En el imaginario de Milei dominan las castas, le sorben el seso: la casta, “la gente de bien” sobre todo, aunque su naturaleza sea poco clara, la casta exalta su fantasía discriminatoria.
El Presidente selecciona gente como si eligiera bombones, ésta me gusta, ésta no porque está hecha de una pasta que no digiero. “La gente de bien”, con ese subrayado, califica, parteaguas, “de bien” para contraponer lo desechable, para Milei la gente de bien tiene bienes, le pellizca el cachete : ¡Qué rico!
Aplaudiendo a la gente “de bien", es duro con la opuesta, lo enfurece, le hunde el dedo en su ojo izquierdo, su oposición lo habilita, la acusa de refractaria, traza sobre ella una cruz con lápiz rojo.
En su selección fantasiosa eleva a los empresarios por encima del resto: “Son héroes", la casta de héroes está arriba de todo, y en su cúpula, sonriendo, Elon Musk.
Milei ama la elevación, en el Congreso se subió a un banquito para leer su discurso discriminatorio. La gente de bien lo inspira y lo orienta, la ola de despidos es alta. Cuando Milei todavía era Milei a secas y no había llovido del cielo la tercera fuerza que consiguió coronarlo, destruía iconos públicos en televisión: ¡Afuera!
Milei súperhéroe hizo trizas una maqueta del Banco de los argentinos revoleando una capa de historieta. Milei en juntadas con “gente de bien”, en un lugar X, elegido con mucha frecuencia, en minutos bien dispuestos para el parloteo, sin que se le mueva un pelo por pasar el peine al Estado a mansalva.
Los despidos van al galope como los pensamientos de su cabeza. "Llevamos un caballo adentro”, dijo Lispector.
Milei ventila a todo trote, sin frenillo para intercambiar ideas siniestras, todo viene bien si cae mal al resto, en un cabeza a cabeza con los de su casta, cabezas que se rozan, que entran en fricción amorosa, en ese roce sacan a relucir lo que les interesa, se desnuda el propósito, cuál es el alimento, el pasto verde que se mastica, lo que siempre estuvo en el sueño, el sueño verde de Milei no deja de avizorar el peso del verde, el billete famoso, la moneda que fagocita nuestra moneda celeste y blanca.
Milei galopa con loco despropósito, mete pata, la cabeza desafiante y orgullosa como la de aquel reyezuelo que encargó una corona de oro y piedras preciosas de siete kilos que le hundió el cráneo en el acto.
Libro del buen amor (paráfrasis):
Ciudadanos querellando a las “fuerzas del cielo”.
El rey que nos dieron danos muy malas tardes y peores mañanas, su vientre nos devora, supico nos estraga.
Responden las fuerzas del cielo: Tened lo que pedistes, por cuántas voces distes, en cuerpo é alma así todos tragados. Así despojados, puro abstenerse, sufrientes ciudadanos de no sentirse bien sin nada en el bolsillo, apretados en la estrechez, un achique tras otro, y más achicar, desnudos, tan sin nada como cuando se vino al mundo, entorpecidos los pies, no hay tierra firme para iniciar un trotecito al margen, excluidos, fuera de todo campo que se expanda, brotando dentro la intención casta y pura de buscar otro horizonte para lanzarse a la carrera, ciudadanos no nada sin nada, yendo pasito a paso bajo vigilancia, bajo el ojo.
Milei el elegido que invoca casta celestial en la que destaca ladridos para recibir una luz que lo ilumine, Milei tal cual Minos, Milei alimentando al minotauro en el laberinto, el monstruo verde, nunca se sabe cómo amanece, cuándo dispara, a cuántos va a devorar, afuera los ciudadanos a la intemperie en el aire, faltos de oxígeno.