Me enteré del crimen en que Justo Fernando Barrientos, de 67 años de edad, inquilino de una pensión del barrio de Barracas quien abrió la puerta de la habitación contigua a la suya, donde dormían sus vecinas, cuatro mujeres lesbianas, les arrojó una bomba casera. Un testigo dijo que “cuando salieron de la habitación prendidas fuego, él les pegó y las empujó de vuelta al fuego”.
Me llevó mucho tiempo tomar la decisión de escribir esta nota. Tuvieron que pasar varios días para que pueda comenzar a hablar con otrxs sobre lo que había sucedido porque el dolor traspasó mis huesos paralizándome.
Cada vez más se cree en una búsqueda narcisista, en el sí mismo y no en lo colectivo. Estamos viviendo en una sociedad y en un mundo que se perfila en borrar las diferencias; en eliminar las disidencias; donde el otro está pasando a ser un adversario enemigo a exterminar; impera un individualismo extremo que se resume en un sálvese quien pueda. A esto se le suma que cualquiera hatea en las diferentes plataformas; las fake news que están al orden del día y los trolls que provocan constantemente slogans de odio, sin contenido constructivo. Y a la vez, un negacionismo que encarna el discurso liberal.
Este crimen de odio sucedió el domingo 05 de mayo por la madrugada. Dos días antes el periodista Ernesto Tenembaum junto a Jairo Straccia y Gustavo Grabia invitaron a su programa de radio a Nicolás Márquez. En esa entrevista el biógrafo de Javier Millei dijo que los homosexuales somos invertidos, que tenemos conductas insanas, desordenas y autodestructivas.
Cinco días después del hecho, Perú sacó un decreto en el que incorpora a la transexualidad, el travestismo y a la identidad de género como enfermedades mentales. Y catorce días posteriores al atentado, el domingo 19 de mayo, hubo una reunión en Madrid a la que asistieron diferentes representantes de la ultra derecha junto al partido Vox y nuestro presidente. En este contexto sucedió este lesbofemicidio. Es importante que lo nombremos porque las palabras ponen en evidencia los acontecimientos y además porque en el mismo momento en que se escribe se hace cuerpo. ¿Si se niegan las diferencias, acaso no se reniegan los hechos?
A medida que avanza la sociedad en cuestiones de género, aumentan los homo-lesbo-trans odio como un retorno disciplinador: “ponerlxs en su lugar”. La ultraderecha quiere instalar un dispositivo biopolítico que actúe para disciplinar los cuerpos, los discursos, los deseos, las pasiones y los actos. Es un opresor socio cultural de poder heterosexista que delimita lo diverso y disidente.
Estamos viviendo una reacción inversa a las conquistas con perspectiva de género ganadas.
El lunes 13 de mayo hubo una marcha autoconvocada desde Plaza Colombia (Av. Montes de Oca 841) hasta el hotel de Barracas para visibilizar el lesbofemicidio y contra todos los agravios que sufrimos. El lema de la convocatoria decía: “Los discursos de odio por parte del gobierno nacional, apoyados y viralizados por los medios de comunicación afines a su ideología, se materializan en acciones de violencia concretas en la sociedad”. Los cuerpos resonaban con el mismo dolor compartido. Un modo de resistir al odio que cada día se extiende más y más.
El vocero presidencial, Manuel Adorni, tuvo un intercambio en twitter con la diputada nacional del Frente de Izquierda Unida, Romina Del Plá, donde él remarcó que "la palabra lesbicidio no existe en el diccionario de la Real Academia Española (RAE)". Dicha institución afirmó que es correcto el término de la palabra lesbicidio, porque es un neologismo bien formado a partir de lesbi-ana- y el elemento compositivo –cidio, acción de matar, para designar el asesinato de una mujer lesbiana por su orientación sexual. El vocero también le respondió a Sofía Rojas, periodista de Agencia Noticias Argentinas: "No me gusta definirlo como un atentado a determinado colectivo".
Pamela y Mercedes, vivían desde hacía años en la pensión y habían acogido de manera temporal a sus dos amigas Sofía y Andrea. El homicida les gritaba: “engendros”, “tortas” y “gorda sucia”.
Pamela falleció horas después por la gravedad de su estado. Mercedes, de la misma edad, fue internada con el 90 por ciento del cuerpo abrasado y aguantó con vida dos días más. Después una semana de agonía, el domingo 12 también falleció Andrea, que presentaba quemaduras en el 75 por ciento de su cuerpo. Solo queda viva Sofía, de 49 años.
Se atacan a las disidencias porque el capitalismo necesita disolver el lazo social. En esa unión sólida y duradera, plasmada en lo colectivo, circula el amor y el intercambio. Las ultras derechas quieren y necesitan generar que todas las minorías estén enfrentadas. Buscan dividir a todxs contra todxs: lxs homosexuales, lxs planerxs, lxs discapacitadxs, lxs jubiladxs. Quieren hacer creer que el problema del país son las moratorias, las AUH, los tratamientos oncológicos, la educación pública y los subsidios, e instalan el famoso slogan “con la mía no”. Pero nunca dejan entrever que el problema real es el empresariado multimillonario que no invierte, paga malos suelos, evade impuestos y encima fuga el dinero.
Los movimientos sociales restituyen ese lazo social que el mismo sistema capitalista destruye. Los cuerpos se unen para marchar. Una comunidad arma lazo propiciando la alteridad y la diversidad porque lo que nos une es la potencia que se produce en el encuentro con lxs otrxs. Esa es nuestra política. El deseo es disidente y una gramática que toca al cuerpo.
Por cada una de ellas, por cada una de nosotrxs, por todxs, hay que seguir hablando, escribiendo y haciendo para concientizar que la disidencia y la diversidad están sostenidas por la potencia y la política del deseo. Amar no es enfermo, ni insano, ni una conducta a corregir.