Desde Jerusalén
El avión aterriza en Tel Aviv, todos se paran de los asientos y quince metros más adelante, una mujer comienza a gritar como si la degollaran. Hay gran tumulto a bordo, ella se desgañita y varios se abalanzan sobre un hombre grandote para inmovilizarlo. ¿Un ataque terrorista? Falsa alarma: dos musculosos se pelearon por quién pasaba primero. Alivio.
La autopista a Jerusalén tiene los postes de luz embanderados con la estrella de David. Y también la lucen los autos y un edificio de 8 pisos donde la bandera nacional baja desde la terraza a la base; y en la farmacia, en el pub, y un señor religioso de dos rulitos que la lleva como capa. Ondea en hoteles, edificios corporativos y los autos de policía que la llevan en un palo clavado al paragolpes. En una plaza, un hombre toca un piano extrañamente implantado en el suelo al aire libre: de su manga brota una bandera que debería incomodarlo para tocar pero no le importa. La ciudad cuyo influjo místico generó ocho Cruzadas, exuda nacionalismo.
Escenas intramuros
La Ciudad Vieja con su Santo Sepulcro a metros del Muro de los Lamentos está muy tranquila, casi desierta. Allí donde siempre hay colas de horas frente a la pequeña tumba donde habría resucitado Jesús, uno puede entrar y salir cuantas veces quiera sin esperar. Algunos se dan el lujo de rezar allí dentro hasta el cansancio. Y en todos lados reina un silencio sublime que aburre a los vendedores de las tiendas del laberinto de piedra. Pero todos saben que esta es una falsa calma, que 75 kilómetros al oeste mueren palestinos por centenares e israelíes por unidades (hoy fueron asesinados 10 niños y 10 mujeres palestinas en Yabalia). Y todos saben que un ínfimo catalizador arruinaría esta paz monástica de la ciudad, potenciada hoy por el Sabbath y la falta de turistas.
Bajo el arco de la Puerta de Zion --construida por Solimán el Magnífico en 1540— entra a la ciudad santa del monoteísmo un judío ortodoxo con una suerte de saco sport largo como un déshabillé, empujando un carrito con su bebe mientras la madre y dos niños caminan atrás: en la espalda le cuelga una ametralladora Made in USA modelo M-16 con mirilla y una repetición de tiro de 950 balas por minuto. La escena se repite en promedio, cada 10 minutos: padre con fusil –a veces se agrega una pistola en la cintura--, bebé y esposa.
Tomar las calles
Como cada sábado, hoy hay movilización en Jerusalén y miles marchan hasta la Plaza París. Los carteles exigen la renuncia del primer ministro Benjamin “Bibi” Netanyahu, a quien responsabilizan de muchas cosas, entre ellas, el fracaso en la liberación de los rehenes por no querer negociar con Hamas. Por eso piden nuevas elecciones.
En plena movilización –entre redoblantes y tambores-- Gershon Benshaha se aparta de la masa a conversar con Página/12. Tiene 82 años y hay que hablarle fuerte a su parlante en el oído. Lleva una remera con la foto de una rehén secuestrada por Hamas: es Caramel Gat (39 años) y alumna suya en su cátedra de psicología en la Universidad de Hebrón. La consigna estampada es “Tráiganla a casa ahora”.
Como buen docente, resume su posición de una parrafada: ”nuestro gobierno nos está llevando de mal en peor; su rol hace aun más daño en los aspectos de seguridad, en la economía y en las relaciones internacionales, incluso con nuestros mejores amigos como EE.UU. Tenemos que sacarnos a este gobierno de encima; la lucha para liberar a los rehenes es la misma que la de echar al gobierno. Mientras más tiempo nos gobierne, no habrá ningún acuerdo para la liberación, es muy claro. Por eso necesitamos frenar la guerra, liberar los rehenes y pensar en un futuro juntos con nuestros aliados: los norteamericanos, los países de Europa occidental y los países árabes que nos están ofreciendo algún tipo de amistad o sociedad para manejar el tema de Gaza después de la guerra. Deberíamos aceptar eso antes que rechazarlo. Lo que deberíamos hacer es exactamente lo que Netanyahu no va a hacer”.
--¿Hamas y Netanyahu se necesitan para existir?
--En algún punto sí; son enemigos pero Netanyahu está solo interesado en la continuidad de su gobierno y para eso, necesita continuar la guerra y pagar ese precio; pero todos pagamos ese precio. Prefiere la guerra porque su gobierno consiste en extremistas de derecha nacionalista, quienes nunca aceptarán ninguna paz con Palestina. Y Bibi depende de ellos, quienes son terribles, unos socios horrendos que son criminales y él los llevó al gobierno. A toda esa gente la boicoteábamos en el pasado porque son fanáticos. Y si Netanyahu aceptara un acuerdo con Hamas o la Autoridad Palestina, ellos dejarán el gobierno, el cual se caería. Espero que el futuro de Gaza sea algún tipo de gobierno palestino con otros países árabes y ayuda occidental. Esto se lo ofrecieron hace mucho tiempo a Netanyahu y él lo rechazó inmediatamente. Nunca acepta hablar de un poder palestino en Gaza. Es un egoísta solo interesado en su propio beneficio. Tiene un juicio pendiente; si deja su puesto puede ser juzgado.
Más movilizaciones se repitieron en casi todas las ciudades del país, la mayor de ellas en Tel Aviv donde hubo represión policial incluyendo ataques con tanques hidrantes.
El ministro que amenaza tirar la toalla
La situación de Netanyahu se complicó más este sábado: el ministro del Gabinete de Guerra, Benny Gantz, amenazó con abandonar el gobierno de emergencia si el primer ministro israelí no acuerda un plan para una Gaza de posguerra antes del 8 de junio, incluyendo quién podría gobernarla. En un mensaje televisado, Gantz exigió al Gabinete de Guerra --compuesto por Netanyahu y el ministro de Defensa, Yoav Gallant-- elaborar un plan, o sino su partido centrista abandonaría en tres semanas la coalición. "Hay algo profundamente roto en la forma en que los líderes de Israel están llevando la guerra", aseguró Gantz y añadió que "una pequeña minoría" se apoderó "del barco israelí y está navegándolo hacia una pared de rocas". Gantz pidió a Netanyahu que eligiera “el interés nacional sobre el personal”, y le advirtió que si opta por "el camino de los fanáticos y lleva a todo el Estado al abismo" se verá obligado a irse.
El primer ministro israelí respondió a Gantz con un mensaje críptico en el que describió sus exigencias como "eufemismos" que buscan esconder la derrota de Israel. "El significado es claro: el fin de la guerra, la derrota de Israel y el abandono de la mayoría de los rehenes, dejando Hamas intacto y estableciendo un Estado palestino", dijo Netanyahu.
El líder derechista en el gobierno de Israel está perdiendo cada vez más apoyo interno y externo, tensando sus relaciones con EE.UU. Su margen de maniobra se angosta y de llegar a verse acorralado, su reacción resulta impredecible. Podría llegar a ser aún más violenta –llevando a su país a un camino sin salida y a escaladas cíclicas— o acaso acepte firmar una paz nada “conveniente” que le abriría las puertas hacia la cárcel.