Durante el mes de mayo, Cine Lumière hizo foco en la obra del documentalista Néstor Frenkel. Como corolario al recorrido, el jueves próximo a las 19 (con repetición el jueves 30 de mayo) y con la presencia de Frenkel, la sala pública de calle Vélez Sarsfield 1027 proyectará -con entrada gratuita- su más reciente trabajo y en carácter de estreno: Después de un buen día (2024). El film está dedicado, precisamente, a Un buen día (2010), una de las películas más curiosas como de culto del cine argentino. Un buen día -dirigida por Nicolás del Boca, con guion de Enrique Torres y protagónicos de Aníbal Silveyra y Lucila Solá (entonces novia de Al Pacino)- tuvo una recepción calamitosa al momento de su estreno; sin embargo, hoy es celebrada por una legión de seguidores.
“Mi película tiene que ver, justamente, con el después de Un buen día; aunque también cuenta el antes. Pero el objeto de estudio y el centro de mi cuento es esta película de 2010. Una película que en su momento fue un enorme fracaso, que se filmó y se estrenó con una expectativa alta, pero fue un fracaso tanto de público como de crítica. Sin embargo, después tuvo una sobrevida, alguna gente la empezó a tomar, quizás primero irónicamente o vaya a saber de qué manera, como curiosidad, como objeto extraño. Es raro. Por un lado, es una película profesional; pero por el otro, quienes la hacen son casi principiantes en el cine. Es también una película hecha en familia, en Estados Unidos pero por argentinos, hablada en español, y con muchas particularidades, desde cómo fue hecha a por quiénes fue hecha. La realizó el clan ‘Del Boca’, que es una familia del espectáculo argentino, de la realeza, siempre con trabajos en la televisión y en el rubro de la telenovela. Todos estos condimentos la volvieron un objeto raro”, explica Néstor Frenkel a Rosario/12.
“Por esta condición de objeto raro o de fracaso, o por las propias potencias de la película, terminó siendo revalorizada. Primero quizás como chiste, pero después fue encontrando un público que la empezó a valorar cada vez más, y de una manera muy especial. Se terminó por volver, como se suele decir, un objeto de culto, con una legión de fanáticos de otra generación, que la valora de otra manera a como fue concebida. Eso también lo vuelve interesante y un tema de estudio atrayente. Teniendo todos estos elementos: esta familia, este grupo de fans, este gran fracaso; había mucho para contar. Y cuando me metí con toda esta historia, empecé a conocer más íntimamente quiénes eran los que la habían hecho y cómo habían atravesado toda esta experiencia de deseo, esperanza, ilusión, pero también de gran decepción; para pasado el tiempo, tener una revalorización extraña. De alguna manera y sin ser fan de la película, yo termino siendo parte del asunto, al contar su historia y revalorizarla”, continúa.
-Tu película reúne situaciones y personajes extraordinarios, como lo es Enrique Torres -quien le inventaba romances a Andrea del Boca cuando era periodista, luego su guionista en Perla Negra y Celeste-, y todo ello de alguna manera se vuelve un mundo alucinante, que es también parte del universo que construís a lo largo de toda tu filmografía.
-Hay un montón de particularidades y de historias para contar. Andrea del Boca misma sería alguien con quien hacer una serie entera, aun cuando aquí ocupa un lugar muy lateral; pero sí, hay muchas historias que se van cruzando entre sí, con personajes realmente interesantes. Además de ser una película que hoy impacta de una manera especial en mucha gente o en alguna gente, ¿cómo se llegó a hacer esa película?, ¿quiénes son los que la hicieron y cuándo?, ¿en qué condiciones? Ahí había algo para contar, y terminé encontrando mucho más de lo que sabía e imaginaba. Yo no lo conocía a Enrique, fui a buscarlo porque sabía que él era el padre de esta criatura, quería saber quién era esa mente. Y me encontré con todo esto, con esa cantidad de energía y de historias atrás.
-El testimonio de Aníbal Silveyra es conmovedor, se muestra alegre pero también dolido, y decide no ocultarlo.
-Fue muy generoso y muy valiente, porque todo su dolor, todo su conflicto, lo expuso delante de la cámara. No es que me mandó un mensaje de WhatsApp diciendo que no quería hablar o pidiendo una lista de preguntas, sino que ahí, con la cámara prendida, contó todo, con su dolor, sus angustias, y cómo le costó entender ese amor, o ese supuesto amor, que hay ahora por la película. Hizo todo un proceso medio catártico, que creo fue valioso y que le da a mi documental otra capa, que me parece potente. La película tiene también mucha comedia, mucha cosa liviana y mucha risa, junto a lo que es la historia de una gran ilusión perdida. Y perdida de una manera violenta, porque la película fue maltratada, desprestigiada. Enrique tiene otra forma de tomarse las cosas, él ya había hecho otro proceso, quizás antes y más rápido; pero la película tampoco se trata de que uno la pasó bien y el otro la pasó mal, sino cómo cada uno lo atravesó. Lucila Solá no quiso aparecer en la película, lo cual también es entendible y respetable.
-La proyección del jueves próximo en el Lumière coincide con el Día del Cine Nacional.
-¡Sí! Haremos un festejo, o intentaremos encontrar qué cosas quedan todavía por festejar. Esperemos que siga habiendo películas y podamos seguir haciendo esto, que a algunos nos da trabajo y a muchos nos hace bien. Son las historias nuestras, las que quedan para las próximas generaciones, y está bien que las podamos contar.