Jakob Bro recuerda que tocó en Argentina hace más de diez años, en 2013. Asados pantagruélicos, nuevos amigos, un paisaje distinto pero no extraño y el vino, fueron las primeras revelaciones de un país que antes había imaginado escuchando tangos, la música de su amado Dino Saluzzi y tocando con el saxofonista Rodrigo Domínguez, a quien conoció en Boston en 1998. Todavía Bro no era figura central del sello alemán ECM, marca distinguida del jazz moderno y sus aperturas, donde últimamente grabó Uma Elmo, el disco con el que el guitarrista y compositor danés regresa a la Argentina. El sábado 18 y domingo 19, en dobles funciones –20 y 22.45–, lo presentará en Bebop Club (Uriarte 1658), junto al trompetista noruego Arve Henriksen y el baterista español Jorge Rossy.
“Mis expectativas sobre estos conciertos son, como siempre, poder manejar con honestidad la música que surge, seguir las ideas y los sonidos en el escenario, dialogar de la mejor manera con mis compañeros”, dice Bro en diálogo con Página/12. “Los lugares en los que uno está siempre se reflejan en la música que uno hace, y ya siento que los conciertos en Buenos Aires serán especiales para mí”, se entusiasma el guitarrista clase 1978, que además se declara “un gran fanático del fútbol argentino”. “Crecí adorando a Maradona y lloro cada vez que veo la final Argentina-Francia. Vi la tanda de penales más de 100 veces y regreso a los mejores momentos de ese partido al menos una vez a la semana”, puntualiza su pasión gaucha. “Cuando Messi salió campeón del mundo, sentí que el universo de alguna manera se había ordenado. Para mi relación con el deporte, ese fue el día más importante. Incluso más que cuando Dinamarca ganó la Copa de Europa en 1992”, asegura Bro.
Entre los estrépitos del fútbol y la morosidad encantadora y profunda de su música, Bro se afirma en el arte del encuentro. Uma Elmo, un disco hecho de primeras tomas en el primer encuentro con Henriksen y Rosy en un estudio de Lugano (Suiza), tiene mucho de eso. “Nos conocimos ahí, nunca antes habíamos tocado juntos, por eso la música es muy fresca”, comenta el guitarrista, que es autor de “Morning Song”, la primera pieza que el trío tocó en el estudio y que quedó en el álbum en dos versiones. “Ahí empezó una hermosa búsqueda en el sonido para conocernos. La grabación fue eso: buscarnos. Después salimos a tocar en vivo y la música, naturalmente, despegó hacia una esfera diferente. Ahora el sonido del trío es distinto al de la grabación. Los temas son como habitaciones en las que podemos entrar y estar, pero la mayor parte de la música que hacemos ahora es improvisada y pertenece a un paisaje más amplio y más libre”, sostiene el músico.
En la actualidad Bro es uno de los guitarristas más importantes del jazz internacional. Supo ganar la encuesta de críticos de la revista especializada DownBeat en la categoría “Guitarrista Estrella Emergente” y logró numerosos reconocimientos en Europa. Ha sido también miembro de Paul Motian & The Electric Bebop Band y del Dark Eyes Quintet de Tomasz Stanko y por sus 16 discos -los cinco que grabó para ECM se distribuyen en Argentina a través de Sitemusic- pasaron músicos como Lee Konitz, Bill Frisell, Kenny Wheeler, Paul Bley, Chris Cheek, Thomas Morgan, Mark Turner, Kurt Rosenwinkel, George Garzone, Craig Taborn, y David Virelles, por nombrar algunos.
–Grabaste discos con grupos numerosos, como White Rainbow o el más recientes Once Around The Room, pero siempre volvés al trío. ¿Qué te gusta de esa formación?
–El espacio que se produce y también la posibilidad del silencio. En el trío los contrastes pueden ser tan amplios y profundos como quieras. Eso me atrae. De todas maneras, solo, dúo, trío, septeto o lo que sea, trato de preparar música que pueda crear un ambiente. Quiero ofrecerles a mis compañeros temas que no necesiten explicación, que el sonido lo diga todo. Suelo escribir pensando en personas específicas. Eso me inspira. Pero también disfruto y aprendo cuando a ese tema lo tocan otros y cambian el sonido de mi música. Eso aprendí tocando con Paul Motian. Hacíamos algunos de sus temas viejos, que ya había grabado con Jim Pepper, Bill Frisell y Joe Lovano, pero sonaban distinto. Ahí terminé de entender que salen otras formas de belleza cuando se trabaja el mismo material con diferentes personas.
–Hacés un uso sutil de efectos electrónicos en tu instrumento. ¿Cuál es tu límite para no sentir que la tecnología está invadiendo tu música?
–Utilizo mi instrumento para crear atmósferas y lugares imaginarios. El equilibrio entre el uso de efectos y la forma de tocar la guitarra es lo que define mi música. Como artista, tenés que tomar decisiones constantemente y trato de utilizar la intuición y el corazón al tomar esas decisiones, para no suscribir ningún tipo de policía musical. No me gustan los géneros. Creo en la libertad y trato de tener la mente abierta.
Bro cuenta que creció tocando la trompeta, hasta que escuchó a Jimi Hendrix y todo cambió. Comenzó entonces la búsqueda de un lenguaje propio que lo llevó a emular los solos de John Coltrane o los de Miles Davis con la guitarra. “Fue divertido y frustrante al mismo tiempo, porque no sonaban igual. En algún momento dejé de intentarlo. Me di cuenta de que en lugar de intentar sonar como, por ejemplo, George Garzone, tenía que invitarlo a tocar conmigo y usar mi guitarra para crearle un marco”, dice. “Ahora me veo como alguien que puede enmarcar las cosas, crear pinturas sonoras con mi instrumento, conectar con personas que quiero, haciéndolas tocar juntas de maneras que tal vez ni siquiera imaginaron”.
–¿Qué es lo que más te atrae de tu instrumento, como guitarrista y como compositor?
–Luché con ella durante años con la guitarra y ahora la amo. Una de las razones por las que la amo es que no tengo ningún deseo concreto con el instrumento más que usarlo para crear música. La guitarra no me obliga a nada, simplemente se ha convertido en mi vehículo para crear sonido y hacer música.