Natsume Soseki es un clásico de la literatura japonesa. Tanto es así que su cara pasó a ilustrar los billetes de mil yenes. Como tal ha tenido, sin embargo, una postura plena de matices y ambigüedades frente a lo que representó su tiempo: la era Meiji. Un período de progreso y de occidentalización frente al cual el escritor adoptó una mirada ambivalente, de absorción estética y crítica.
El sello Impedimenta, una de las editoriales independientes con mejor catálogo disponible, publicó recientemente Botchan, una de las mejores novelas de Soseki. Sin la profundidad psicológica de Kokoro, ni el sarcasmo escéptico de Soy un gato, Botchan es una de las ficciones más divertidas del autor japonés.
Considerada por parte de la crítica com el "Huckleberry Finn nipón" y comparada por muchos lectores con El cazador oculto de J. D. Salinger, la novela acompaña las peripecias de un profesor tokiota destinado a una escuela rural ubicada en la remota isla de Shikoku. El tal "Botchan", apodo que significa algo así como "chico mimado", no encaja en la idiosincrasia pueblerina y es objeto de burlas por parte de sus colegas y de los estudiantes, que son a su vez diseccionados por el protagonista con urbano desdén.
Novela ligera, breve, tierna y graciosa a la vez, se disfruta desde la primera hasta la última página.