La tecnología genera beneficios difíciles de predecir. África es uno de los mejores ejemplos. El continente cuenta con uno de los peores índices globales en infraestructura de los transportes. La falta de rutas pavimentadas y las malas condiciones de las vías terrestres de comunicación son una característica central de la economía africana. Pero el desarrollo de una amplia red de drones comenzó a suplir en los últimos años esta falencia y está revolucionando el traslado de productos. La empresa Zipline es una de las pioneras a nivel mundial en el transporte de medicamentos a través de estos aparatos voladores de bajo costo y en países como Ruanda generó un incremento notable en el acceso de la población a bienes sanitarios.

La economía real no es la única que cambia a pasos acelerados por los desarrollos de la tecnología. El mundo financiero también evoluciona a ritmos impensados para el siglo veinte. Kenya es uno de los casos más interesantes. Con una población de casi 50 millones de personas tiene menos de 500 sucursales bancarias en todo el país. La tasa de individuos con cuentas bancarias es una de las más bajas del mundo. Pero en los últimos 5 años logró que el 90 por ciento de la población realice pagos en los comercios y se transfiera dinero desde su celular. La empresa M-Pesa introdujo una innovación técnica que utiliza la red de telecomunicaciones para dejar registro de las operaciones y permitió que una gran parte de la población pueda acceder no sólo a la transferencia de dinero digital sino al crédito y otros servicios financieros.

La Argentina es una de las economías con mayor potencial de Latinoamérica para la expansión de esta clase de firmas fintech, empresas de tecnología y finanzas, que permiten acelerar el acceso al sistema financiero del conjunto de la población. Este año se lanzó en el país una de las apuestas más interesantes a nivel regional para incluir a los sectores no bancarizados (50 por ciento de los argentinos). Se trata de la plataforma Ualá que ofrece a cualquier individuo la posibilidad de tramitar una tarjeta de crédito Mastercard sin necesidad de tener una cuenta en un banco. El registro se hace de manera online desde una aplicación de celular y, tras un chequeo de identidad, se envía el plástico a la casa de la personal. Es el mismo servicio que ofrecen los bancos pero sin acercarse a una sucursal a completar formularios y papeles de registro.

Los sectores informales de la economía tienen la ventaja con esta tarjeta prepaga (su saldo puede recargarse por ejemplo en locales de Pago Fácil) de poder realizar compras con descuentos en los comercios con promociones para Mastercard e incluso abonar servicios online para los que se solicita sin excepción una tarjeta de crédito. Netflix es el mejor ejemplo de estas suscripciones, cuyo modelo de negocio surgió en países desarrollados y no contempla la informalidad y falta de bancarización de economías como las de América latina. La aplicación de Ualá no sólo provee una tarjeta sino que le permite al usuario transferir dinero a los contactos de su celular y ofrece un seguimiento personalizado de los gastos.

La idea de ofrecerle a los sectores no bancarizados acceder a una tarjeta prepaga de Mastercard que se conecta en tiempo real con una aplicación de celular no tiene antecedentes a nivel global. Se trata de un proyecto del emprendedor argentino Pierpaolo Barbieri y en el que participa con inversiones de capital uno de los hombres más ricos del mundo, George Soros. Barbieri lejos de ser programador de software estudió Historia en la Universidad de Harvard y realizó un posgrado en Filosofía en Cambridge. Se dedicó en los últimos años al análisis geopolítico y macroeconómico como director de la consultora Greenmantel, firma que lleva el nombre de una de las novelas de John Buchan, y tiene oficinas en Londres, Nueva York y San Francisco. Administró en forma directa las decisiones de inversión de unos de los fondos de Soros en la región y ahora apuesta a la inclusión financiera como uno de sus grandes desafíos para los próximos años. Barbieri asegura que la blockchain será el futuro de las finanzas y no niega que la automatización y los robots sean el final del capitalismo.