Cenizas y diamantes 7 puntos
Argentina, 2024
Dirección: Ricky Piterbarg
Idea original: Roly Rauwolf
Duración: 89 minutos
Intérpretes: Alejandro Varela, Claudio Fernández, Fernando Colombo, Federico Ghazarossian, Sergio Iskowitz, Karina Cohen, Luis Aranosky, Graciela Mezcalina.
Estreno: Disponible en salas.
Puede parecer casual que durante la última edición del Bafici se estrenaran dos documentales sobre bandas históricas de la escena rockera argentina de los ‘80. A Fuck You! El último show, de José Luis García, le tocó oficiar de película de clausura, ofreciendo imágenes inéditas del último show que Sumo dio en Obras, en 1987, a poco de la muerte de Luca Prodan, su inolvidable cantante. Por su parte, Cenizas y diamantes, de Ricky Piterbarg, aborda la historia de Don Cornelio y La Zona, banda que con solo dos discos se ganó el derecho de integrar la aristocracia plebeya del rock vernáculo y convertirse en leyenda.
Pero la programación de un festival no es casual, sino, en el mejor de los casos, fruto de una búsqueda o, por qué no, obra del destino (para quienes crean que tal cosa existe). Lo cierto es que este vínculo cinematográfico ilustra otro, igual o más potente, que unió a aquellas dos bandas que fueron parte de una de las épocas más ricas del rock nacional. Sumo integró la santísima trinidad junto a Soda Stereo y Los Redondos. Don Cornelio fue uno de los proyectos más innovadores, cuyo estilo oscuro, a la vez rabioso y melancólico, sin embargo le debía mucho a la influencia de la banda de Prodan, Mollo, Pettinato y compañía.
Así lo prueba Cenizas y diamantes, cuyo extraordinario material de archivo, utilizado con criterio por Piterbarg, confirma a la distancia cuánto de Prodan había en Palo Pandolfo, cantante y compositor de Don Cornelio. La ausencia de límites entre lo escénico y lo personal, asumiendo un compromiso físico extenuante, era una característica que ambos frontmen heredaron de Ian Curtis, el joven y malogrado cantante de la agrupación inglesa Joy Division, a la que ambas bandas también le deben algo. En especial en esa voracidad por una poética visceral que los tres cantantes trasladaban de forma enérgica a la puesta en escena, poniendo el cuerpo como garantía.
Cenizas y diamantes es un proyecto de Roly Rauwolf, director de Retrato incompleto de la canción infinita, documental rockero dedicado a otro miembro del santoral ochentoso, Daniel Melero. Con el fallecimiento de Rauwolf en 2020, el proyecto quedó huérfano y fue adoptado por Piterbarg, que hasta ese momento oficiaba como productor, quien, con acierto, permite que su presencia habite la película junto con la de Pandolfo, muerto un año después. Por eso hay algo de elegíaco en la película, en la forma en que los miembros de banda recuerdan a su amigo, empujándolo una y otra vez al centro de la escena, el lugar que ocupó mientras la banda estuvo viva, antes de separarse en el amanecer de los ‘90.
Por eso no resulta inapropiado definir a Cenizas y diamantes como una película de fantasmas, una sesión de espiritismo filmada en la que los muertos amados renacen en la vida eterna del cine. El documental de Piterbarg también recupera el alma de los ‘80 más under, ese que se volvió imperceptible en las figuras más reconocidas de la época (Cerati, el Indio, Calamaro, Fito), pero que pervive en la historia de Don Cornelio, cuya separación ocurrió cuando su fuego creativo alcanzó máximo fulgor, tras dos discos notables, como el homónimo de 1987 y el imposible de encasillar Patria o Muerte, editado un año después.
El mayor gesto de la película no consiste en buscar una forma cinematográfica de vanguardia, sino en restaurar de forma vívida aquella que definió a su propia época. Con esa búsqueda como norte, Cenizas y diamantes se apropia de la estética fragmentaria del fanzine, en cuyos collages audiovisuales conviven el presente con el pasado, la creatividad con el desorden y la pulsión de vida con los latidos de la autodestrucción. Un verdadero documento de la historia cultural de este país.