Carlos Tevez se fue conforme de Independiente. Redujo su tarea a haber tomado al equipo en un momento caliente (segunda fecha de la Copa de la Liga de 2023) y haberlo salvado con cierta holgura del descenso. Después, no pudo pasar a los cuartos de final de las dos Copas de la Liga que jugó. Acaso porque tampoco logró que el equipo diera el plus que necesitaba para tener aspiraciones mayores.
La gestión de Tevez tuvo un buen arranque: espantó los malos augurios que sobrevolaban Avellaneda y fortaleció el espíritu de un plantel abrumado por las presiones. En lo futbolístico, armó un bloque defensivo sólido con una línea de cinco en el fondo incluso en condicion de local y exigió mayor intensidad y despliegue físico para compensar el talento que siempre escaseó. Y hasta ahí llegó.
Cuando su exigente hinchada le demandó algo más para pelear las dos últimas Copas de la Liga, Independiente se vino a pique sin que la impronta triunfal de Tevez le fuera suficiente. Debía vencer dos veces a Talleres para clasificarse: en Córdoba perdió 3 a 2 y en Avellaneda le empataron un partido increíble que al cabo del primer tiempo ganaba 2 a 0 con un hombre de más. En esa noche de emociones fuertes, acaso haya terminado de deshilacharse la relación entre Tevez y la gente. La última derrota en la fecha inicial del campeonato otra vez ante Talleres (su gran bestia negra) la tornó irrecuperable.
Quizás el mayor error de Tevez no haya estado en alguna formación o en algunos cambios. Interpretó que llegaba a un club y a un equipo en emergencia. Y que se lo evaluaría en función de esa vara. Pero Independiente es demasiado grande y demasiado glorioso. Y sus hinchas y socios exigen como si todavía jugaran Bochini, Marangoni y Burruchaga y no los actuales jugadores, muy alejados de aquella jerarquía. Es muy posible que esa exigencia sea desproporcionada y este momento de tantas estrecheces demande unidades de medida más modestas.
Pero los miles que acuden cada partido a la cancha o los millones sufren la campaña por televisión, a diferencia de Tevez, no se conforman con poco: piden como si los tiempos de la grandeza se conjugaran en presente. E Independiente no fuera lo que ahora es: un club en crisis que salta de inhibición en inhibición, que trae lo que puede, que no puede pagar los jugadores que compra y que hace 22 años que no gana un título de Primera División y cuarenta que no alza la Copa Libertadores de América.
En medio de ese contexto, en los últimos diez años, Independiente se devoró veintidós técnicos. Carlos Tevez ha sido el último. Pasó con pena y sin gloria. Con el escaso mérito de haberle evitado pelear el descenso. Cometió errores y no pudo transmitirle una idea de juego a su equipo. Pero no es el único responsable del estado de las cosas rojas. Hay otros, los dirigentes que seguramente designarán al nuevo entrenador. Para que siga pasando lo mismo. Como si Independiente no fuera todo lo grande que es, como si no tuviera arreglo.