Desde Roma
Pensar que la sociedad mundial podría destruirse en poco tiempo matando a millones de personas, a simple vista parece una hipótesis de ciencia ficción. Sin embargo los riesgos existen. No se puede saber exactamente cuánto será el precio en seres humanos por pagar. Pero sí se sabe que si el mundo no hace nada, todo será cada días más caótico no sólo por el aumento de las temperaturas, la disolución de los glaciares, las sequías, las inundaciones sino también por la contaminación del aire, del agua, de los alimentos, y sobre todo los efectos en la salud.
Un ejemplo sobre este tema lo da el estudio 2023 sobre el cambio climático de Lancet Countdown, un centro internacional de investigación sobre las consecuencias del cambio climático en la salud. El estudio reveló que la inacción frente al cambio climático está costando cada vez más vidas y que si no se toman medidas urgentes, las muertes relacionadas con el calor aumentarán 4,7 veces en los próximos años. También dijo que el mundo avanza en una “dirección equivocada” porque “gobiernos, empresas y bancos siguen invirtiendo en petróleo y gas mientras el mundo se acerca a un daño irreversible”.
De la crisis climática a la resiliencia climática
Este panorama poco optimista fue el que motivó a la Pontificia Academia de Ciencias y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales del Vaticano a organizar un convenio internacional sobre el cambio climático, teniendo presente que el Papa Francisco siempre se ha mostrado muy preocupado por este tema, como demostró en su encíclica de 2015 “Laudato si” y en muchos discursos dirigidos a los fieles y a los gobiernos.
Titulado “De la crisis climática a la resiliencia climática”, es decir a la capacidad de prepararse para afrontar y responder a los efectos del cambio climático, el encuentro realizado del 15 al 17 de mayo fue organizado por dos miembros de las Academias Pontificias, el antropólogo y Rector de la Universidad de Massachusett (Boston, USA), originario de Argentina, Marcelo Suárez Orozco, y el experto en climatología Veerabhadran Ramanathan, originario de la India, miembro del consejo de la Universidad de California en San Diego y del Instituto de Oceanografía de la misma universidad.
Participaron más de 70 expertos de todo el mundo, profesores universitarios, ecologistas, religiosos, miembros de distintos organizaciones de Naciones Unidas, antropólogos, políticos, economistas, gobernadores, alcaldes, entre ellos los gobernadores de las provincias argentinas de Misiones, Hugo Passalacqua, y de Catamarca, Raúl Jalil, así como el juez argentino Roberto Andrés Gallardo, los alcaldes de Paris, Londres y Roma, el Ministro de las Ciudades del gobierno de Lula, el gobernador de la región metropolitana de Santiago de Chile, y la gobernadora de New York.
Teniendo presente que los tres países más contaminadores del mundo son China (pero también el más poblado con más de 1.400 millones de habitantes), Estados Unidos e India, sobre todo por el uso en sus industrias de combustibles fósiles, en particular el carbón, los participantes insistieron en la necesidad de convencer a gobiernos nacionales y regionales que es necesario tomar medidas urgentes y para eso propusieron campañas de información, incluso haciendo pequeños documentales, repitiendo convenios como éste hecho en el Vaticano e impulsando a que representantes del mundo médico hablen de los efectos sobre la salud en sus respectivos países.
El resultado del convenio será un “Protocolo de resiliencia climática planetaria” que los participantes firmarán y presentarán en la reunión de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se hará del 11 al 22 de noviembre próximo en Baku, Azerbaijan, se informó.
Los puntos más delicados
Los temas tratados durante el encuentro estuvieron centrados en varios puntos como el agua, instigando a mitigar el impacto de las inundaciones y las sequías en la agricultura y el consumo humano, a gobernar los recursos hídricos de manera justa, a proteger a los más vulnerables con un sistema que asegure agua limpia, a diseñar una agricultura eficiente en términos de agua, a integrar la colaboración entre las comunidades locales e indígenas que conocen el manejo del agua, a estimular la colaboración interdisciplinaria de los expertos. El indígena brasileño Raoni Metuktire, 93 años, que recibió un gran aplauso al intervenir este viernes en el convenio, destacó que la dramática emergencia que toca a la Amazonia “no es la primera pero es seguramente la más peligrosa para la sobrevivencia de los pueblos indígenas” y para el resto del mundo.
En los tres días de debate también se habló del aire y de cómo limitar su contaminación y la relación de este fenómeno con las enfermedades respiratorias, cardiovasculares y la salud mental, desarrollando tecnologías energéticas más limpias como vehículos eléctricos y fuentes de energía renovable. Se insistió también en la necesidad de imponer reglamentaciones más estrictas para frenar la contaminación con nitrógeno (que contamina la tierra, el agua y el aire a través de distintas prácticas como el uso de fertilizantes sintéticos y la descarga de aguas residuales), con óxidos (gases que se emiten en los procesos de combustión que produce el tráfico en general, en especial motores diésel, así como en instalaciones industriales de alta temperatura y de generación eléctrica), con dióxido de azufre (liberado en muchos procesos de combustión ya que los combustibles como el carbón, el petróleo, el diésel o el gas natural contienen ciertas cantidades de compuestos azufrados), y compuestos orgánicos volátiles (hidrocarburos que se presentan en estado gaseoso en la temperatura ambiente normal).
Sobre los alimentos se planteó la necesidad de empeñarse para salvaguardar la seguridad alimentaria de frente a las sequías, inundaciones y altas temperaturas, impulsando buenas prácticas y desarrollo sostenible y mejorando la salud y conservación de la tierra donde se planta, intercalando los cultivos.
El tema de las financiaciones también estuvo presente. Se subrayó la necesidad de buscar modelos que ayuden a las comunidades de bajos ingresos, impulsando además la financiación comunitaria. Y el último día se discutió sobre pobreza y migraciones forzadas y las perspectivas legales que podrían ayudar a los millones de migrantes que dejan sus países por estas razones.
El viernes intervino además un grupo de jóvenes de distintos países muy preocupados por la crisis climática, entre ellos la famosa líder ecologista brasileña de 17 años, Catarina Lorenzo, que pidió a los gobiernos “basta de hablar, hay que actuar”. También intervino el colombiano Francisco Javier Vera, de 14 años, que pidió “replantear nuestra sociedad” para que se respeten los derechos de los niños a la vida y a la paz y dando espacio a la “ecoesperanza”.
Francisco y la “deuda ecológica”
El jueves, el Papa Francisco recibió a todos los participantes del encuentro y les expresó su gran preocupación porque “las poblaciones más pobres, que tienen poco que ver con las emisiones contaminantes, son las víctimas que deberán recibir mayor apoyo y protección”.
“La pregunta es: ¿estamos trabajando por una cultura de la vida o una cultura de la muerte? -dijo el Papa- Ustedes han respondido que tenemos que estar atentos a los gritos de la tierra, escuchar las súplicas de los pobres, ser sensibles a las esperanzas de los jóvenes y a los sueños de los niños. Tenemos la gran responsabilidad de garantizar que no les sea negado a ellos el futuro. Recibo con mucho gusto vuestro trabajo porque el cambio climático es una cuestión social global y ligada íntimamente a la dignidad humana”, añadió Francisco.
El Papa argentino mencionó además los desafíos que enfrenta el mundo en este momento: “el cambio climático, la desaparición de la biodiversidad, el deterioro ambiental, las desigualdades globales, la inseguridad alimentaria y una amenaza a la dignidad de las poblaciones implicadas”. “Pero que quede claro: son los pobres de la tierra los que sufren mayormente, pese a que son los que menos contribuyen al problema. Las naciones más ricas “producen más de la mitad de la contaminación que atrapa el calor. Los 3.000 millones de personas más pobres aportan menos del 10% de la contaminación pero sufren el 75% de las pérdidas que derivan. Los 46 países menos desarrollados -sobre todo africanos- representan sólo el 1% de las emisiones de CO2 (anhídrido carbónico) mientras las naciones miembros del G20 (entre ellas Alemania, China, Estados Unidos, India, Japón, Rusia) son responsables del 80% de estas emisiones, precisó el Pontífice.
Una especial frase la dedicó el Papa a las mujeres, que no son sólo víctimas del cambio climático sino de discriminación y en cambio son “potentes agentes de la resiliencia”, a los niños que por su edad “son más susceptibles a los efectos físicos y psicológicos del cambio climático” y a las “migraciones forzadas” causadas por el desastre climático. “Veamos cuántos hermanos y hermanas han perdido la vida en estos años en los viajes desesperados . Y las previsiones preocupan”, dijo.
“Frente a esta crisis planetaria, me uno a vuestro llamado” a adoptar acciones rápidas y resolutivas en grado de producir cambios y decisiones políticas y a cambiar la curva del calentamiento, tratando de disminuirlo en un cuarto de siglo apuntando a la descarbonización, eliminando al dependencia de los combustibles fósiles. En tercer lugar, agregó, “deben ser eliminadas las grandes cantidades de anhídrido carbónico en la atmósfera” mediante una gestión ambiental que abarca distintas generaciones. “Será un trabajo largo pero visionario y debemos emprenderlo todos juntos(…) La crisis climática exige una cooperación coordinada y una solidaridad global”, subrayó. Por último habló de una “nueva arquitectura financiera” que responda a las exigencias del sur del mundo y de los estados insulares. “La reestructuración y la reducción de la deuda, junto al desarrollo de una nueva Carta Financiera Global dentro de 2025”, reconociendo una suerte de “deuda ecológica” con los países del sur, podría ser “de gran ayuda para mitigar el cambio climático”, concluyó Francisco.