En anteriores contactos con Página12, Diego Serna –compositor, cantor, guitarrista-, dejó entrever rasgos de sus modos artísticos, que bien se corresponden con los hechos. En ellos, se mezclan, incorporan y conviven reminiscencias infantiles de Bach, con breves tactos poéticos, tintes budistas, medidas combinaciones entre guitarras –sintetizadas y no, criollas y no-, sonidos maquinales, vetas vernáculas, y baterías cuasi artesanales, trabajadas día tras día en un pequeño estudio casero. Hasta aquí se explica –porque de ello se pueblan- un trabajo en solitario a la fecha -Otra orilla- y el inédito, Ventanas. Pero para entrarle a Cosmic Terruño, el flamante ya subido a Spotify y Youtube, hay que expandirse un poco más.

Si bien el músico venía acuñando definiciones puntuales para sus músicas (“zamba cósmica”, “chacarera lejana”, y así), ahora fue a más y clavó la intención de lleno -ya desde las dos palabras que lo nombran- y la desarrolló a través de catorce piezas. Dicho de otro modo, de un puñado de arte que no teme luchar, ya sea a favor del inacabable mundo que el músico habita, o del asible pero a veces imposible suelo que lo vio nacer y permanecer. Tal vez refieran a ello esos silenciosos despertares que (lo) acechan (“Silenciosos despertares”), o el bosque oscuro donde muere la verdad del que da cuenta “Sembrar la luz”, otro de los temas-fuerza del disco, que ya había asomado en el inconcluso Ventanas.

Pero el trabajo también tiene tiempos de relax instrumental. De hecho, coexiste en esta veta un pasaje a guitarra y suave percusión llamado “Kuon” (“Eternidad”, en castellano) con otro que no le va en saga –más calmo, aún-, que el ex director de música de las escuelas Tademus y Aequalis y seguidor de la asociación budista Soka Gakkai, llamó “Fluye”, porque justamente eso es lo que pasa: un remanso que sanea y templa, al igual que “Tierra incógnita” o “Monte adentro”, apoyados ambos por voces y silbidos que secundan. Que embellecen.

El lado maquinal que Serna exploró en soledad durante los días de pandemia se deja oír a su turno mediante “En el camino”, “Espejismo” y “Bosque”, tríada habitada por un vuelo onírico que por momentos –puntualmente en el tercer caso- reconoce influencias en el King Crimson más denso y bucólico de los setenta. Por último, en “Hijx sol regresa”, el largo tema postrero –casi 17 minutos dura- lo que impera es una trabada oscuridad instrumental que efectivamente pinta, grafica, intuye una espera del alba que apenas asoma al final. Tarea fina, que le dicen.