La realizadora Lola Arias estrenó la obra Los días afuera, en el teatro Alvear. La pieza forma parte de un trabajo de investigación sobre la vida en contexto de encierro e integra un binomio con la película Reas, que puede verse en el Cultural San Martín. Ambos proyectos artísticos son musicales híbridos y están interpretados por personas cis y trans detenidas en la cárcel de Ezeiza.

Si para Michel Foucault la prisión es la intersección de la ley y un destino desafortunado, para Yoseli Arias, Paulita Asturayme, Carla Canteros, Estefanía Hardcastle, Noelia Pérez e Ignacio Rodríguez, la respuesta es su experiencia singular y el origen de un proyecto que les cambió la vida.

Elles, mujeres cis y personas trans, estuvieron privades de la libertad por distintos delitos y hoy, ya libres, actúan, cantan, bailan, hacen reír y llorar interpretando sus propias biografías sobre el escenario del Teatro Alvear.

Cuentan retazos de sus vidas, luego de sufrir la brutalidad de la cárcel, el maltrato de las fuerzas de seguridad, el acoso de otres detenides. Como dijo el Che Guevara, se endurecieron, sí; perder la ternura, jamás.

Su propuesta artística es Los días afuera, una obra escrita y dirigida por Lola Arias, creadora de Campo minado, una pieza actuada por veteranos argentinos e ingleses de la guerra de Malvinas. Les ex detenides son, además, parte del equipo que protagoniza la película Reas, que se estrenó hace unas pocas semanas en Buenos Aires.

Durante 90 minutos Yoseli, Paulita, Carla, Estefanía, Noelia e Ignacio tejen una trama de momentos que siguieron a su salida de la prisión. En el relato expansivo de sus cuerpos hay alegría y tristeza, una celebración de la libertad, en un espacio escenográfico de dos niveles. Arriba, adonde acceden por caños y escaleras metálicas, funciona la burocracia con sus negativas e impedimentos. Abajo, una tarima móvil y un auto viejo representan el quiebre de barrotes y cadenas. “Suaves o rudos, rubios o rapados, cis o trans, presos de larga duración o recién ingresados”, dice Arias, radicada en Berlín desde hace cinco años. Responde las preguntas de Soy en el camarín del teatro porteño.

Además de contar que llegaron a la cárcel por estafas, tráfico de drogas u otros delitos, en Los días afuera se evocan las noches de requisas, las vistas de películas góticas, su participación en talleres de arte, los estudios en el centro universitario, la formación de una banda de rock. Les acompaña la música Ines Copertino, en teclados y percusión, quien recrea la textura sonora elaborada junto al compositor Ulises Conti. El foco mayor está puesto en el después, los reencuentros afectivos, la vida afuera.

Minutos antes del estreno, Juan Minujín, Lucía Puenzo, Sergio Bizzio y Laura Ramos aguardan con expectativa el inicio, junto al resto del público. En el final, Mirta Busnelli, Arturo Puig y Selva Alemán aplauden de pie.

“Reviven su vida como ficción e inventan, a través de la fantasía y la imaginación, un futuro posible”, señala la autora y directora.

¿Cómo surgió Los días afuera?

Lola Arias: Apareció en 2018, cuando fui a presentar mi película Teatro de guerra al penal. En esa cárcel de mujeres había mucha necesidad de hacer un taller de teatro y de cine. Encontré muchas ganas de hacer una práctica artística. En 2019 decido dar un taller con la idea de hacer una película, quería filmar dentro de la cárcel y empecé a pensar en un musical porque la música es un elemento fundamental en la cárcel, una herramienta de resistencia. La hacen, la escuchan, la bailan. Después, durante las condenas, se volvió imposible porque vino la pandemia y no se podía entrar ni de visita. Empecé a cambiar el proyecto para hacerlo con personas liberadas, reconstruyendo su vida fuera de la cárcel. En 2022 y 2023 hice talleres buscando a les protagonistes de la película. Quedaron catorce personas en Reas, mujeres cis y personas trans, con las cuales ensayé y escribí el guión. En 2023 filmé y en 2024 se estrenó en la Berlinale. Mientras tanto, empezó a aparecer el deseo de algo más. Empecé a pensar en una obra de teatro, no una adaptación de la película, que es sobre el tiempo del encierro, sino sobre el tiempo de la libertad. Así que el proyecto se constituye por dos partes: la película primero y la obra, después.

Hicieron una reconstrucción de lo que fue la salida de Ezeiza...

L.A.: Empecé a pensar en filmar en la ex cárcel de Caseros con gente recién liberada. La decisión de filmar fuera con gente que había cumplido su condena fue fundamental, me permitió reconstruir ese mundo a través de sus recuerdos. La música y la danza fueron perfectas para explorar. El género musical, que tradicionalmente retrata mundos marginales de forma estilizada y romántica con actores y bailarines virtuosos, se convirtió en un vehículo para reconstruir historias reales de personas que no tenían formación actoral ni musical, para hacerlas brillar. No quería reproducir la estigmatización. A través de canciones y coreografías desarrolladas con ellas, la vida real se transformó en ficción. Utilizamos géneros populares: una canción pop cuenta el deseo de Yoseli de viajar a París, una cumbia relata la compleja relación entre las detenidas y el servicio penitenciario. Se desarrollan historias reales en direcciones insospechadas. Durante el rodaje, tuve la certeza de que la estrategia musical era el camino correcto al ver cómo los protagonistas eran capaces de transformar la experiencia traumática en otra cosa.

¿Cómo fue rodar en la cárcel?

L.A.: Conmovedor, inquietante y también muy divertido. Filmamos un concierto para sus familiares y amigos y transformamos el patio en una playa con arena, palmeras y sombrillas. El objetivo de Reas no era hacer otro drama carcelario, sino centrarse en los lazos de amor y comunidad en un espacio de confinamiento y violencia.

Nunca trabajás con actores, ¿por qué?

L.A.: Es muy difícil contestarlo. A los directores no les preguntan porque trabajan con actores. La respuesta es: porque hago teatro documental. Elijo a las personas por su historia, porque lo que estoy intentando reconstruir es un mundo que necesita personas que vivieron la guerra o la privación de la libertad.

¿Fuiste percibiendo la transformación en el equipo?

L.A.: Dar los talleres fue hermoso, emocionante y poderoso. El arte, sobre todo el teatro y la música, pueden producir un cambio muy fuerte en los sentimientos, poder moverse, mirarse, jugar otros roles, estar en otro lugar. Me decían: la pasé tan bien que me olvidé que estaba acá. Se abrían la imaginación, la libertad, el goce. Fue muy duro estar ahí , porque la institución está en contra, no ayuda, no valora el trabajo con elles, pone obstáculos. Al menos, esa fue mi experiencia en Ezeiza.

¿Cómo trabajaste la escritura?

L.A.: El proceso me llevó cinco años y el de la obra fue después, en tiempos diferentes. El guión apareció a partir de entrevistas y de los talleres, probábamos ideas en escenas e iba escribiendo y modificando. Elles sugerían, en un proceso muy dinámico donde colaboraban y tenían mucha decisión. No escribían, proponían hasta que quedó un texto fijo, nada es improvisado. El proceso de la obra fue similar, empezó con entrevistas y se fue escribiendo y reescribiendo a lo largo de ensayos y pruebas escénicas.

¿Como elegiste a les intérpretes?

L.A.: No hubo casting, no puse un equipo con una cámara a hacer entrevistas, no fue exactamente así. Una trabajadora social, una psicóloga y una artista, Tálata Rodríguez, fueron a asociaciones de personas liberadas y les propusieron el proyecto. Fuimos armando un grupo para los talleres y nadie quedó afuera, sino que algunes se perdían, dejaban de venir, les pasaban cosas. Les 14 que fueron al último taller se convirtieron en las protagonistas de la película. Después, sí, seleccioné de allí seis para la obra porque el teatro es mucho más exigente.

Repartís tu vida entre Berlín y Buenos Aires...

 

L.A.: Sí, vengo un montón para hacer proyectos y por razones afectivas y familiares. No podría vivir de mi trabajo acá, lamentablemente, porque las posibilidades de investigar en Europa son mucho mayores que acá. No lo parece pero estos proyectos requieren de muchos recursos. Son años de investigación, hay un equipo muy grande. En la película éramos 70 y en la obra somos 30. Reas fue co-producida por Alemania y Suiza y la obra tiene veinte coproductores europeos. Me alegra que se pueda invertir acá para ayudar a personas que viven en contextos muy vulnerables. Para muches la obra es su primer trabajo en blanco. Ese reconocimiento y el amor les cambia y empodera, pueden ver su vida distinta, con un futuro.