Norma está sentada en el patio de su casa, mirando los colibríes que celebran sus flores. Entre los geranios recién regados, descansa la gata negra de ojos verdes que la visita todas las mañanas.
Mientras toma de su mate de jarrito recibe un mensaje. Los vidrios de los lentes que cuelgan de su cuello se rayaron hace tiempo, así que forzando la vista llega a leer “abu, hoy paso a verte”.
Su nieto, Pablo, estudia y trabaja muy lejos, por eso sólo puede ir de vez en cuando. Suele llegar para compartir el almuerzo. Siempre le avisa el mismo día para que no se ponga ansiosa.
De la felicidad de la noticia, Norma pasa a la preocupación de abuela: ¿qué le preparo al nene para comer? Sabe que la comida favorita de su nieto son las milanesas, como las que le preparaba cuando era chico.
Aunque no suele hacer compras los sábados, la situación amerita. Se saca la bata que usa las mañanas frías, cambia las pantuflas por zapatillas, agarra el monedero y su bolsa para hacer las compras.
Cuando llega se sorprende, con algo de fastidio, por la fila interminable en la carnicería. Llega su turno y le pregunta burlona al chico que lo atiende a veces: ¿Qué se regala que hay tanta gente?
Diego, el carnicero, sonríe apretando su labio inferior con los dientes mientras sacude un poco la cabeza, mirando el piso, como buscando cortar la angustia que cargan sus intentos de reír. “No se regala nada Normi, pero está el descuento con Cuenta DNI, y...”, hace una pausa para suspirar y termina: “...bueno, mucha gente aprovecha”.
Mucha gente ¿aprovecha?
Casi 9 millones de usuarios. En semejante número puede que haya quienes sólo “aprovechan”, pero quizás el verbo más preciso sea “necesitan”. Hoy, frente a la inflación, llenar un plato de comida con el 35 por ciento de descuento se convirtió en una hazaña imprescindible.
A través del Banco Provincia se vehiculizó una decisión política. Más de 123 mil millones de pesos retribuidos desde un banco a un accionista: la gente. Destinatario extraño para los usos y costumbres en la repartija de la rentabilidad bancaria.
La empatía no viene en forma de app.
Diego se queda pensativo un momento y entonces se aviva:
-Norma, ¿vos no tenés la DNI?
Norma frunce el ceño y pregunta si eso es con “el telefonito”. Cuando le empiezan a explicar que sí, que es una aplicación que tiene que descargar, la abuela dice entre carcajadas que le está hablando en chino. Una de las chicas, Clara, escucha la conversación mientras espera. Mira cómo algunos en la fila empiezan a impacientarse por el tiempo que lleva la charla.
Ella atiende el último locutorio que queda en el barrio. Conoce a Norma desde que abrió el local, cuando todavía no tenía celular y llamaba a su nieto desde ahí. Se acerca, la saluda alegre y le dice que pase por el negocio, que ella le configura todo.
Diego le dice que después él le enseña cómo se usa para que pueda comprar en otros lugares. Que ahora se lleve las milanesas y las pague el sábado siguiente, ya con la cuenta hecha.
La mano visible del Estado.
En tiempos donde los protocolos de uso de las redes sociales son grandes promotores de odio y fragmentación, y muchos de sus usuarios -hasta con investidura presidencial- deciden abonar a ello, es buen momento para señalar que las nuevas tecnologías sí pueden concebirse como una red virtuosa para el tejido social.
Desarrollada por el Estado mediante el Banco de la Provincia de Buenos Aires junto con Red Link y Veritran, esta aplicación vincula a más de cien mil comerciantes con la posibilidad de ofrecer distintos descuentos a sus clientes, no sólo en territorio bonaerense sino en lugares donde el intendente sí cree en la mano invisible del mercado, como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Reintegros que integran.
Norma saca un pañuelo de tela y, con la mano temblorosa, se refriega los ojos y la boca. Sin que haya llegado a esbozar palabra, Clara la abraza y le pide que no llore.
Diego aprieta los dientes y piensa cómo está tan ensimismado que no se dio cuenta de avisarle antes, si sabe que cobra la mínima y que los hijos están lejos, de changa en changa.
Como la ve un poco inestable, Clara acompaña a Norma las tres cuadras que separan a su casa de la carnicería. Entre preguntas, se entera de que dejó de tomar uno de sus medicamentos.
Empieza a sacar cuentas mentalmente, como ya tuvo que hacer con su papá: con los reintegros de la Cuenta DNI, los números más o menos cierran...
Números que cambian el mes.
La velocidad de los reintegros puede oscilar entre uno y diez días después de la compra, ya sea pagando con QR o Clave DNI, pero al final, los reintegros devuelven un poco de saldo a la cuenta diezmada, antes de fin de mes.
En carnicerías, granjas y pescaderías hay un 35 por ciento de descuento los sábados con tope de 4.500 pesos por semana. Es decir, 18 mil pesos mensuales. En comercios de cercanía que incluyen verdulerías, 20 por ciento de ahorro de lunes a viernes con tope mensual de 5.600, lo que cubre un consumo de 28 mil pesos por mes.
Las personas mayores de 60 años, como Norma, tienen un 30 por ciento de ahorro de lunes a viernes con tope mensual de 6.600 pesos. Un total de 22 mil pesos que ayuda a costear las jubilaciones que se licuan y la plata que ya no llega.
Se suman muchos más, todos disponibles al descargar la aplicación para la que no es necesario ser cliente del Banco Provincia. Y, a pesar de que los montos no son el total de lo que representan los consumos hoy, una de las cuestiones más importantes que subyacen a la Cuenta DNI es la posibilidad de que algunos sectores mantengan, al menos, algo de equilibrio nutricional.
Cuando sentimos que importamos.
Esta vez no dejó el mate a medio cambiar. Yerba nueva y una torta improvisada enfriándose sobre la mesada, lista para desmoldar.
Se escuchan palmas afuera y los perros de la cuadra empiezan a ladrar. Norma se asoma por la cortina y se encuentra con la sonrisa de su nieto.
Antes de ir a recibirlo, vuelve a pasarse el pañuelo por la cara y deja los lentes al lado del anotador.
Luego de muchos besos y preguntas que no llegan a contestarse entre tantos abrazos, Pablo entra a la cocina donde la pava chilla que el agua ya está a punto.
Pasa el rato y se dispone a contar el motivo real de su viaje, pero entonces repara en los tachones y cuentas escritas temblorosamente en las hojas lisas del cuadernito.
Viendo la esperanza en los números de tintal, mejor ahorrarle a su abuela la mala noticia...