Ir hasta el campito a ver qué pasa, quiénes están, qué se puede armar. Esa es la idea que anima a Potrero, un producto del nuevo proyecto del bandoneonista Adrián Ruggiero y el baterista Juan Corrao. Tangology se llama el quinteto, del que también forma parte músicos con variadas experiencias y caminos diversos, como Dante Picca en piano, Andrés Jorge en saxo barítono y Gonzalo Aldas en contrabajo. “Tango de Hoy, 2024”, dice el subtítulo del álbum que elabora siete temas –algunos propios, algunos clásicos, algunos rescates–, en los que el tango es la materia y el "hoy" un espíritu inquieto que agita gestos del jazz y otros bríos.

Aunque hace días que Potrero circula por las plataformas, la presentación en sociedad será el jueves 16 a las 21 en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 772). “Vamos a tocar los temas del disco y algunas cosas más”, anticipa Ruggiero. “También tocaremos algunos temas que no entraron en el disco y músicas nuevas que salieron últimamente”, agrega el bandoneonista, hijo del Osvaldo Ruggiero que durante años capitaneó la fila de fueyes en la orquesta de Pugliese, y hermano de Daniel, otro bandoneón purasangre de la matricería familiar. “Daniel estará entre los invitados, junto a Abel Rogantini”, acota Adrián.

Inculposo hincha de River, Adrián cuenta que traqueteaba por los potreros en los márgenes de Núñez en épocas en las que Ariel "el Burrito" Ortega desparramaba genuina picardía en el Monumental. “Cuando pensamos en el potrero imaginábamos eso: la osadía de querer ser Ortega, que es una forma alta del sueño y el punto máximo de la inocencia”, dice Ruggiero. Así en la música como en el potrero, el bandoneonista reivindica la libertad. “Salir a tocar sin demasiadas cosas establecidas, sin saber cuándo empieza y cuando va a terminar el partido, y que no importa si ganás o perdés. Después de tantos años de profesión, recuperar lo lúdico como punto de partida es maravilloso”, expresa el bandoneonista.

Violentango, después de la Fernández Fierro y antes de Ruggiero Targo. Son algunas de las bandas impulsadas por Adrián Ruggiero, batallador incansable de proyectos originales para la apertura tanguera. “Siempre hice música original y cuando hice música de autor traté de decir algo sobre eso, buscarle otra vuelta de rosca, tanto en el arreglo cuanto en la manera de tocarlo”, dice. “Vengo de esa tradición, muy tanguera, de la música escrita que termina de arreglarse en la ejecución. Sin eso, todo sonaría igual y cuadrado, como en un MIDI. Con Violentango ensayamos dos veces por semana y en la época de la Fernández Fierro era por lo menos un ensayo semanal, pase lo que pase. Con Tangology por ahí metemos menos ensayos, pero se pone en juego el repentismo que permite el jazz”, continua y agrega: “De todas maneras, con Juan (Corrao) nos juntamos a cada rato, para tocar entre nosotros, o justamente para armar los arreglos y plantear las pautas y los espacios para la improvisación en el quinteto”.

Ruggiero cuenta que el encuentro con Corrao, con quien comenzó a pensar en Potrero, no fue casual y no tiene dudas en invocar a "San Pugliese" como una de las fuerzas que lo concretaron. “Fue muy loco, porque yo estoy trabajando desde hace varios años en un documental sobre Pugliese y un día compré un disco rígido para conservar algunos materiales. Cuando lo fui a retirar, el vendedor era Gonzalo Aldas, hoy bajista de Tangology. Ahí nomás nos pusimos a charlar, me contó de su proyecto tanguero sin bandoneón. Me invitó a tocar y ahí conocí a Juan. Enseguida pegamos onda en eso de producir juntos, escribir arreglos. Este es proyecto me permitió sentirme productor. Empaticé con las ideas de Juan y nos complementamos”, relata Ruggiero.

Con un sonido franco y directo, sin doble fondo, en Potrero temas como “Oblivion” de Piazzolla, “Melodía de arrabal”, de Gardel, y una mezcla entre “Footsprints” de Shorter y “Romance de barrio” de Troilo, dialogan con “Bustamante y Peña”, de Juan Corrao, y “Nuevos viajes”, de Ruggiero, entre otros. “La premisa fue elegir lindas melodías. Que los temas fueran cantábiles, para no enroscarnos mucho con un jazz complejo”, dice Ruggiero. “Un gusto por lo melódico que permita improvisar sobre una armonía clara, con un lenguaje llano. Yo pongo el toque tanguero, no solo con el color del fuelle sino además con la articulación de las frases, que en contraste con el toque jazzero del resto da lugar a una combinación atractiva. Simple, como en el potrero”, agrega Ruggiero.

–¿En qué punto está Pugliese, Pugliese, Pugliese, el documental sobre el que trabaja desde hace tiempo?

–Tengo un material increíble, cosas que vengo juntando desde hace quince años y muchos recuerdos familiares. Pero hacer un documental es un proceso complejo, más de lo que imaginé al comienzo. ¡A un disco te lo hago enseguida, pero un documental me cuesta más! (risas). En el cine, más que en otros ámbitos, se trata de buscar alianzas, de armar equipos y colaboraciones, encontrar las personas justas. Hacer un documental tiene que ver con el cooperativismo, que es en definitiva la historia que estoy contando: lo que significa Osvaldo Pugliese, no solo para el tango.

–Pugliese sale del tango para convertirse en un ideal…

–Tal cual. Don Osvaldo está más allá del tango y para muchos, por su militancia, su organización y su manera de afrontar la realidad, encarna una manera de estar en el mundo. Eso de no dar el brazo a torcer cuando la cosa se pone brava y hacer todo para que la orquesta siga sonando. Muchas veces estaba el famoso clavel rojo sobre el piano, cuando don Osvaldo no estaba por problemas políticos y mi viejo se ponía al frente de la orquesta. Otras veces, en el piano estaba Osvaldo Manzi, que además participó en varias grabaciones. La orquesta de Pugliese representó la fuerza del cooperativismo. A propósito de eso, lo último que filmamos para el documental fue la Delio Valdes en Obras. Ellos son una orquesta cooperativa, recogen el legado de don Osvaldo.