: si no lo asumo, no lo sufro; si no lo denuncio, no sucedió.

Queda claro que Martha no es Darrien: si la primera daña en su desesperación amorosa, Darrien daña con conciencia de lo que le hace al otro, y precisamente en ello radica el goce de su abuso. Entre Martha y Donny hay una relación simétrica en algún punto, pero Darrien expresa la asimetría de aquel que se posiciona como un adulto maduro capaz de darle un futuro laboral de fama, sólo si se entrega “completamente a lo que le pida”. Martha inventa realidades en las que quiere creer, Darrien inventa realidades en las que no cree pero que le sirven a los fines instrumentales de acceder a la intimidad del cuerpo de Donny. Por último, el amor como expectativa está presente entre Donny y Martha, para cada uno de un modo diverso, mientras que para Darrien el amor es algo completamente ajeno.

Buscar respuestas a lo traumático

Luego de los abusos, Donny se lanza a una serie de experiencias donde se pone en riesgo a sí mismo, padeciendo el goce invasivo de una hiperexcitación que no sabe cómo descargar. Buscaba respuestas en estas exposiciones, dice. Otro aspecto de los abusos que tanto contrarían el sentido común y que hasta llega a hacer enojar a amigos, familiares y hasta profesionales: la insistencia furiosa en la exposición al mismo sufrimiento. Se trata de la compulsión a buscar respuestas en los lugares equivocados, repitiendo la misma escena padecida una y otra vez, en el intento de hallar en esas ruinas una pista que permita elaborar lo traumático: la persona que decía querer cuidar, amar, proteger, es la que descuidó, utilizó y disfrutó del servirse de la fragilidad del otro para satisfacerse sexual y narcisísticamente.

En esa búsqueda aparece Martha, como una nueva forma de abuso pero que ahora lo posiciona a él en cierto grado de simetría -por momentos hasta con un sentimiento de superioridad- para afrontar el exceso. Con esta enemiga íntima puede intentar comprender, defenderse, huir, buscar, experimentar toda la gama de afectos que no pudo en la realidad drogada, asimétrica, que le proponía Darrien. Este es el segundo motivo por el cual tarda tanto en denunciar a Martha.

Ser honesto es traumático

Sólo al cabo de toda esa búsqueda de permanente exposición al abuso, donde irá además encontrando personas capaces de realmente ayudarlo, como Teri, llegará a metabolizar lo suficiente como para finalmente, ante la caída de sus ilusiones de proyección amorosa y profesional, pasar de la comedia a la tragedia -como le sucediera al personaje de Jocker- y asumir que lo que pasó, le pasó. Aspecto que también nos interpela cuando esperamos “la verdad” o cuando creemos que esta nos hará libre per se. Hay verdades que destruyen, que enfrentan a dolores incomensurables. Sólo se pueden asumir ciertas verdades u honestidades cuando hay el recubrimiento afectivo necesario para sostenerse sin quedar arrasado.

El abrigo filiatorio

Sin dudas un posible hueco en la trama es cómo una persona puede exponerse insistentemente al abuso, específicamente aquel de Darrien que se muestra como la “causa” del de Martha. ¿Por qué no opera el no en Donny? Sobre el final, la figura de los padres aparece y allí se sitúa un abuso en el lugar del padre: la primera desmentida del abuso siempre es del adulto.

El abrigo impermeable del hijo fallecido de Liz, la madre (de la ex novia) que lo aloja, parece simbolizar la función que tiene la filiación: durante la primera parte de la serie rechaza utilizarlo: no se quiere ubicar en el lugar de un hijo muerto. Pero hacia el final, luego de que puede ser honesto con sus propios padres y sentirse acompañado por ellos, acepta el abrigo de una madre. Ya no es el de un muerto sino el de un alojamiento. Es por esta función de recubrimiento amoroso del abrigo, que en la escena donde decide volver a ver a Darrien, ya en el interior de su casa, tenemos un primer plano donde vemos el abrigo colgado en una silla. Desabrigado nuevamente, encogido de hombros, queda expuesto ante las seducciones perversas del abusador.

Empathy for the Devil

Nuevamente con su abrigo en la calle, dimensiona con horror el lugar del que acababa de salir. Se dirige a un bar, mientras escucha la selección de audios amorosos, íntimos, frágiles, de Martha. En el bar escucha que este apodo de “Bebé Reno” remite a la ternura de un peluche. Uno que más que un objeto transicional del amor materno, representaba un fetiche de refugio que desmintiera el horror que vivía. Contraparte del peluche que Donny habría querido ser para alguien más. Ante este descubrimiento se encuentra de pronto con el bartender que, como él, le dice cuánto cuesta la cerveza y, como ella, no tiene con qué pagarle; que, como ella, se encontraba compungido y, como él, el bartender le invita la ronda.

La ronda se cierra precisamente en el momento en que Donny descubre que dio la vuelta circular que lo llevó de un lado al otro de la barra. Desde ese primer encuentro donde aparece la simpatía de un algo compartido pero radicalmente ignorado, hacia el final donde se confirma una empatía que permitió finalmente comprender al otro (y a sí mismo a través del otro). Se trata de la empátheia de poder ponerse en el lugar del otro, en su vivenciar, en su padecer; que, en este caso, en buena medida es el propio lugar: la sympátheia de una vivencia traumática compartida.

Pero si este artículo podría terminar con la belleza de lo circular, la pregunta es ¿por qué si Martha asumió su culpabilidad y Donny su propio abuso, el abusador originario nunca fue denunciado?

*Psicólogo (UNR), Profesor en Psicología (UNR), Magister en Salud Mental (UNR). Psicoanalista. Escritor. Investigador. Psicólogo en Ministerio de Desarrollo Social. Autor de La violencia en los márgenes del psicoanálisis (Editorial Lugar) y de Los procesos de subjetivación en psicoanálisis: el psicoanálisis ante el apremio de una revolución paradigmática (Editorial Topía).