El Gobierno ha logrado instalar que el problema de las empresas son los juicios laborales, los costos salariales, las cargas sociales y los altos impuestos. Debemos decir que más del 90 por ciento de las empresas son pymes que viven del mercado interno y, de ese total, alrededor del 50 por ciento son empresas de menos de 10 personas, que son las que dinamizan las economías de los barrios. En esta época de la posverdad, los números y los hechos no cuentan. Lo que importa es lo que se instala.
Cuando se dice que el gran problema de las pymes son los antes enumerados, pasamos de largo que los principales tienen que ver con la brutal caída del consumo del mercado interno, producto de la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, la suba de tarifas que no solo afecta a los costos sino también al bolsillo de toda la sociedad, y la suba de importaciones de bienes terminados, que lleva un promedio del 35 por ciento respecto al año anterior. Está claro que hay cambios por hacer en términos tributarios y más que proyectar una rebaja de impuestos que solo va a beneficiar a los grandes grupos económicos debemos pensar en una reestructuración tributaria en la cual tengamos una estructura progresiva donde los impuestos como bienes personales, inmobiliarios o ganancias sean los que más recauden.
Sin embargo, muchos empresarios pymes han caído en la trampa del relato oficial y han puesto en primer lugar los problemas laborales sin el sustento que dan los números, ya que con estas mismas leyes laborales crecimos y prueba de ello son las más de 200 mil pymes que nacieron y se desarrollaron en los últimos años bajo el imperio de estos mismos derechos.
El empresario pyme no es diferente al resto de lo sociedad y muchos suelen ubicarse en un lugar que no les corresponde, que es el de las grandes empresas. En esa aspiración de ser, defienden posiciones que son absolutamente contrarias a sus intereses. Cualquier empresario pyme sabe que su interés principal está dado en el fortalecimiento del mercado interno del que vivimos la mayoría. Pensarlo de otra manera es ser funcional a las prioridades de las grandes empresas. Tal es la trampa que muchos han manifestado que la única manera de tener competitividad es con una reforma laboral, pasando por alto que para hacer competitivas a nuestras empresas debemos hablar por ejemplo de los costos en logística, que cuando suben los combustibles y los peajes se encarecen, o que los costos bancarios con tasas al 27 por ciento hacen que los créditos sean inaccesibles. También los costos que tienen que ver con las cadenas de comercialización hacen que un producto sea o no competitivo.
Los salarios no son el problema. Es real que la mayoría de los empresarios tuvimos o tenemos juicios laborales, algunos injustos tal vez, pero también es cierto que la mayoría de los trabajadores no está haciendo juicios, trabaja en las empresas, crece y se desarrolla en las mismas, y es parte del crecimiento colectivo que genera un país cuando apuesta al trabajo y a la producción como ejes de desarrollo.
Muchos empresarios pymes están cayendo en la trampa de la posverdad, en el discurso que no se avala desde los números reales de porque una empresa funciona o no, sino en lo que se logra instalar desde todos los medios de comunicación siempre en beneficio de las grandes empresas en teoría para beneficiar a todos.
En tiempos de tanta confusión es imprescindible que los empresarios pymes podamos analizar y entender que lo que va a hacer crecer a nuestras pymes no son ni reformas laborales ni flexibilización laboral. Eso nos va a achicar el mercado interno. Una mirada corta le hará creer al empresario pyme que pagar menos en salarios o contratar más monotributistas solucionará sus problemas pero más temprano que tarde eso irá en detrimento del mercado interno. Si caemos en la trampa de subirnos al discurso y a las necesidades de las grandes empresas no tendremos destino y será el fin de este entramado productivo Pyme que supimos construir,
* Dirigente de CGERA
@arielferaguilar